Botas cletas.
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Aquella tarde del mes de abril de 1.976 llovía a mares en Madrid, pero ya lo tenía pensado y no me iba a echar atrás por un chaparrón de nada, así que me puse mi chubasquero, si, aquellos que llevaban un bolsillo con cremallera en el pecho, bolsillo que servía para guardarlo, y me lance a la calle para llegar al Rastro y a la tienda de Gonza Sport donde había visto unas botas de escalada cletas que me traían loco. Cuando entré en la tienda, mojado como no podía ser de otra manera, me fui derecho a la estantería, las miré y me quedé un rato callado, casi no me lo podía creer, al fin las tenía en mis manos. Unos minutos después salía con mis cletas de flamante suela vibram, perfectamente guardadas en una preciosa caja con una foto de las Tres Cimas de Lavaredo. Y así, con mi chubasquero empapado, cosa que no me importaba ni sentía, me fui para casa, donde me las calcé nada más llegar y estuve un rato caminando por el pasillo con ellas, madre mía, que felicidad sentí en aquellos paseos por casa, tanto como cuando las estrené en La Pedriza, en la pared de Santillana, luego vinieron otras vías y otras cletas, pero nunca me sentí más feliz como con las primeras. Estas que reposan en mi Museo de Montaña, no son las primeras, tampoco conservo la caja con aquella foto de las Tres Cimas de Lavaredo, pero cada vez que las veo, las tomo en mis manos y sueño, es tan fácil soñar cuando casi es lo único que me queda de aquellos días de escalada. Salud y montaña para todos. Nota: el chubasquero lo conservo, ya pondrá una foto.
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Museo de Montaña Zorro Corredero
Fotos: Archivo Fotográfico Pedro Alfonso