Mulhacén Sierra Nevada.

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Mulhacén, techo de la Península Ibérica

Museo de Montaña Zorro Corredero

Museo de Montaña Zorro Corredero
Museo de Montaña Zorro Corredero

jueves, 31 de octubre de 2019

José Cubero Yiyo, por Miguel Moreno




José Cubero YIYO


Yiyo en las Ventas

                Pedro Alfonso Jerónimo, "El Zorro Corredero", me llamó el pasado viernes estando en Cadalso: "Quiero regalarte unos libros de toros. Si vienes a mi casa de La Corredera te los entrego". Colegí que no había tiempo que perder. En casa estaban mi hija Berta y Moisés y se ofrecieron a acercarme. La casa de Pedro es, además de céntrica y luminosa, el Museo Etnológico de Cadalso. Subimos a la segunda planta y vi que tenía enmarcado el escritito que le hice cuando expuso por primera vez sus fotos antiguas de Cadalso en la Casa de la Cultura. Aquello fue un éxito rotundo, desbordante… donde los cadalseños buscábamos nerviosos y entusiasmados en ellas a nuestros recordados antepasados. Durante varios días no se habló de otra cosa en Cadalso.  



                A lo que voy… que me pierdo (es la edad). Abrió una habitación llena de objetos de su museo y sobre un baúl antiguo de chapa me tenía cariñosamente preparados "mis libros", algunos son autenticas reliquias de un valor afectivo y cultural incalculable. Los tomé uno a uno y los fui viendo acariciándolos disimuladamente con las manos y estrechándolos contra el corazón. Imaginaba la de momentos felices que me procurarían en fechas venideras. Uno, más que los demás, llamó mi atención: "Yiyo. Adios, Príncipe, adios." Al llegar a casa me puse manos a la obra; es decir, comencé a leerle con irrefrenable deseo. Yiyo, José Cubero Sánchez, fue uno de mis toreros favoritos. En aquella época el que más. Trabajando en Argel yo cogía parte de mis vacaciones durante San Isidro para vivir en torero las 24 horas del día.
                En 1983, con 19 años (tomó la alternativa en Burgos con 17) casi no toreaba. Le llamó la empresa de Las Ventas para sustituir en San Isidro al torero herido Roberto Dominguez. No se lo pensó y acudió raudo y loco de alegría, "hoy va a ser..." Y fue. Uno de sus toros no valía un pimiento y lo echan para atrás. Sale un torazo del ex matador y ganadero Antonio Ordoñez. La cabeza del toro la tenía en la raya de picar y el resto del cuerpo aún no había salido del todo del chiquero... ¡¡¡Uuuyyyyyyy!!!, exclamó el personal. Y Yiyo, creo recordar que vestía un terno azul pavo y oro, va decidido a por el morlaco. Fue una revelación, un presentimiento lo que sentí en ese momento. Este va a ser un gran torero, aseveré, sólo viéndole caminar hacia el morlaco. Perdonar mi jactancia, pero a veces acierto y en esta ocasión acerté. El toro era manso "pregonao" y con sentido innato a su condición. En la faena buscó la protección de las tablas en toriles. Se aculó a la defensiva. Tiró José de él y lo sacó con técnica al tercio. Seguro, fijo en el bicho, atornilló las zapatillas a la arena y le enjaretó una serie de derechazos extraordinaria. El toro, como manso que era, se aflige y retorna a tablas. Para entonces, ya el torero lo tiene muy claro y lo desafía: "Quieres esos terrenos, ¿eh?, pues ahí va a ser. ¡Prepárate…!" Se echa la muleta a la izquierda y suena el "run-run" maravillosamente inconfundible de Las Ventas en las tardes de gloria.

    Magnifico natural de Yiyo

              
  Yo supe que la iba a armar. Y la armó. En un natural hacia los adentros, el toro se vence y le engancha. Lo eleva, qual piuma al vento, y gira sobre sí mismo cayendo de forma feísima. "¡Le ha matado!", chilló Gildo a mi izquierda; mi Gildo del alma me lo gritó... Yiyo rueda sobre el albero haciéndose el quite y se levanta de un salto. Un estremecimiento nos sobrecogió a todos cuando sin dudarlo torna a coger la muleta con la zurda y busca al toro en los terrenos de su querencia. Las Ventas, en ese instante, ya era un manicomio incontrolable de emociones. Rugía fuera de sí y ese clamor infinito recorrió su arquitectura hasta que llegó a la casa de José en Canillejas. Impresionante la serie de naturales que le esculpió al manso con el broche sensacional de un pase de pecho eterno de cabeza a rabo. La plaza entera puesta en pie gritaba poseída: ¡¡¡Torero, torero...!!!


