LOS MENSAJES DE LUIS CARLOS RUIZ
TRIJUEQUE
Hay amistades que van creciendo dentro
de uno lentamente, aguardan pacientes a que un día brote su cosecha de forma pujante,
como florecían los frutos que mi padre cultivaba en su huerto. Primero trazaba con
maestría los surcos, como Velázquez dibujaba en sus lienzos la línea imaginaria
del horizonte de los cielos madrileños, luego cincelaba con su azadón los
canteros, como Juan Cristóbal esculpía sus esculturas en el Palacio de Cadalso.
Después ilusionado lo sembraba, lo cuidaba con mimo y lo regaba satisfecho. Cuando
aparecían las primeras plantas acariciaba con sus manos enormes las diminutas hojas.
Luego descansaba mirando melancólico su obra mientras oía en el transistor
“Suspiros de España". Y yo, inseguro y niño pobre
con pantalones remendados, lo miraba desde La Vía ensimismado escuchando a los jilgueros
que se columpiaban sobre los chopos del arroyo Tórtolas. Y perplejo, no
comprendía nada. Todo lo entendí cuando el huerto y mi padre dejaron de dar
frutos. Aquello fue como guardar dos cachos de pan en el recuerdo.
Admirado Luis: Cada compañero que se
jubila deja de ofrecerme sus preciados frutos y me quedo solo, aislado, abandonado
a mi incierta suerte. Soy un misántropo, huyo de ciertos humanos que me hieren inmisericordes
y voy acumulando vida y experiencias, a la par que voy perdiendo amistades
cercanas y buenas. Las despedidas no compensan los vacíos que dejan los amigos.
Y me duelen todas las penas juntas según voy al trabajo y miro desde el autobús
como amanece un nuevo día, mientras no acierto a mitigar tanto desamparo. ¡Pasa
todo tan rápido!
Una
tarde veraniega paseaba con Paloma por la playa del Bajondillo de Torremolinos.
Había gente bañándose relajada, otros andaban
por la orilla o tomaban el sol, quizá eran felices. Observamos a parejas de
enamorados tendidos en toallas cerca del Chiringuito Bananas, que posee unos
ventanales que cierran en invierno para ver caer la lluvia sobre el agua,
chavales en piragua vimos remando sincronizados y niños en cuclillas que construían
en el aire, con una pala y un rastrillo de plástico, los castillos de su futuro.
Entonces sentí algo aquí dentro -me pasa muchas veces- y quise transmitirlo.
Agarré el móvil y mandé
un mensaje contándoselo a mis íntimos. Acaso implorando comprensión. Algunos
–pocos- me respondieron, los más no dijeron nada. Corren tiempos que abrigan el
bolsillo y enfrían la comunicación. Luis Carlos Ruiz Trijueque siempre me
contesta. Y lo hace con unos textos preciosos, plenos de sapiencia literaria, noble
ternura y conmovedora sensibilidad. Sus respuestas las espero anhelante y sobrecogen
mi ánimo al leerlas porque me trasladan a mi lugar favorito: Ese huerto perdido
que alberga la nostalgia de mi pequeña vida. Luis me genera la ilusión de tener
un nuevo pensil fértil donde plantar las vivencias de mi presente de indicativo
con la esperanza de recolectarlas mejoradas en mi futuro imperfecto. Los
niños-adultos es lo que tenemos: Que siempre queremos más amistad. Y él, que
posee mirada dulce de infante y sabiduría de adulto, lo sabe muy bien.
Llegó el otoño que me hace más
pensativo y más viejo. La lluvia caía perezosa sobre el agua, la arena, mi adolescencia
y sobre los árboles del Paseo Marítimo que semejaban llorar. En un rincón, unas
piedras relucientes desprendían un olor fresco a salitre, a naufragio y a orfandad.
Flotaban sobre Torremolinos y el mar cercano, y también más allá, sobre los
montes lejanos de Cadalso, esas desconsoladas nubes del recuerdo que matan melancólicas
el olvido. No quedaba nadie en la playa. Nada perturbaba aquel silencio sonoro
del mar que acrecentaba la desolada belleza del momento. Entonces emergió sigilosa
detrás del Chiringuito Bananas, la silueta de nuestro compañero Luis Carlos.
Caminaba despacio y emocionado. La lluvia se confundía con sus lágrimas. Venía a abrazarnos y a beber con nosotros el alegre néctar de la amistad.
Miguel Moreno González
5 comentarios:
Preciosa foto la de los serones con las patatas, quienes lo hemos vivido sabemos lo habitual que era todo eso en Cadalso. No hace tanto y sin embargo parece de un mundo lejano y extraño.
Cadalseña.
Enhorabuena por este gran articulo dedicado a tu compañero. La foto de las patatas es muy buena y toda una tradición cadalseña.
Mariano
Muchas gracias Mariano. Tú siempre tan atento y cordial. Me gustaría saber quien eres...
Un fuerte abrazo junto a mi agradecimiento.
Miguel, con los compañeros que alcanzan esa meta anhelada e incierta, cuando pasan al edén de los justos.. pienso sinceramente que no pierdes nada.. Son broches de oro para los resúmenes de vuestra amistad que imagino almacenarás en el estante de tus obras entrañables. Tu mundo sigue igual de fecundo, enriquecido además por estas gratas experiencias.
Un abrazo.
Como te entregas Miguel con lo que te emociona
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