Mulhacén Sierra Nevada.

Mulhacén Sierra Nevada.
Mulhacén, techo de la Península Ibérica

Museo de Montaña Zorro Corredero

Museo de Montaña Zorro Corredero
Museo de Montaña Zorro Corredero

miércoles, 19 de octubre de 2011

La portalera del Valle



La portalera del Valle. Una historia de otro tiempo


Portalera. El localismo “portalera” no existe en el Diccionario de la RAE, pero siempre se ha usado en Cadalso y alrededores para definir al lugar donde se encierra el ganado. En ocasiones esta portalera tenía unida una casa donde dormían y habitaban los pastores.



El viejo autocar de Daniel serpenteaba por las curvas que unen las Rozas y Cadalso, antes habíamos pasado por Santa María y Sotillo donde cada día llegábamos desde San Martín para dejar a los alumnos del instituto, luego regresábamos por el mismo sitio y tomábamos la preciosa carreterita que desde la 501 llegaba a Rozas y que por aquellos tiempos lucía frondosa con sus enormes castaños que tapaban la carretera y parecía que entráramos en un túnel natural. Años más tarde un incendio producido en agosto destruyó este entorno y con él los centenarios castaños que cubrían la carretera.


Cada día cuando ya la tarde sucumbía a favor de la oscura noche me llamaba mucho la atención las luces de Navahondilla, creo recordar que eran 28 las lucecitas que brillaban en el pequeño pueblo que se hundía en el valle visto desde la subida a Rozas.

Luego atravesábamos Rozas y una vez que se bajaban los que allí vivían, el pequeño autocar seguía su ruta camino de Cadalso y Cenicientos, y era en ese momento cuando tomando las curvas cercanas a la fuente del Chorrillo, cuando mis vista y mi mente se detenían de nuevo en otra imagen viva que acontecía cada día en el fondo del valle del Tórtolas.


Allí abajo cada día se producía una estampa bucólica que me llenaba de paz y admiración al observar por la ventanilla, y desde el calor de mi asiento, un gran rebaño de ovejas, que conducido por expertos y abnegados pastores se encaminaban a la portalera del Valle. Apenas eran unos pequeños puntos en la lejanía, pero se distinguían perfectamente las innumerables ovejas que componían el rebaño y los pastores que controlaban ese lento caminar acuciado por los perros camino de la portalera.


Así cada día, durante todo el año incluido domingos y fiestas, que las ovejas no saben de libranza, y comer necesitan todos los días del año.


Pasaron los años y yo dejé de transitar aquellos caminos de estudiante, los pastores siguieron con su labor diaria y la vida puso muchos años de por medio, tantos que la portalera y las ovejas del Valle desaparecieron del paisaje, y poco a poco la vieja y querida portalera se fue hundiendo y llenando de maleza, que al fin es naturaleza, quedando así integrada en una estampa de nostalgia y olvido hasta nuestros días.


En mayo de 2010 visite la portalera accediendo desde el pequeño pantano de Tórtolas, atravesé las tierras del Valle por donde siempre pastaron las ovejas y soñaron los pastores, y llegue junto a la entrada donde las paredes se vienen abajo y los tejados hundidos dan una imagen de abandono y tristeza.


Recorrí los lugares donde vivieron, comieron y durmieron hombres y animales cada día, cada noche, y soñé la vida de aquellos pastores junto al fuego de la chimenea, con sus mastines prestos a la defensa de aquellos lobos que por entonces descendían de la Sierra, observe los viejos colchones y algún puchero tirado por el suelo, sentí el calor humano de aquellos hombres, sus conversaciones sobre pastos y partos, sus pesares por la vida y el duro trabajo, noté el calor y el frío de las estaciones, escuche el viento soplar fuera y la respiración de los pastores en las largas noches de invierno, y me empapé de vida y de recuerdos a través del contacto con el lugar, y como siempre me suele pasar en estos casos mi espíritu y mi mente se llenaron de paz y de nostalgia.


Hoy, cuando todo es tan diferente, y la vida ha cambiado tanto y a mejor, el recuerdo de aquellos hombres es digno de reconocimiento, y es por esto que quiero dedicar este post a esos pastores que durante tantos años vivieron por y para sus rebaños, sin importarles su propia vida, ya que de alguna manera aquellos rebaños eran parte importante de ella y a la vez sustento de sus familias en unos años donde la existencia no era tan fácil como ahora.




