Mulhacén Sierra Nevada.

Mulhacén Sierra Nevada.
Mulhacén, techo de la Península Ibérica

Museo de Montaña Zorro Corredero

Museo de Montaña Zorro Corredero
Museo de Montaña Zorro Corredero

miércoles, 29 de julio de 2015

Las verjas vuelven al Estanque de Palacio de Cadalso


 

Las verjas que sirven de barandilla al cercado de piedra del Estanque de Palacio han vuelto a ser colocadas para belleza del lugar y protección de visitantes. Es cierto que no son como aquellas de forja y forma de mazorca que en otro tiempo lucían en este emblemático monumento de Cadalso, y que como todos sabemos fueron sustraídas hace ya un tiempo sin que nunca, como siempre en Cadalso, se volviera a saber nada de ellas ni de los ladrones.

 

 

Las actuales son más sencillas, tal vez así no se las lleven, y a pesar de esta sencillez decoran algo más nuestro casi abandonado Estanque de Palacio, cosa que nos debería alegrar a todos porque por algo se empieza.



Esta vez no es crítica a nuestras autoridades, hoy es darles las gracias por este detalle que hacía mucho tiempo venía solicitando el Estanque y todos los que a menudo le visitamos, pero todavía queda mucho por hacer y espero que esto sea la mecha que encienda la recuperación total de todo el entorno del  Estanque.

 
 

Y hasta es posible que estas no sean las definitivas y otras más ornamentadas decoren a corto plazo el monumento, sustituyendo a las actuales, al menos eso me han dicho.

 

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Zorro Corredero
Fotos: Archivo Fotográfico Pedro Alfonso

martes, 28 de julio de 2015

Entre Lancharrasa y Peña Buvera



La aventura no está en el lugar: está en nosotros.




La Peña de Cenicientos busca el cielo emergiendo de la masa de pinos, la niebla entra por su ladera norte y consigue crear esta imagen, donde la silueta humana sirve para engrandecer más la enorme mole granítica de esta elevación corucha. Desde Lancharrasa la Peña Buvera se eleva unos metros por encima de nosotros, es la grandiosidad de las montañas la que nos hace sentirnos insignificantes, comprender que sólo somos una parte más de este mundo natural, de la vida y del momento.


Zorro Corredero
Fotos: Archivo Fotográfico Pedro Alfonso

lunes, 20 de julio de 2015

CARICIAS ANTIGUAS. EXPOSICIÓN ETNOLÓGICA CADALSEÑA DE PEDRO ALFONSO JERÓNIMO






CARICIAS ANTIGUAS. EXPOSICIÓN ETNOLÓGICA CADALSEÑA DE PEDRO ALFONSO JERÓNIMO


Por una senda van los cadalseños,
que es la sagrada hora del regreso,
con la sangre injuriada por el peso
de primaveras, veranos, otoños e inviernos.
Vienen de los cotidianos esfuerzos sobrehumanos
y van al reposo, y van a las caricias,
y van dejando por el aire impreso
un olor de herramientas y de manos.

Este es un poema de Miguel Hernández que he adaptado para la ocasión porque me parece lo suficientemente ilustrativo de lo que significa para los cadalseños, fundamentalmente para los más veteranos, todas las piezas contenidas en esta Magistral Exposición Etnológica. Estas herramientas y artilugios son la memoria viva de un tiempo que no volverá. Estos objetos nos brindan la oportunidad de darles ese penúltimo abrazo que siempre nos faltó regalarles a aquellos familiares y convecinos que se nos fueron. 


 Pedro es consciente de ello y de la cantidad de cosas buenas que les debemos y, al cabo, sensible él siempre a todo lo relacionado con Cadalso, nos inculca esa posibilidad de lo nuestro. Estos trebejos son caricias que teníamos atesoradas, caricias antiguas, caricias viejas de antes de esta época que nos facilita la comodidad pero nos enfría el sentimiento. No son caricias olvidadas. Jamás lo estuvieron ni lo estarán. Son aprecios compartidos como la lumbre y el puchero. Afectos que teníamos guardados esperando esta ocasión para que mientras contemplamos la albarda, el vasar, la narria, las trébedes, las albarcas, el ramal, la traba, el yugo… plantarles disimuladamente una caricia que les llegará milagrosa al rostro de nuestros paisanos ya desaparecidos.


 Todo esto formó parte de nuestras vidas, nos alimentaron, nos inclinaron sobre la tierra, nos elevaron sobre las plantas y los árboles… Nos sirvieron de horizonte cuando en las madrugadas de la niñez oíamos desde la cama el ruido acariciante de los cascos de las caballerías surcando nuestras calles tan pobres. Las generaciones actuales no pueden saber lo que era ese inquietante y a la vez bello sonido. Aprovechábamos entonces para darnos la vuelta y arrebujarnos entre las sábanas con infinito placer mientras pensábamos: “Ahí va mi abuelo, mi padre o el tío fulanito al campo…” Y poco a poco se alejaba el repiqueteo hasta devenir en un conocido susurro de duermevelas infantiles. Eran el eco del día que comenzaba a resonar y que las mantas bondadosas nos amortiguaban. Fijaos cuán presentes tendré estos enseres cuando mi propio padre murió agarrado a uno de ellos: el azadón. Una tarde agosteña regaba su humilde huerto de La Vía con un motor Piva que derramaba a la tierra por igual agua y amor. En un instante se reclinó lento sobre el cantero y se aferró al mástil del azadón, cerró después dulcemente los ojos y se quedó para siempre dormido en aquel melancólico atardecer. Y eso fue todo. No hizo mal a nadie como buen cadalseño que era. Únicamente acabó un poco deshecho el surco donde yacía con su asombrada mirada dirigida hacia el arroyo Tórtolas.


 Pedro Alfonso Jerónimo, como tantos de nosotros, habitó en esos momentos de los que sólo nos queda la memoria que estos útiles nos devuelven. Vivíamos acompañados de ellos y eran tan habituales que no imaginábamos que al verlos hoy cobrarían ante nuestros ojos esta magia fascinante que entonces desconocíamos. Nadie quedará insensible observando estos jirones de nuestras vidas. Y todos los miraremos con ternura, estremecidos, con pena… Al final, los trozos de sueños que ahora aparecen diseminados por esta Casa de Los Salvajes los ordenaremos sobrecogidos en los anaqueles de nuestros corazones. 

 
Estos bienes eternos nos unen en el cariño, nos igualan en la humildad, nos hacen mejores personas. Recordemos que, a pesar de algún desencuentro, los cadalseños siempre salimos adelante con ese afán de superación infatigable que nos hacía apretar los dientes y los puños ante la adversidad. Ese coraje que nuestros paisanos sembraban con su sudor en esta tierra que nos vio nacer nos dignificó. Nunca olvidaremos de dónde venimos porque la mayoría nacimos acurrucados entre estos utensilios a guisa de pañales. Pedro nos ofrece generoso la ocasión idónea de avivar con ellos los más hermosos recuerdos, al tiempo que le damos rienda suelta a nuestras emociones contemplando lo que queda de lo que fuimos.





                            Miguel MORENO GONZÁLEZ

Fotos: Pedro Alfonso


Hasta el 16 de agosto tienes tiempo de hacer una visita.

Oficina de Turismo-Casa de los Salvajes
Cadalso de los Vidrios
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