(A Paloma, que comprendió esta apasionada afición mía. Somos como la vieja historia de la vida: una mujer y un hombre gastados por el amor de los años)
NUEVOS Y ANTIGUOS COMPAÑEROS EN LAS VENTAS
Después de 45 años abonado a la andanada 4 de Las Ventas, este año me
pasé como “jubilata” a la andanada 3.
Nuevos compañeros, la mayoría de mi condición. A algunos les cuesta llegar a
sus localidades, sentarse e incorporarse para abandonarlas. Son solidarios y se
ayudan generosos y comprensivos en esas lides que acaban siendo trabajosas.
Sólo hay una escalera junto a la puerta que accede a las filas. Están muy
empinadas y sin sujeción, salvo la que encuentran en los hombros, los brazos y
las manos de los que ya están acomodados. Avanzan despacio, sonríen y aplauden
mucho. Como estamos en sombra, las tardes frescas sienten frío: “Me estoy quedando destemplado, voy a
ponerme el jersey…” Visten bien y muy aseados. Reciben llamadas: “¿Llegaste bien?, ¿te tomaste la pastilla?
No bebas…” -“Todo en orden. Hoy me
encontré con Fernando y subimos juntos recordando la época de Jaime Ostos…”
Meditando
Es un paisaje el de la andanada 3 al que nunca había prestado atención.
Estoy en periodo de asentamiento y conocimiento de mi nuevo entorno. Cerca de
mí hay un señor que coge notas y hace comentarios críticos (intuyo que me
llevaré bien con él). A mi derecha toman asiento un padre y su hijo con Síndrome de Down que está muy pendiente
del ruedo, aplaude fuerte y saluda educado. El “apuntador” le gasta bromas que denotan cierta complicidad. Su
padre está callado y pendiente del chico que emite pequeños sonidos con su
garganta. Doblando el tercero, el joven, como el común de los espectadores,
come un pequeño bocata acompañado de una botellita de agua. El resto callan
recuerdos de amores, de cuitas, de vivencias juveniles y quizá también del
hambre de la postguerra…
Cuando arrastraban el cuarto, un vecino de Paracuellos del Jarama recordó
a su paisano el torero Paquito Muñoz.
Desconozco el origen de la conversación, puse atención ya iniciada: “…Tuvo buen cartel y toreó mucho a finales
de los años 40 y principios de los 50. Se retiró y luego volvió en 1962, pero ya
no era su tiempo y el público le olvidó. Aquello le afectó profundamente y se dejó
ir. Cayó en depresión y abandonó todo lo que hasta entonces había sido su vida.
Residía en la madrileña Plaza de la Lealtad, cerca de Neptuno. Un día de 1977
viajó a Toledo con su Renault-8 y vagó por sus calles triste, solitario y pensativo. Una mañana, sobre las 10:00h, se suicidó
arrojándose al Tajo desde el Puente de San Martín. Contaba 49 años, no asimiló
el olvido de la afición y la pena le descorazonó. Dejó una nota en su chaqueta para
que no acusaran a nadie: Perdonadme. Llamar a las autoridades.” Hubo
una reacción del chaval con Síndrome de Down que me emocionó (en los toros, si no es por una u
otra causa, suelo emocionarme con facilidad): “¿Pero porqué hizo eso? La vida hay que vivirla…” Silencio
conmovedor. Únicamente respondió el hombre que anota: “Uno nunca sabe lo que pasa por las cabezas de las personas…” El
chico insistió: “Pero suicidarse no está
bien. La vida es bonita…”
Se encienden las luces y parece que amanece al revés. Al arrastre del
quinto los músicos acometen virtuosos el precioso pasodoble “Agüero” (gran estoqueador bilbaíno que a resultas de las cornadas que le infirió
en Madrid el toro “Aceitero” en 1928, hubieron de amputarle ambas piernas.
Durante muchos años fue asesor de la plaza de toros de Bilbao. Para facilitar
su acceso a la Presidencia instalaron un ascensor y pusieron su nombre a la
calle aledaña por donde él subía). Suena primorosa la banda de Las Ventas.
