José Cubero YIYO
Yiyo en las Ventas
Pedro Alfonso Jerónimo, "El Zorro Corredero",
me llamó el pasado viernes estando en Cadalso: "Quiero regalarte unos libros de toros. Si vienes a mi casa de La
Corredera te los entrego". Colegí que no había tiempo que perder. En
casa estaban mi hija Berta y Moisés y se ofrecieron a acercarme. La casa de
Pedro es, además de céntrica y luminosa, el Museo Etnológico de Cadalso.
Subimos a la segunda planta y vi que tenía enmarcado el escritito que le hice
cuando expuso por primera vez sus fotos antiguas de Cadalso en la Casa de la
Cultura. Aquello fue un éxito rotundo, desbordante… donde los cadalseños buscábamos
nerviosos y entusiasmados en ellas a nuestros recordados antepasados. Durante
varios días no se habló de otra cosa en Cadalso.
A lo que voy… que
me pierdo (es la edad). Abrió una habitación llena de objetos de su museo y
sobre un baúl antiguo de chapa me tenía cariñosamente preparados "mis
libros", algunos son autenticas reliquias de un valor afectivo y cultural
incalculable. Los tomé uno a uno y los fui viendo acariciándolos
disimuladamente con las manos y estrechándolos contra el corazón. Imaginaba la
de momentos felices que me procurarían en fechas venideras. Uno, más que los
demás, llamó mi atención: "Yiyo.
Adios, Príncipe, adios." Al llegar a casa me puse manos a la obra; es decir, comencé a leerle con irrefrenable deseo.
Yiyo, José Cubero Sánchez, fue uno de mis toreros favoritos. En aquella época
el que más. Trabajando en Argel yo cogía parte de mis vacaciones durante San
Isidro para vivir en torero las 24
horas del día.
En 1983, con 19
años (tomó la alternativa en Burgos con 17) casi no toreaba. Le llamó la
empresa de Las Ventas para sustituir en San Isidro al torero herido Roberto
Dominguez. No se lo pensó y acudió raudo y loco de alegría, "hoy va a ser..." Y fue. Uno de sus
toros no valía un pimiento y lo echan para atrás. Sale un torazo del ex matador
y ganadero Antonio Ordoñez. La cabeza del toro la tenía en la raya de picar y
el resto del cuerpo aún no había salido del todo del chiquero...
¡¡¡Uuuyyyyyyy!!!, exclamó el personal. Y Yiyo, creo recordar que vestía un
terno azul pavo y oro, va decidido a por el morlaco. Fue una revelación, un
presentimiento lo que sentí en ese momento. Este
va a ser un gran torero, aseveré, sólo viéndole caminar hacia el morlaco.
Perdonar mi jactancia, pero a veces acierto y en esta ocasión acerté. El toro
era manso "pregonao" y con sentido
innato a su condición. En la faena buscó la protección de las tablas en toriles.
Se aculó a la defensiva. Tiró José de él y lo sacó con técnica al tercio.
Seguro, fijo en el bicho, atornilló las zapatillas a la arena y le enjaretó una
serie de derechazos extraordinaria. El toro, como manso que era, se aflige y
retorna a tablas. Para entonces, ya el torero lo tiene muy claro y lo desafía:
"Quieres esos terrenos, ¿eh?, pues ahí
va a ser. ¡Prepárate…!" Se echa la muleta a la izquierda y suena el
"run-run" maravillosamente
inconfundible de Las Ventas en las tardes de gloria.
Magnifico natural de Yiyo
Yo supe que la iba
a armar. Y la armó. En un natural hacia los adentros, el toro se vence y le
engancha. Lo eleva, qual piuma al vento, y gira sobre sí
mismo cayendo de forma feísima. "¡Le
ha matado!", chilló Gildo a mi izquierda; mi Gildo del alma me lo
gritó... Yiyo rueda sobre el albero haciéndose el quite y se levanta de un
salto. Un estremecimiento nos sobrecogió a todos cuando sin dudarlo torna a
coger la muleta con la zurda y busca al toro en los terrenos de su querencia.
Las Ventas, en ese instante, ya era un manicomio incontrolable de emociones.
Rugía fuera de sí y ese clamor infinito recorrió su arquitectura hasta que llegó
a la casa de José en Canillejas. Impresionante la serie de naturales que le esculpió
al manso con el broche sensacional de un pase de pecho eterno de cabeza a rabo.
La plaza entera puesta en pie gritaba poseída: ¡¡¡Torero, torero...!!!
