Mulhacén Sierra Nevada.

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Mulhacén, techo de la Península Ibérica

Museo de Montaña Zorro Corredero

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martes, 24 de abril de 2012

SUENAN BOLEROS EN CASA DE MI VECINO



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En aquel entonces bebía los vientos -de forma idílica y platónica- por una chica que me traía loquito, aunque nunca llegué con ella a más de un baile. Sucedió una noche que ella estaba en el baile de Cañardo y enseguida comprendí que podía ser  mi noche. Sentí una alegría interior convulsionada por los golpes que producía en el pecho mi desbocado corazón. Dejé situado en lugar estratégico el "cubata" para volver por él en el caso, que yo intuía más que probable, de fracaso estrepitoso. Resuelto y decidido fui a su encuentro, ya en aquellos momentos no me importaba otra cosa del mundo que no fuese bailar con ella -y eso que contaba con mi tradicional incapacidad para la danza-, pero todo era secundario ante la posibilidad silenciosa de tenerla entre mis brazos.

      Sobre el escenario, el cantante del grupo abulense Titanes entonaba, con su inconfundible voz ronca, un lento bolero que me pareció el más hermoso de toda la historia de la música: "¿Bailas?" Ella, recuerdo que estaba muy guapa con un vestido de hombreras que dejaba al descubierto unos hombros de ensueño, me sonrió complacida y, tras dudar un instante, asintió con un gesto y me cogió por los hombros como hacían las parejas de verdad en las películas que veía en el cine Condestable de Cadalso. No sé el tiempo que duró aquel bolero; pero si que, mientras bailaba, sus manos sobre mis hombros y su respiración rozándome y turbándome al girar, comencé a desear por vez primera en mi vida que el tiempo se detuviera, que el bolero no acabara nunca, que aquel hombre de voz grave, rubio y muy alto siguiera repitiendo una y mil veces, hasta la extenuación, aquella extraña oración: "Reloj, detén tu camino porque mi vida se apaga..." Pero acabó. El bolero se acabó igual que acaban siempre las canciones (para mí antes, incluso, de lo que podía esperar) y, cuando me quise dar cuenta, ella ya se había ido y yo estaba otra vez solo, parado como una sombra que hubiera olvidado andar.

                             La vida es a veces tan rápida como el vuelo de una gaviota.


     Aquella noche, ya digo, fue la primera vez en mi vida que sentí el paso del tiempo y la impotencia y la angustia de no poderlo parar. Desde entonces lo he sentido muchas veces (cada vez, por ejemplo, que escucho, como estas últimas noches filtrándose desde la casa de mi vecino, canciones de aquellos años o conozco a alguien que me recuerda sensaciones adolescentes), pero nunca como aquella noche de verano en la que descubrí que el tiempo corría y que se aceleraba justamente cuando uno más lo quería detener. Mis enamoramientos han sido muchos e intensos, pero casi todos han transcurrido lentamente y en silencio, como aquellas canciones "agarradas". Siempre he querido calladamente, sin llegar, salvo raras excepciones, a ver realizados los sueños e imaginaciones que yo pensaba, quizá ingenuamente, harían a mis enamoradas inmensamente felices. Aquello creo que fue determinante en el posterior desarrollo de mi personalidad. Viví casi siempre enamorado y aislado pero firmemente ilusionado. A veces me asaltaban pensamientos que me decían que pudimos haber sido muy dichosos, que poseía la fórmula mágica del amor que nos hubiera llevado volando a lugares maravillosos donde querernos sin prisa y sin descanso.

                                                        Miguel en la Sangre___1971
      Aquellos años inigualables pasaron de ser presente a ser recuerdos. Encontré una mujer encantadora que me resarció con creces de tantos amores utópicos de entonces y tuvimos dos hijos. Cuando  observo su adolescencia busco un agujero para ver la mía. Y claro, de ese absurdo delirio, supongo, me viene este trauma nostálgico, ese guardarme en aquellos años que me hacen un hombre al revés: No tengo carencias afectivas actuales debidas a mi adolescencia. Mi adolescencia es mi carencia afectiva actual.

Miguel Moreno González

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bonito, Miguel, como casi siempre y, a la vez, entrañable y evocador de esos años y de esos tiempos plagados de personas, escenarios y momentos que nos descubrieron qué podría ser la Felicidad y, de alguna manera, nos dejaron un poco huérfanos, vacíos y nostálgicos, como percibimos cuando miramos atrás.
Gracias, Miguel, por lo que he sentido "escuchando" estos boleros que suenan en boca de un amigo.
Un salad. Balta

Anónimo dijo...

como siempre un placer leer tus escritos. De algun modo todos los que somos de Cadalso hemos vivido esto. Deberias hacer como Antonia y escribir tus memorias.Un saludo desde Canarias, tambien para tu madre. Pili de Canarias.

Anónimo dijo...

Sólo decirte que la labor que haces con tu blog me parece sencillamente magnífica. Tratas todos los temas con suma delicadeza y amor a nuestro pueblo. Sin ir mas lejos el texto que le dedicas a "Zampillas" es una joya literaria, llena de afecto hacia él y, por ende, a todos los cadalseños de una época especialemnte difícil y complicada y que ellos supieron superar a fuerza de un tenaz trabajo y de gran solidaridad con los demás y siempre con el impulso latente de Cadalso. ¡Enhorabuena, Pedro!

Miguel.

Pedro Alfonso dijo...

Gracias por todo lo que conseguís con vuestros mensajes, que no es otra cosa que influir de forma muy positiva en mis deseos y anhelos por que el blog sea más interesante cada día y llegue a todos los amantes de Cadalso y de cualquier parte del mundo.

Un abrazo.
Pedro Zorro Corredero

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