En aquel entonces bebía los vientos -de forma idílica y platónica- por
una chica que me traía loquito,
aunque nunca llegué con ella a más de un baile. Sucedió una noche que ella
estaba en el baile de Cañardo y
enseguida comprendí que podía ser mi
noche. Sentí una alegría interior convulsionada por los golpes que producía en
el pecho mi desbocado corazón. Dejé situado en lugar estratégico el
"cubata" para volver por él en el caso, que yo intuía más que probable,
de fracaso estrepitoso. Resuelto y decidido fui a su encuentro, ya en aquellos
momentos no me importaba otra cosa del mundo que no fuese bailar con ella -y
eso que contaba con mi tradicional incapacidad para la danza-, pero todo era
secundario ante la posibilidad silenciosa de tenerla entre mis brazos.
Sobre el escenario, el
cantante del grupo abulense Titanes
entonaba, con su inconfundible voz ronca, un lento bolero que me pareció el más
hermoso de toda la historia de la música: "¿Bailas?" Ella, recuerdo
que estaba muy guapa con un vestido de hombreras que dejaba al descubierto unos
hombros de ensueño, me sonrió complacida y, tras dudar un instante, asintió con
un gesto y me cogió por los hombros como hacían las parejas de verdad en las
películas que veía en el cine Condestable
de Cadalso. No sé el tiempo que duró aquel bolero; pero si que, mientras
bailaba, sus manos sobre mis hombros y su respiración rozándome y turbándome al
girar, comencé a desear por vez primera en mi vida que el tiempo se detuviera,
que el bolero no acabara nunca, que aquel hombre de voz grave, rubio y muy alto
siguiera repitiendo una y mil veces, hasta la extenuación, aquella extraña
oración: "Reloj, detén tu camino porque mi vida se apaga..." Pero
acabó. El bolero se acabó igual que acaban siempre las canciones (para mí
antes, incluso, de lo que podía esperar) y, cuando me quise dar cuenta, ella ya
se había ido y yo estaba otra vez solo, parado como una sombra que hubiera
olvidado andar.
La vida es a veces tan rápida como el vuelo de una gaviota.
Aquella noche, ya digo, fue la primera vez en mi vida que sentí el paso del tiempo y la impotencia y la angustia de no poderlo parar. Desde entonces lo he sentido muchas veces (cada vez, por ejemplo, que escucho, como estas últimas noches filtrándose desde la casa de mi vecino, canciones de aquellos años o conozco a alguien que me recuerda sensaciones adolescentes), pero nunca como aquella noche de verano en la que descubrí que el tiempo corría y que se aceleraba justamente cuando uno más lo quería detener. Mis enamoramientos han sido muchos e intensos, pero casi todos han transcurrido lentamente y en silencio, como aquellas canciones "agarradas". Siempre he querido calladamente, sin llegar, salvo raras excepciones, a ver realizados los sueños e imaginaciones que yo pensaba, quizá ingenuamente, harían a mis enamoradas inmensamente felices. Aquello creo que fue determinante en el posterior desarrollo de mi personalidad. Viví casi siempre enamorado y aislado pero firmemente ilusionado. A veces me asaltaban pensamientos que me decían que pudimos haber sido muy dichosos, que poseía la fórmula mágica del amor que nos hubiera llevado volando a lugares maravillosos donde querernos sin prisa y sin descanso.
Aquellos años inigualables
pasaron de ser presente a ser recuerdos. Encontré una mujer encantadora que me
resarció con creces de tantos amores utópicos de entonces y tuvimos dos hijos.
Cuando observo su adolescencia busco un
agujero para ver la mía. Y
claro, de ese absurdo delirio, supongo, me viene este trauma nostálgico, ese
guardarme en aquellos años que me hacen un hombre al revés: No tengo carencias
afectivas actuales debidas a mi adolescencia. Mi adolescencia es mi carencia
afectiva actual.
Muy bonito, Miguel, como casi siempre y, a la vez, entrañable y evocador de esos años y de esos tiempos plagados de personas, escenarios y momentos que nos descubrieron qué podría ser la Felicidad y, de alguna manera, nos dejaron un poco huérfanos, vacíos y nostálgicos, como percibimos cuando miramos atrás.
ResponderEliminarGracias, Miguel, por lo que he sentido "escuchando" estos boleros que suenan en boca de un amigo.
Un salad. Balta
como siempre un placer leer tus escritos. De algun modo todos los que somos de Cadalso hemos vivido esto. Deberias hacer como Antonia y escribir tus memorias.Un saludo desde Canarias, tambien para tu madre. Pili de Canarias.
ResponderEliminarSólo decirte que la labor que haces con tu blog me parece sencillamente magnífica. Tratas todos los temas con suma delicadeza y amor a nuestro pueblo. Sin ir mas lejos el texto que le dedicas a "Zampillas" es una joya literaria, llena de afecto hacia él y, por ende, a todos los cadalseños de una época especialemnte difícil y complicada y que ellos supieron superar a fuerza de un tenaz trabajo y de gran solidaridad con los demás y siempre con el impulso latente de Cadalso. ¡Enhorabuena, Pedro!
ResponderEliminarMiguel.
Gracias por todo lo que conseguís con vuestros mensajes, que no es otra cosa que influir de forma muy positiva en mis deseos y anhelos por que el blog sea más interesante cada día y llegue a todos los amantes de Cadalso y de cualquier parte del mundo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pedro Zorro Corredero