Burlero parte el corazón de Yiyo
En septiembre de 1984, Yiyo y "El
Soro" alternaron con "Paquirri" y le vieron morir en Pozoblanco
corneado por el toro "Avispado", de Sayalero y Bandrés. Sólo once
meses después, en agosto de 1985, el
toro "Burlero", de Marcos Núñez, partió en dos el corazón de
Yiyo en Colmenar Viejo (“…Y si un toro me
parte el corazón, ¿qué más da?”). Llegó muerto a la enfermería. Contaba 21
años. Dicen que los Dioses quieren para ellos a los héroes jóvenes y se lo
llevaron. ¡Malditos Dioses! Aquel día yo estaba en Argel y hablé por teléfono
con mi amigo José Antonio "Peque" y con mi hermano pequeño José Luis:
"¿Sabes que a Yiyo le ha matado un
toro en Colmenar?" Yo lo sabía pero no se lo dije a ellos. Para entonces
conocía muchas cosas bonitas de Yiyo. Sabía que adoptó un perro callejero ciego
al que trataba con amor infinito. Que había dado la entrada de un chalet
magnífico en Somosaguas con un enorme jardín para entrenarse y donde pensaba llevarse
a sus padres a vivir. José nació en Burdeos (Francia), allí emigró su padre con
su madre, él y sus dos hermanos (Juan y Miguel, también toreros), para darles
un plato de caliente. Sabía que le gustaban mucho los coches y que se compró un
BMW precioso, con muchas luces, al que llamaba El Coche Fantástico. Más tarde supe también que una tarde, en la
plaza de Bilbao, se negó a brindarle un toro, en contra del parecer de los
suyos, al Lehendakari, Garaicoechea. "Ese no es un buen español... y yo me
siento muy español y no le brindo ningún toro..." En realidad, yo sabía
que sabría todo de él desde que le vi andar con aquel garbo legendario al toro
de Antonio Ordoñez en Las Ventas. El toreo es grandeza y supe que Yiyo era un
grande del toreo.
Monumento dedicado a Yiyo en las Ventas
En 1987, el escultor Luis
Sanguino cinceló al Yiyo en un monumento que se erigió a la izquierda de la
Puerta Grande de Las Ventas. Solemos citarnos allí los aficionados las tardes
de expectación torera: "Te espero
junto al monumento del Yiyo..." En junio de 1989, Tomás Redondo Chies,
apoderado de José Cubero, fue encontrado ahorcado en su apartamento de la plaza
de los Mostenses madrileña. Redondo se hizo cargo de la carrera de Yiyo cuando éste
era un chaval y aún estaba en la Escuela de Tauromaquia de Madrid, aprendiendo
junto a los otros Príncipes del Torero: Lucio Sandín y Julián Maestro. Tomás
Redondo fue incapaz de superar la muerte de su torero al que consideraba como
un hijo.
Ya ves, Pedro, lo que tu libro
resucitó en mí... Este escritito se lo dedico a todos los aficionados de
Cadalso, aprovechando que el día 8
comienzan los Sábados Taurinos de Noviembre y, ¡oh, casualidad!, los coloquios
los cerrará el próximo 30 de noviembre el admirable matador que le dio la
alternativa a Yiyo en 1981: Ángel Teruel Peñalver; pero especialmente os
lo dedico a ti, Pedro Alfonso; a José "Peque"; a mi hermano chico,
José Luis Moreno y a mi sobrino, Martín, que quiere ser torero. "¡Pon los toros, papa...!"
Miguel MORENO GONZÁLEZ
Magistral semblanza de un torero de vida breve.
ResponderEliminarSiempre aprendo cosas de tus escritos.
Gracias y un abrazo, Maestro.
Luis Carlos T.
Muy bonita y acertado semblanza de un gran torero, que estaba llamado a ser figura de época si un toro no nos lo arrebata tan temprano. Te echamos de menos, Yiyo.
ResponderEliminarAficionado
¡Me encanta!
ResponderEliminarSofía
Bonito RELATO MIGUEL. Eres único me llevas al desván del zorro, abres la caja de Pandora, (baúl) y me empiezas contando una historia llena de valor, arte, y sentimientos que no se puede aguantar. Viva el yiyo y ole tuuuu
ResponderEliminarMaria Antonia Hernández
No me gustan los toros ni la caza y estos homenajes tampoco. Fuera. Vegetal
ResponderEliminarPues muy bien ya lo sabemos querido vegetal.
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