Burlero parte el corazón de Yiyo


                En septiembre de 1984, Yiyo y "El Soro" alternaron con "Paquirri" y le vieron morir en Pozoblanco corneado por el toro "Avispado", de Sayalero y Bandrés. Sólo once meses después, en agosto de 1985, el  toro "Burlero", de Marcos Núñez, partió en dos el corazón de Yiyo en Colmenar Viejo (“…Y si un toro me parte el corazón, ¿qué más da?”). Llegó muerto a la enfermería. Contaba 21 años. Dicen que los Dioses quieren para ellos a los héroes jóvenes y se lo llevaron. ¡Malditos Dioses! Aquel día yo estaba en Argel y hablé por teléfono con mi amigo José Antonio "Peque" y con mi hermano pequeño José Luis: "¿Sabes que a Yiyo le ha matado un toro en Colmenar?" Yo lo sabía pero no se lo dije a ellos. Para entonces conocía muchas cosas bonitas de Yiyo. Sabía que adoptó un perro callejero ciego al que trataba con amor infinito. Que había dado la entrada de un chalet magnífico en Somosaguas con un enorme jardín para entrenarse y donde pensaba llevarse a sus padres a vivir. José nació en Burdeos (Francia), allí emigró su padre con su madre, él y sus dos hermanos (Juan y Miguel, también toreros), para darles un plato de caliente. Sabía que le gustaban mucho los coches y que se compró un BMW precioso, con muchas luces, al que llamaba El Coche Fantástico. Más tarde supe también que una tarde, en la plaza de Bilbao, se negó a brindarle un toro, en contra del parecer de los suyos, al Lehendakari, Garaicoechea. "Ese no es un buen español... y yo me siento muy español y no le brindo ningún toro..." En realidad, yo sabía que sabría todo de él desde que le vi andar con aquel garbo legendario al toro de Antonio Ordoñez en Las Ventas. El toreo es grandeza y supe que Yiyo era un grande del toreo.

Monumento dedicado a Yiyo en las Ventas


                En 1987, el escultor Luis Sanguino cinceló al Yiyo en un monumento que se erigió a la izquierda de la Puerta Grande de Las Ventas. Solemos citarnos allí los aficionados las tardes de expectación torera: "Te espero junto al monumento del Yiyo..." En junio de 1989, Tomás Redondo Chies, apoderado de José Cubero, fue encontrado ahorcado en su apartamento de la plaza de los Mostenses madrileña. Redondo se hizo cargo de la carrera de Yiyo cuando éste era un chaval y aún estaba en la Escuela de Tauromaquia de Madrid, aprendiendo junto a los otros Príncipes del Torero: Lucio Sandín y Julián Maestro. Tomás Redondo fue incapaz de superar la muerte de su torero al que consideraba como un hijo.
                Ya ves, Pedro, lo que tu libro resucitó en mí... Este escritito se lo dedico a todos los aficionados de Cadalso, aprovechando que el día 8 comienzan los Sábados Taurinos de Noviembre y, ¡oh, casualidad!, los coloquios los cerrará el próximo 30 de noviembre el admirable matador que le dio la alternativa a Yiyo en 1981: Ángel Teruel Peñalver; pero especialmente os lo dedico a ti, Pedro Alfonso; a José "Peque"; a mi hermano chico, José Luis Moreno y a mi sobrino, Martín, que quiere ser torero. "¡Pon los toros, papa...!"
                                                                                                                
Miguel MORENO GONZÁLEZ

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Magistral semblanza de un torero de vida breve.
Siempre aprendo cosas de tus escritos.
Gracias y un abrazo, Maestro.
Luis Carlos T.

Anónimo dijo...

Muy bonita y acertado semblanza de un gran torero, que estaba llamado a ser figura de época si un toro no nos lo arrebata tan temprano. Te echamos de menos, Yiyo.
Aficionado

Anónimo dijo...

¡Me encanta!
Sofía

Anónimo dijo...

Bonito RELATO MIGUEL. Eres único me llevas al desván del zorro, abres la caja de Pandora, (baúl) y me empiezas contando una historia llena de valor, arte, y sentimientos que no se puede aguantar. Viva el yiyo y ole tuuuu

Maria Antonia Hernández

Anónimo dijo...

No me gustan los toros ni la caza y estos homenajes tampoco. Fuera. Vegetal

Anónimo dijo...

Pues muy bien ya lo sabemos querido vegetal.

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