En memoria de JOSÉ NAVARRO ROJAS, "CANENE"

JOSÉ NAVARRO ROJAS "CANENE"

Uno acaba recordando a la gente por algo grande que haya hecho a lo largo de su vida o por cosas pequeñas y entrañables como una mirada cómplice, un saludo tímido o un lugar donde un día le viste apacible y pensativo. Todos los años me encontraba a José "Canene" en los Coloquios Taurinos que organiza la Asociación Taurina Cultural, "Cadalso", las tardes sabatinas de noviembre en el Hogar del Jubilado. Al finalizar los mismos, se situaba el fondo de la barra y callado se bebía un vinito. Yo le observaba con complacencia pero nunca le dije nada, quizá fuese por mi rara timidez. Yo recordaba entonces que su mujer es prima hermana de mi madre. Y tanto su familia como la nuestra nacimos todos en San Antón. Y eso, amigo, imprime carácter y jamás se olvida. San Antón fue siempre el ejemplo a seguir por la mucha gente de bien cadalseña.

 Ocho hijos sacaron adelante con la dignidad, el orgullo y el esfuerzo de su trabajo. El abuelo materno de sus hijos, el tío Cano, era hermano de mi abuela materna, Luisa. Y yo le he comentado a su hijo Salva, que a lo mejor la gente no me creerá, pero eran las dos personas que tenían la bondad más hermosa reflejada en su mirada y en su sonrisa. Todos nos seguimos llamando primos. ¿Qué otra cosa podemos llamarnos quienes hemos compartido el hambre enSan Antón?

Por San Isidro, Salva llevó a su padre a ver una corrida de rejones a Las Ventas. Comieron en los aledaños de la plaza el "plato del día". Y luego, cuando subían las escaleras del tendido, Salva, sin darse cuenta, le dejaba atrás. Y compungido bajaba raudo a buscarle. Un día del último verano, me lo contó según íbamos con nuestras bicicletas: "Primo, no me percataba de que él caminaba muy despacio". Y yo le respondí cuando pasábamos por la entrada a "Navarredonda": "Es que él antes iba muy rápido para educaros y daros de comer a todos, Ahora que ya lo ha hecho, ya no tiene tanta prisa".  

Se nos está yendo una generación humana admirable. Sufrieron una guerra demencial (como todas las guerras) y ellos nos fueron devolviendo cada anochecida, según los veíamos regresar de sus trabajos, la esperanza en un futuro mejor. Y uno siente mucha tristeza cuando se acuerda de aquellos versos de Miguel Hernández: "Adios compañeros, hermanos, amigos... despedirme del sol y de los trigales. Tanto penar para morirse uno..."

Miguel Moreno González