Tienen un bonito y escogido repertorio que nos entretiene la tarde. Algunos compañeros
se marchan sigilosos y cabizbajos, uno de la delantera no consigue incorporarse
para salir de la localidad. El vecino le echa una mano. Agradecido le sonríe y
se despide: “Mañana más, si Dios quiere…”
Arriba, dos colegas ayudan a otro grandote a llegar a las escaleras: “Gracias Raúl y Salva, cada vez me cuesta
más trabajo moverme…”
En los años 80 tomábamos la mitad de las vacaciones en mayo y veníamos
del extranjero sólo para asistir a la feria de San Isidro (la otra mitad,
obviamente, las dejábamos para las Fiestas de Cadalso). Hoy, deambulando por
los pasillos, iba recordando a mis eternos compañeros de la andanada 4: “Cheli”, octogenario en 1977; mordaz, alegre
y ocurrente. Quedábamos antes y después de la corrida en los quioscos expendedores
de licores situados enfrente de la Puerta Grande. Me hablaba socarrón de la
vida y de “Joselito El Gallo”. Los
anocheceres se convertían en madrugadas. Al percatarse exclamaba feliz: “¡Otra noche más que nos quedamos
incomunicados por la nieve…!” Gildo,
septuagenario y sensible, sentía un fervor y un cariño sincero hacia servidor.
Cuando se cambió de la 4 a la 10, en ocasiones pasaba a saludarme. Me abrazaba y
recordábamos sonriendo las tardes que lidiaba Celestino Cuadri. Traía de casa una
botella de “Voska” y dos grandes de Fanta
naranja. Esas tardes disfrutábamos con ganas y nos contaba anécdotas de su afición
taurómaca. Alternó en los 60 con los empresarios de la plaza: D. Fernando Jardón
y D. Livinio Stuyck. Quería mucho a sus nietos y admiraba al maestro Paco
Camino. Guardaba las láminas taurinas del periódico La Razón para sus niños.
Una vez le regalé un periódico y una revista del ramo donde aparecieron unos
escrititos míos. Se sorprendió gratamente y me abrazó emocionado: “Siempre te he querido.” Volvió a
ratificármelo su viuda cuando llamé para darle el pésame: “Te apreciaba de verdad. Me hablaba mucho de ti…”
Oscar comentaba que no hay función más aburrida ni más sublime que una
corrida de toros. Su hermano, Héctor, me guardaba los programas de las corridas
en los que aparecieron unos escrititos míos sobre Rafael de Paula. Félix
llevaba unas tortillas de patatas exquisitas y ese día, para variar, casi
siempre llovía. Manuel, hombre cabal, médico de Higuera de las Dueñas (Avila), venía
desde allí cada tarde en moto; muchos paisanos cadalseños hacían lo propio en
coche desde Cadalso. Apostados a mi
derecha tenía a dos hermanos, no recuerdo sus nombres, que trabajaban en la
sucursal de Correos de la Plaza Eliptica. Blas y Adolfo renovaron mi entusiasmo
taurino con su advenimiento a la andanada 4. Domingo y su “gorrilla”, que a veces volaba con sus bromas… Los hermanos
aragoneses, Pilar y Jesús, pedían las orejas en francés: “¡Les oreilles, les oreilles!”, lo celebraban en la taberna “La Tienta”. Alicia llegó con su encanto
adolescente y escuchaba a Molés la retransmisión en la SER de los festejos. Después
trajo a sus hijos, Rodrigo y Bosco: “Niños,
no molestéis y comeros el bocata…” (yo hice lo propio con Miguel y Berta
años antes). Alicia se cambió también a la andanada 3: “Al menos, tendré charleta contigo”. Recuerdo que tuvimos de
acomodador al hermano del maestro “Antoñete”;
nos lo dijo “Malagón” que le conocía
de largo y le ofrecía vino de la bota. Muchas noches iba yo con Jose y Andrés a
los coloquios que impartían: Navalón, Molés, Carabias, Posada, Alejo, Matias
Prats (padre), Amorós, Laverón, Villán… en distintos establecimientos taurinos
con bar. Navalón me enseñaba a torear amaneciendo. Y luego… ¡a trabajar! Por
supuesto, resacoso…
Finaliza la corrida y quedan unas flores olvidadas por el ruedo. El
pasodoble “Suspiros de España” me hace
recordar una bella historia: “En una
reunión de españoles en Nueva York para celebrar la Nochebuena… De pronto se
escuchó un gramófono sonar. ¡Callad! Y un pasodoble se oyó que nos hizo
recordar. Oyendo esa música, allá en tierra extraña, ya nadie reía, ya todos
lloraban. Eran nuestros suspiros… Suspiros de España…” Conocí una persona
entrañable que invariablemente, al oírlo, se giraba para que no viéramos sus
lágrimas. ¡Qué buen himno de España hubiera sido!
