Corredera años 70
La Corredera años 70. Cadalso es imprevisible y recordado. Buenos Días.
Corredera años 70
La Corredera años 70. Cadalso es imprevisible y recordado. Buenos Días.
Otoño en Cadalso
Es lo que tiene el otoño, que se caen las hojas, más si como hoy llueve. Otoño en Cadalso, calentito, pero otoño.
La hora
Ocurre ahora mismo en Cadalso. La verdad es que hace tan bueno que no sé si apagar la luz, y largarme a la piltra, o seguir y a las tres poner que son las dos e irme a dormir, no, creo que me voy ya y mañana amaneceré una hora antes. Que chorrada lo mío, y por supuesto lo de atrasar la hora. Buenas noches.
Luces de Corredera
Me contó que pasó bastante tiempo en plan eremita, retirado de todo contacto humano que no le fuera absolutamente imprescindible. Casi como un misántropo vivía. Y en cambio, parecía que alguien tuviera interés en buscarle problemas. No lo entendía. Siempre luchaba por tender puentes hacia la gente e intentaba crear una atmósfera idónea para que existiera una comunicación fluida y cariñosa. Pero nada. A lo más que llegó es a que le consideraran como “ese es tonto” y cuando no, le levantaron rumores totalmente infundados que lo único que consiguieron fue postrarle en el abatimiento. Lo achacaba a su compleja personalidad, que también algo de culpa tendría…
Nadie es perfecto, aunque lo suyo consideraba que era demasiado imperfecto. Al final, todo le resultó descorazonador. ¿Sabían del dolor que le provocaban gratuita e innecesariamente con asuntos completamente absurdos? Intentó recluirse huyendo de esas huestes que podían perjudicarle y, a lo mejor, ni se imaginaban el daño que le causaban. Debió pasar por completo de todas esas cosas pero la impotencia que sentía al no hacerse comprender le impidió mantener la cabeza fría. Tendría que haber soslayado todos esos comentarios maledicentes ya que su vida discurría agradable y sin problemas irresolubles. Tenía su familia, sus placenteras aficiones, sus sueños, sus plenitudes íntimas… Eran esas las cosas que le llenaban…
Cuando estaba
enfermo siempre pedía a su mujer que le pusiera “Oda a la Alegría”, de Beethoven. Pero cuando llegó la hora y el
cáncer asediaba sin compasión su cuerpo, las ganas de escuchar cualquier música
se volatizaron. Finalmente, a punto de dar el último estertor, le acercó un
papel a su mujer para que lo leyera: “Gracias
por todo, me voy y te sigo amando. Ya ha sido suficiente, diles a todos los que
me quisieron que se lo agradezco.” Al poco, ya se había ido…