Mulhacén Sierra Nevada.

Mulhacén Sierra Nevada.
Mulhacén, techo de la Península Ibérica

Museo de Montaña Zorro Corredero

Museo de Montaña Zorro Corredero
Museo de Montaña Zorro Corredero

martes, 11 de agosto de 2015

LAGRIMAS DE LLUVIA EN TORREMOLINOS





(A Manuel Reyes Elena y a su Simca rojo: Madrid-Torremolinos-Madrid)
LAGRIMAS DE LLUVIA EN TORREMOLINOS
 
El tres de julio es noche de luna llena. Estamos en la playa y anochece como sin querer, remoloneando. Tomamos unas cervezas en el encantador chiringuito Bananas. Está situado en el paseo marítimo de Torremolinos, justo en la curva que separa la playa de "El Bajondillo" de la de "La Carihuela". Mis santos lugares, dice Balta en Radio Cadalso que son para mí. Descansamos en dos sillas y una mesa pequeña de mimbre colocadas frente al mar mientras suena acariciante "La Conquista del Paraiso", de Vangelis.




Un camarero joven y amable responde solícito a nuestras preguntas de cómo se pasa el invierno aquí, en este quiosco. Con una mueca sonriente nos cuenta que cuando llueve es muy bonito ver caer el agua a través de los ventanales correderos de mimbre acompañado por alguien querido. Frente al cabo de tierra colindante que se adentra en el mar, cada julio pasean en barca a la Virgen del Carmen los marineros del barrio de La Carihuela, aún faltan unas jornadas para la festividad. 



Hoy, como cada día, de hito en hito, se dejan ver los aviones que despegan o aterrizan en el cercano aeropuerto de Málaga. Bajo sus alas tintinean esas lucecitas moradas que tienen un no se qué de atracción misteriosa. Vuelo con ellos a ignotos lugares que siempre me empeño en imaginar. 


La gente va y viene y sobre unas rocas observamos a unos pacientes pescadores tirar sus cañas mientras sueñan con pescar peces nocturnos de colores. "La Roca" y "La Roca Chica" llaman a este sitio. Lo conozco muy bien. Hace cien años pasé un mes de agosto aquí entre suecas, amores y más tarde penas. Se hace tarde. Nos levantamos cediendo nuestro lugar a unos ingleses que agradecidos sonríen y nos dan las "¡gracias!" en un precario castellano. 

Caminamos unos metros hasta unas escaleras (Camino de la Playa) que aparecen custodiadas por una fuente -de la que beben los corredores- y por una puerta de hierro -de la que  pende un cartel que anuncia que se cierra a medianoche hasta las ocho de la mañana-. Casi todas las noches Paloma y servidor subimos por ellas hasta la calle Danza Invisible (así llamada en honor del conjunto musical de Torremolinos del mismo nombre). Esta calle acaba en la plaza de La Nogalera y en sus bajos, en un barcito pequeño que es una institución desde que Paris ardió en 1968 -"Pourquoi Pas?"-, tomamos la penúltima escuchando Sin ti no soy nada, de Amaral. Y sí, nos miramos sin decir nada.
En un rellano de ese "Camino de escaleras a la Playa" han aprovechado para hacer una terraza que sirve de mirador, con su catalejo y todo. Miramos desde allí el mar y escuchamos el murmullo de las olas que mansas van a deshacerse sobre la playa sembrada de hamacas azules que reposan junto a unas palmeras altas y recias. Reparo en la luna llena que arriba, en lo alto de la noche, se hace presente enseñoreándose de todo el paisaje e iluminando las sombras del mar. 

