Mulhacén Sierra Nevada.

Mulhacén Sierra Nevada.
Mulhacén, techo de la Península Ibérica

Museo de Montaña Zorro Corredero

Museo de Montaña Zorro Corredero
Museo de Montaña Zorro Corredero

sábado, 8 de octubre de 2022

Por el camino de las Erillas, testigo de otro tiempo. Cadalso de los Vidrios.

 Un poco antes del otoño 

Faltaban sólo unos días para la llegada del otoño, la tarde estaba algo nublada, y mis pasos se dirigieron a Las Erillas, hoy un terreno sin más y antaño un precioso y casi siempre verde prado, es lo que tiene este tiempo, que casi todo se pierde. Seguí hacia arriba por el camino de la Sierra observando el paisaje y todo lo que a mi paso iba apareciendo, poco para esta temporada después de un caluroso verano, pero nunca falta algo con lo que sorprenderte, unas uvas de garnacha, unas moras y poco más. Al final apareció el Valle del Tórtolas de amarillo pajizo por las altas temperaturas y nulas lluvias, pero si lo miramos con buenos ojos podremos ver su belleza, siempre la tiene. Cuando llegó la hora del regreso, se me fueron apareciendo viejas imágenes y personajes con los que aquí coincidí en otros tiempos, ellos ya no están pero el camino sigue aquí como testigo de otra época. Cadalso siempre tiene algo que ver, que disfrutar y que recordar. 




Zorro Corredero
Fotos: Archivo Fotográfico Pedro Alfonso



10 comentarios:

Anónimo dijo...

Como la vida misma son tus reportajes querido Zorro, llenos de palabras e imágenes que nos transportan al sentir de Cadalso y a un pasado añorado. Muchas gracias.

Carmen.

Pedro Alfonso dijo...

Debe ser la edad, pero la verdad es que me recompensan estos lugares y sus recuerdos.

Anónimo dijo...

Buen lustre tienen

Antonia Frontelo Morales

Anónimo dijo...

Buenos días Pedro muy Bonitas palabras

Aurora Ferrera Ruiz

Miguel Moreno González dijo...

Todo el campo cadalseño es hoy, fundamentalmente, nostalgia para los de nuestra generación. Recuerdo vívido de nuestros tiempos infantiles y juveniles. Cuando mi abuelo paterno me llevaba al campo, éste estaba lleno de paisanos haciéndole sus tareas. Habitaban entre el día más cadalseños en el campo que en el pueblo. Al anochecer, con todos ya presentes, Cadalso aparecía lleno de ambiente... A veces, como tú Pedro, pienso que cualquier tiempo pasado fue mejor... Gracias por hacernos sentir aquella época llena de vida y compañerismo.

Pedro Alfonso dijo...

Que nada volverá a ser como antes es vidente, el campo cadalseño desparece poco a poco, es lo que toca y nada se puede hacer, no hay continuidad por nosotros y mucho menos por nuestros hijos, así pues tendremos que tirar de nostalgia amigo Miguel. Un saludo

Anónimo dijo...

Buenas tardes Pedrito que buena pinta tienen las uvas negras lo que me gustan

Dolores Saez Canoyra

Anónimo dijo...

Buenas fotos Zorro, las moras casi se pueden coger y las uvas tambien

Mariano

Saturnino Caraballo Díaz dijo...

Si algún árbol se malogra
sobre el suelo del Parnaso,
y aclimatarse no logra
hago mío su fracaso.


Mancharse los pies de tierra,
y las manos con el barro,
en mí una verdad encierra
y el día a día lo aferra
para evitar mi desgarro.


LOS CENCERRONES DE LA PARRILLA

Después de la vendimia terminada
solíamos echar una jornada.
En las viñas buscando el cencerrón,
y de la mula llenando el serón.
Eran días hermosos y otoñales
con las hojas muriendo en los parrales.
Negreando lo que quedó en la vid
de estos campos gloriosos de Madrid.
Así era la vendimia del sin tierra
del que lucha en la vida y no se aterra.
Y aparta los abrojos del camino
variando los designios del destino.
Volvíamos a casa con la carga
armados con la lanza y con la adarga.
Del esplendor fulgente del racimo
que nos daba calor junto al arrimo.
Del leño incandescente de la lumbre,
y el porrón heredad de la costumbre.
Convertido en el mosto que hace al vino
fortalecer el ánimo cansino.
Según la sabia opinión de los viejos,
duchos en vinos jóvenes y añejos.
Legatarios de una secular ciencia,
la voz universal de la experiencia.
Y pisábamos la uva en una artesa
anclada y sustentada por la mesa.
Tosca bodega en el angosto hogar,
decimonónico ancestral lagar.
Luego aquel caldo iba a la tinajilla
calzada con las patas de una silla.
Permitiendo al tiempo hacer su labor,
dándole al mosto solera y sabor.
La abríamos la noche de difuntos
al amor del fuego asando castañas,
en mi casa los cuatro todos juntos
con mi padre contándonos hazañas.

Pedro Alfonso dijo...

Siempre es excelente, y cercana, tu poesía.

Muchas gracias.

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