Carvajales, simplemente.
Yo, como casi todos los que hemos nacido en Cadalso, conocemos a Carvajales y su pequeña gran historia de vida cadalseña. Sus idas y venidas, sus palabras y esos actos cargados de ironía y gracia de sus momentos menos lúcidos, pero siempre bondadosos, son parte de la vida de Cadalso de los últimos años, y seguramente lo serán para siempre.
Hoy cuando Miguel "Carvajales" ya no está con nosotros, me viene a la memoria aquel 24 de enero de 2010 cuando le visité en su casa de Las Sillas para que formara parte de mis Soplones. Fue una tarde fría de invierno, la lluvia estaba siendo escasa y cuando llegué a Las Sillas, Miguel no estaba, me senté en su puerta y esperé a que regresara del campo, a donde había ido para intentar coger unos "míscalos".
Durante unos minutos estuve merodeando, miraba aquí y allá, pero no llegaba, y al pasar del tiempo note que mi espera conllevaba un extraño sentimiento de intromisión en su vida, en su casa y en la de su familia, que parecía estuvieran sufriendo por mi espera. No recuerdo el tiempo que esperé, pero si su llegada por el matadero con un "míscalo" en la mano, sólo uno. Me miró, bajo la cabeza y esperó a que yo comenzará la conversación, luego entramos en su casa, nos sentamos a la mesa y comenzó una de esas conversaciones donde notas que a medida que pasan los minutos te sientes mejor. Fue ese día cuando realmente conocí a Miguel, más cuando él me fue relatando entrecortado y sin ninguna confianza en sus palabras, los pormenores de su vida, una vida dura, muy dura, que le había hecho a lo largo de los años casi perder la conciencia de lo prohibido.
En el interior de aquella casa, donde siempre se habían mezclado los temores y los sueños, sus palabras sonaban como murmullos de historias de aquel Cadalso cargado de suspiros y represiones, donde la necesidad y el miedo se disolvían hasta convencerse de que la decisiones tomadas eran las únicas, aunque prohibidas, para poder seguir adelante, y así un día tras otro, siempre con el miedo de ser visto, sorprendido y molido a palos no pocas veces.
La historia de nuestro pueblo esconde amores y sentimientos, la mayoría frustrados que formaron el comportamiento huidizo de muchos cadalseños, son rutina de años que se esconden en el interior de personas que a veces descubrimos cuando les escuchamos, esto es más o menos una explicación de cómo yo fui comprendiendo y conociendo aquel día a "Carvajales" y como a partir de entonces llegué a entender mucho más su postura, su situación en la vida.
Desde entonces cada vez que le veía notaba que sus ojos se iluminaban, pareciera que se diera cuenta que yo ya no era un extraño, ya era parte de su pasado y de su actual vida, y así los saludos y algunas palabras más en la puerta del hogar, lugar al que acudía a diario en los últimos años, se fueron convirtiendo en susurros de intimidad, sólo rotos por el final del cigarro que cada cierto tiempo se echaba en la puerta, final para el cigarro y la escueta conversación, que a menudo terminaba con un "me voy pa dentro".
Muchos cadalseños-as te echaremos de menos, pero quién más notará tu ausencia serán las calles frías y silenciosas de Cadalso, esas que se llenaban con tus momentos y que a partir de ahora se han quedado huérfanas de tu presencia, y sólo el paso inevitable de los años y la llegada de nuevas generaciones serán motivo para que Cadalso te olvide, aunque siempre hay personas y frases que permanecen, como aquella de "No hay una España como la de Cadalso" frase que decía tu padre y que ha quedado para siempre.
Descansa en paz.
25.03.1936
+01.12.2016
Zorro Corredero
Fotos: Archivo Fotográfico Pedro Alfonso