Zorro Corredero

Fotos: Archivo Fotográfico Pedro Alfonso

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Pedro: Tienes entradas, como ésta, que son como una caricia que le acompañan a uno todo el día al ritmo de la melancolía.
Miguel Moreno Glez.

Anónimo dijo...

Preciosa historia que nos hablanda el corazón.

Inés

Anónimo dijo...

un perfecto viaje hacia la adolescencia.Por cierto,tal y como estan las cosas,no descarto la vuelta al campo y al ganado.Paquitopirata.

Anónimo dijo...

Perdonar si interrumpo este articulo.., Zorro...pasate a hacer unas fotos al campo de futbol de cadalso...para que veas lo abandonado que stá....lo poco que se ocupan nuestros politicos.(con lo facil que seria tenerlo limpio por lo menois>)..y la envidia que da ver los campos de pueblos vecinos..como Vilamnatilla, Villamanta, Cenicientos , Rozas, San Martin...navas...Chapineria..etec..etc....ninguno tiene la "mierda" que el nuestro...ahy!!! si tendrias un verdadero articulo.....perdonad de nuevo.Un saludo de un admirador de tu blog...y ..."transparencia" ..si es uqe la hay de Cadalso..

Anónimo dijo...

Eso debes exponerlo en el blog del futbol que tiene el Peke.

Anónimo dijo...

Muy buen relato que te atrapa en el tiempo y en la vida.

Una cadalseña

Saturnino Caraballo Díaz dijo...

EN CORREDERA UN TRINQUETE

En Corredera un trinquete
del juego de la pelota,
en una etapa remota
para el joven mozalbete.
A la mano se somete
ya con dureza de pino,
y cosario por destino
de un joven de Cenicientos,
y arriero con los jumentos
y es mi abuelo Saturnino.

Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho

Saturnino Caraballo Díaz dijo...

EL RELOJ BIOLÓGICO DEL ARRIERO
A la memoria de mi abuelo Saturnino,
que fue arriero toda su vida.

Reloj la casa no tiene
ni se sabe su manejo,
pero el ancestro contiene
el saber de un tiempo viejo.

Aunque duerma como un leño
se despierta a cualquier hora,
siempre terne en el empeño
de sorprender a la aurora.

Y el reloj de su cabeza
acudiendo a su demanda
le despierta con presteza
a la hora que él le manda.

Sean las dos, o las tres
va el arriero y a la mula,
la apareja sin traspiés
la palmea y la estimula.

El pesebre ya sin pienso
y sin agua en el caldero
sin reyes y sin incienso
le encamina volandero.

La noche es oscura y turbia,
sin estrellas y con lodo,
con un frío que la enturbia
a la vuelta de un recodo.

Los costales de la carga
a los que tapa la lona,
viajan en la noche larga
alejados de la zona.

Sobre los hombros la manta
y bien calada la gorra,
y la noche negra imanta
y acompasa su modorra.

La mula resopla y vela
y sabe bien el camino
y mi fantasía vuela,
¿y si sabe su destino?

Que su destino no es otro
que del hombre ser soporte,
nacida de un padre potro
y jamás tener su porte.

En un cruce de caminos
la casa de "La Morena",
duermen ganados bovinos
y un cencerro dentro suena.

Una recua allí ya espera
y de cigarros las luces
en la inmensa portalera
de sombras y de reluces.

Era la cita obligada
de los coruchos arrieros
y el comienzo de jornada
de su vida y sus senderos.

Ejercían de cosarios
y porteaban de todo,
y veían escenarios
que contaban a su modo.

Dormían amontonados
en el suelo de las ventas
por caminos despoblados
nuestras gentes cenicientas.

Y recorrieron España
cruzada de parte a parte,
viendo tierras de espadaña
y los muestrarios de su arte.

Y ellos a su vez llevaron
en las alas de los vientos,
y nunca lo escatimaron,
el nombre de Cenicientos.

Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho



Saturnino Caraballo Díaz dijo...

PANIGEBRE Y EL GUARRO DE LA VEZ
Costumbres decimonónicas de Cenicientos
con sus porqueros infantiles.

Confluyendo en enclave de caminos
lo acaparan los soles y las brisas
donde flotan airosas las camisas,
de agujas forestales de los pinos.

Por siglos allí hozaron los gorrinos,
que calmosos gruñían y sin prisas
comían sin señales ni divisas
al cargo de porqueros de cochinos.

Con los guarros formaban un rebaño
del angosto cubículo en las casas,
que en Panigebre ultimaba su crianza.

De un ciclo repetido año tras año
socarrado después entre las brasas
festivas del día de la matanza.

Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho

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