El Coto, una viña a la vera de los Cantos de la Horca
El Coto con el fondo del Cerro Casillas
Hoy también es día de vendimia, el cielo aparece algo más nublado que ayer, pero las ganas son muchas y rápido comenzamos a cortar los racimos de uva garnacha de la viña de El Coto, ese lugar a la vera de los Cantos de la Horca.
Para llegar a esta viña tenemos que descender la cuesta de Tórtolas, esa cuesta hoy más humanizada gracias al arreglo de la carretera y que en el pasado era todo un espectáculo de idas y venidas de gentes, caballerías y carros, tanto era el trasiego de acarreos en vendimias, que en el asfalto de la subida se creaba un rastro de mosto hasta la misma cooperativa.
Las uvas de garnacha se acumulan en el capacho.
Por aquellos años, hablo más o menos de mediados de los sesenta y primeros
de los setenta, los acarreos se realizaban en banastas, las gentes de Casillas,
es decir los casillanos, eran los proveedores de este tipo de cestos
construidos con listas de madera delgadas de castaño que se entretejían entre
si. En mi pequeño museo etnológico de Cadalso, aún conservo unas cuantas
de estas banastas, todo un tesoro hoy en día.
Decir que no existían otro tipo de recipientes para el transporte si
exceptuamos los bidones, que ya por entonces eran de chapa, anteriormente
habían sido de mimbre, y que se solían transportar en camiones hasta la
cooperativa, una vez sacados hasta la carretera o el carril con la narria
tirada por la mula o el macho. Pero aunque este forma de llevar la uva a la
cooperativa ya existía, era poco común y mucho más normal hacerlo a lomos de
las caballerías.
Tampoco estos cubos utilizados hoy en día eran usados para recolectar la uva, lo normal eran cestas de arroba construidas con mimbre, cestas que pesaban como muertos cuando se mojaban, y por entonces siempre se mojaban debido a la lluvia.
La zona de El Coto-Cantos de la Horca tiene siempre un fondo de gran belleza, es el que nos proporciona las cuerda de los cerros Casillas y Guisando, siempre centinelas del lugar.
No tardamos mucho en recoger unos pocos capachos, ahora es el turno de Tomás que abandonando por unos minutos su vendimia, nos ayuda a sacar los capachos hasta el camino donde los cargaremos para subir a la cooperativa.
La viña de Tomás nada tiene que ver con la mía, limpieza, color y unos abundantes racimos que cuelgan de cada cepa hacen que me de un poco de envidia. "Y eso que se los comen los ciervos, ya no sé que hacer, al final voy a tener que poner una valla. Vienen de por ahí de la Granjilla y no veas el destrozo que hacen.
Hemos cargado los capachos y antes de echar los dos últimos Tomas nos hace una foto. Decir que esas uvas blancas de chelva no irán a la cooperativa, están reservadas para ser colgadas y así poder disfrutar de se dulce sabor en los meses de invierno, pero esto ya lo contaré otro día.
Y de esta manera un año más se termina la vendimia de El Coto, ahora más tranquila y aburrida que en otros tiempos y desde luego mucho menos abundante en uvas.
Mañana: La Media Legua, una viña cargada de recuerdos.
Zorro Corredero
Fotos: Archivo Fotográfico Pedro Alfonso
3 comentarios:
Bonito reportaje sobre la vendimia.
Mariano
Muchas gracias Mariano.
Un saludo
Pedro
Vaya presentación guapa
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