Caprichosa, su luz dibuja sobre las aguas un sendero blanco perfectamente visible que llega hasta la arena. "Mira niña como cantan en las noches de luna llena las sirenitas del mar. Van rilando por el camino de la luna a encontrarse con sus enamorados en alta mar". Nos contó un viejo pescador que esa nana, del trovador zamorano Joaquín Díaz, se la cantaba su mujer a sus hijas cuando Torremolinos sólo era un pueblecito de pescadores y poco más.
Lindando con La Torre de la Roca aparece pulcro y sin sauces el cementerio de Torremolinos del que Luis Cernuda escribió con propiedad: “Huerto parecería, si no fuese / por las losas, posadas en la hierba”. En un recoveco, descubro una humilde sepultura sin rastro de imagen religiosa alguna. La lápida que la preside posee unos azulejos azules verdosos que semejan el color del mar. Sobre ellos figura una inscripción: "He visto cosas que los humanos ni se imaginan: naves de ataque incendiándose más allá de Orión. He visto rayos centellando en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo... como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir". Lágrimas en la lluvia, es el conmovedor monólogo final del replicante Roy Batty en la película Blade Runner. Buen tipo debió ser en vida el morador de la tumba.
Una mañana con olor a salitre nos despierta la armónica de un afilador recorriendo las calles llenas de gentes, coches y ruidos. Parece que la acariciante melodía llega desde "Pueblo Blanco". Siendo niño los oía y veía pasar por las silenciosas y humildes calles de Cadalso. ¡Pobres! Los había olvidado… ¿Qué harán hoy aquí? La vida, afortunadamente, sigue guardando estos maravillosos contrastes entre opulencia y sencillez que me llenan de ternura. 
En la plaza Costa del Sol, esa que aparece en las inolvidables películas del "Landismo", está nuestro apartamentito que tiene una terraza pequeña donde nos sentamos de madrugada a hablar, recordar y contemplar la mar mientras nos acaricia la brisa marina. 



 Discoteca Piper's____1975


Algunas noches me emociono rememorando la primera vez (1975) que fui a la Discoteca Pipers. Ahora (2015) aparece enfrente de nosotros ya abandonada, sólo conserva de su esplendor pasado la puerta mugrienta coronada por una capota grisácea y deprimente. Aquella primera vez pensaba que me bebería con ansia el mundo de un trago. Ahora me va bebiendo poco a poco él a mí. Es la metáfora de la vida. 

 Esta vida que me bebe como lágrimas de lluvia...


                                   Miguel MORENO GONZÁLEZ

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias por acordarte de Blade Runner; película rara, extraña pero que me dejó un regusto emocionante. Y sobre todo, gracias por recordar al maestro Joaquín Diaz. Increíble su labor de recopilación y difusión del Folclore de nuestra CASTILLA. Mil veces he oído sus romances y mil veces los seguiré oyendo en su voz fresca y clara. Salud.
Sego

rafael dijo...

Recordar es vivir, Miguel.. y bien lo sabes.. Qué diferencia hay entre lo saboreado hace unos minutos, cuando la sensación ya se ha disipado, y lo experimentado hace 40 años.. Para el cerebro, que es el que vive, ninguna.. Somos pasado, e ilusión por el acontecer de las próximas horas.. Nada más. Tu relato me ha hecho "vivir" momentos álgidos disfrutados en aquella tierra, y aquel mar, de promisión. Un abrazo.
Rafael

12 agosto 2015

Anónimo dijo...

Me gustan estas cosas que llaman a la reflexión, al acercamiento, cuando todo alrededor son enfrentamientos.

"Sin ti no soy nada,
una gota de lluvia mojando mi cara
mi mundo es pequeño y mi corazón pedacitos de hielo
solía pensar que el amor no es real,
una ilusión que siempre se acaba
y ahora sin ti no soy nada
sin ti niña mala,
sin ti niña triste
que abraza su almohada
tirada en la cama,
mirando la tele y no viendo nada
amar por amar y romper a llorar
en lo más cierto y profundo del alma,
sin ti no soy nada
los días que pasan,
las luces del alba,
mi alma, mi cuerpo, mi voz, no sirven de nada
porque yo sin ti no soy nada
sin ti no soy nada
sin ti no soy nada
me siento tan rara,
las noches de juerga se vuelven amargas
me río sin ganas con una sonrisa pintada en la cara
soy sólo un actor que olvidó su guión,
al fin y al cabo son sólo palabras que no dicen nada
los días que pasan,
las luces del alba,
mi alma, mi cuerpo, mi voz, no sirven de nada
qué no daría yo por tener tu mirada,
por ser como siempre los dos
mientras todo cambia
porque yo sin ti no soy nada
sin ti no soy nada."
Luisa

Anónimo dijo...

Miguel, tus recuerdos "huelen a verano". Gracias por describirlos de manera tan vívida que parece que somos espectadores presenciales.

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