LECTURAS
PARA UN VIRUS SIN CORONA. PAISAJE CADALSEÑO INOLVIDABLE
(A
Miguel Delibes que me descubrió paisajes, interiores y exteriores, inmortales)
Una cosa son los libros y
otra la vida. Uno en la escuela no aprende a mirar. En cambio mi padre sí me
enseñó a mirar, que hay cosas que uno tiene delante de las narices y, por lo
que sea, no las ve. Por él supe que nuestro pueblo era hermoso, que ojeando
desde lo alto de la Peña Muñana veíamos los tejados de Cadalso y, alrededor,
los grupos de pinos. Y abajo, en el valle, el arroyo Tórtolas espejeando,
acompañado por dos filas de chopos empinándose a sus flancos. Y arriba, en
Rozas, los cerros llenos de castaños. Y, a su izquierda, según mirábamos de
frente, Lancharrasa donde van a cazar los cadalseños el día de La Caza de Devotos,
por Carnaval.
Valle del Tórtolas
Luego, tal que a mano
derecha, entre la arboleda del monte, estaba una pequeña y solitaria casa de
piedra. Y, en el centro de todo, la iglesia majestuosa y, por encima de ella,
las tapias del campo santo, las que desmontamos el día de la cantea grande los
chicos de “San Antón-La Plazolilla” contra los de “La Plaza-La Corredera”. Y,
dentro del cementerio, asomaban irguiéndose hacia el cielo, tres cipreses
verdes que acompañan a nuestros paisanos y que si soplaba el cierzo se
cimbreaban tristes como juncos. Y, si girábamos sobre nosotros mismos, veíamos
El Valle de las Culebras y El Venero, ceñido todo por retamas, jaras y pinos
enormes. Llegado a este punto yo me sentía flotar e imaginaba que me lanzaba al
vacío para sobrevolar feliz, junto a entrañables pájaros de plumas y metales,
ese paraje fascinante.
Según me mostraba todo aquello él me hablaba y me
animaba -o se animaba él-, diciéndome que en el fondo la vida siempre te
ofrece motivos para
vivirla y admirarla
y que por
eso –explicaba- pronto volvería la intensidad de la existencia de la
mano de la primavera y se nos renovarían un montón de historias que creíamos
perdidas u olvidadas. Después el bochornoso calor del verano nos obsequiaría
con esas tardes en las que siempre acababa naciendo un nuevo amor. Más tarde el
tenue sol otoñal se reflejaría sobre las doradas hojas que nos aguardarán
rilando en el suelo, como si se hubieran desprendido de nuestras almas. Y por
fin, de nuevo, el invierno arroparía nuestras euforias con su manto de realidad
sobrecogedora.
Entonces, una vez más,
volveríamos a acordarnos de aquéllos que le dan a nuestra vida comprensión y
cariño mientras dialogamos y tomamos alguna
determinación cualquier atardecida de este ciclo mágico y desolado que es
la vida. Yo aprendí estas cosas gracias a mi padre, y lo podéis creer o no que
sois muy libres, pero ahora, sólo de verlo yo me siento como otro, hay días a
saber por qué, que hasta me vienen las ganas de llorar y todo.
Fotos: Archivo Fotográfico Pedro Alfonso
11 comentarios:
Bonito es CADALSO ♥♥♥
Aurora Ferrera Ruiz
Precioso escrito y preciosas fotos.
Mariano
Precioso mi pueblo
Pilar Lopez Navarro
Lo de las culebras me da yuyo
Aurora Ferrera Ruiz
El amor no es débil, es poderoso. Amor a tu pueblo y a tu padre que te enseñó a amarlo.
Te pasas la vida viviendo en el pueblo y no te das cuenta de lo bonito que es hasta que alguien como tu no te lo describe en algún escrito.
Emocionante escrito de este Jueves, sobre todo lo que muchas veces, los cadalseños, no vemos, pero como tú bien dices, tenemos que tener a alguien que nos enseñe a mirar y admirar lo que nos rodea. ��
Luis M. González
Precioso relato Miguel,ahh tu padre decía la verdad Cadalso es grande y precioso un abrazo 😘
Maria Antonia Hernández
Gracias a todos por tan sentidos comentarios sobre nuestro pueblo.
El pueblo más bonito de la provincia de Madrid
Magdalena Martín Moreno
Uno se observa y cree verse. El otro mira y cree adivinar y opina. En el centro o media debe estar la verdad. Su padre observaba y sabia comunicar y Ud. lo ha sabido guardar en su corazon y trasmitirlo.
Julia
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