La vida es como el discurrir por las andanadas de Las Ventas. Comienzas deprisa
y viviendo con euforia y pasión el toreo en la 4, acumulando experiencias y anécdotas.
Acabas en la 3 achacoso, nostálgico y melancólico; comprobando que andar e incorporarte
es casi un milagro. En el metro de Manuel Becerra reparo en un mensaje grabado
sobre la pared del vestíbulo: “Los años
se han pasado y se nos han pasado, pero mientras yo viva seguiréis viviendo
conmigo.” Otra vez resuenan en mi mente las palabras del chico de la
andanada 3: “La vida hay que vivirla. La
vida es bonita.” Mis noches bellas, las estrellas y la luz que puse en
ellas son para ti…
Miguel
MORENO GONZÁLEZ
9 comentarios:
Emocionante recordar esas tardes venteñas en la andanada del 4, a través de tus palabras. Yo empecé a ir con mi padre al tendido 8. De ahí me saqué el abono joven en la andanada que compartimos, cuanto tuve la edad para sacarlo. Y luego se convirtió en abono de temporada. Tardes y tardes de charlas, de verte protestar los toros con el mantel verde... Es lo que más me llamó la atención.
Recuerdos que quedan para siempre, y que siguen acumulándose ahora en la andanada 3. Amigo.
Precioso Miguel.. precioso... Y bonitas fotos...sobre todo con tu querida esposa Paloma.
José A. Álvarez G. de Guzmán
Otro gran escrito de los tuyos llenos de amor y cariños hacia los de más
Precioso Miguel. Que recuerdos llevas tan entrañables. Hoy estaré debajo, en la grada del 3.
A. Acuña
Bonitos recuerdos de aquellos que compartieron o comparten tus tardes de toros. Esta vez los protagonistas no estaban en el albero sino en las gradas formando parte entrañable de tus estancias en las Ventas.
Como siempre, ha sido un placer leerte.
Un abrazo, Maestro. Luis C. Trijueque
Madre mia. Qué historia más bonita sobre todo tus vivencias con los jubilados en la andanada . Y paloma guapísima con el escudo de la Muñana. Y el padre con ese hijo chapeau. María A. Hernández
Así sea...
Después de leer lo de este jueves es como si hubiera estado una temporada entera en cada andanada la del 3 y la del 4 cómo si conociera a los qué nombras y compartido emociones y desencantos con todos vosotros. Pepe Vázquez
Calle Mayor de Alcorcón,
circula el coche del riego.
Se enciende la habitación
iluminando el salón
del trabajo y del sosiego.
EL TORO DEL CRISTO DE LA SALUD
Corucha era natural,
de esta villa Margarita
que en su escrito solicita
justicia a carta cabal.
"Don Manuel Fernández Bravo
esposo de esta que firma,
confirmado ha y confirma
que sanó de cabo a rabo.
Aquejado era mi esposo
de onerosa enfermedad,
y el Cristo hizo caridad
y helo aquí lucio y lustroso.
Y al Cristo de la Salud,
del cual soy suma devota,
y quien compuso su jota
le expresé mi gratitud.
Por entonces le ofrecí
al Cristo correr un toro,
y así hasta mis arras de oro
al tabernero le di.
Mal halla los taberneros
y mal halla los justicias,
mal hallas sus avaricias
quedándose los dineros.
Seños marqués de Villena,
señor de estos señoríos
préndase a estos falsíos
y a galeras en cadena.
Nuestros dineros hurtaron,
la piel y carne del toro,
y como en tierras del moro
casi en cueros nos dejaron.
Pues estos dineros eran
para los pobres del pueblo,
y ahora andan sin amueblo
y al asilo si se operan".
De este tenor la misiva
al de Villena escribió,
Margarita y acabó
con el toro a la deriva.
Con la fiesta redentora
en Cenicientos al Cristo,
que acabó con Jesucristo
en rosario de la aurora.
Gracias en nombre de todos los que se fueron y en el mío propio. Aquellas tardes-noches alcanzaron las cotas inolvidables del cariño mutuo y de la alegría compartida.
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