Invierno en la Sierra de Guadarrama

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La Pinareja en invierno.

Museo de Montaña Zorro Corredero

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jueves, 30 de enero de 2025

TRES MITOS RENACENTISTAS QUE NUNCA GANARON EL TROFEO TAURINO DE CADALSO: JOSÉ, JUAN Y RAFAEL, por Miguel Moreno.

(Al torero cadalseño Roberto Cordero González: por sus triunfos, por su sangre y por su ilusión) 

TRES MITOS RENACENTISTAS QUE NUNCA GANARON EL TROFEO TAURINO DE CADALSO: JOSÉ, JUAN Y RAFAEL 

Joselito y Belmente

Refieren los libros que el toreo comenzó a atisbar la lentitud y el dominio actual gracias a Belmonte y Joselito. De José cuentan que era un estudioso del toro y, por ende, del toreo en general. Buscaba la perfección en la lidia, el dominio absoluto de las reses. Para ello fue adquiriendo una técnica colosal que le hacía someter a los bureles por difíciles y complicados que éstos fueran. Pero los humanos somos demasiado frágiles. El rey triste de los toreros tuvo un descuido que le costó la vida contando tan solo con 25 años en la plaza de toros de Talavera de la Reina (Toledo), el 16 de mayo de 1920 (jornada establecida como Día Internacional de la Tauromaquia en 2024). Su cuadrilla lamentó su orfandad amargamente: "¿Qué será  ahora de nosotros muerto el maestro? Nosotros, que vivimos gracias a sus quites..."

Juan Belmonte de jovencito.

Explican que Belmonte era su antítesis, muy limitado en técnica y poder físico se abandonaba al azar. Se inmolaba dócil a su inspiración que le ofrecía en bandeja ese arte nunca visto en la Tauromaquia de entonces. Su genio embelesaba a los espectadores y él se sumía en una melancólica creatividad, desmayada e indolente. Quedaba ausente y solitario en la inmensidad del ruedo, como una sombra que no acertaba a caminar, como cuando asistía absorto y meditabundo con los intelectuales que tanto le admiraban a la tertulia del café Lion d'Or en la calle de Alcalá madrileña (incluido el escultor que se afincó en nuestro Cadalso y rehabilitó el Palacio de Villena, Juan Cristóbal). No tenía término medio: O triunfaba clamorosamente o fracasaba estrepitosamente. De Juan dijo, creo que fue Pérez de Ayala (escritor, político y embajador de España): “No era nada agraciado físicamente, pero ante el toro se convertía en un ser dionisiaco, inalcanzable para el común de los mortales”. 

Juan Cristóbal y su familia en el Palacio de Cadalso.

Belmonte y Joselito acabaron complementándose. Sus diferentes estilos se fusionaban generando en los públicos ilusionantes expectativas. Después, dependiendo de la providencia, surgían clamores o broncas, como toda la vida de dios ha sido en el toreo. Rafael de Paula, haciendo múltiples pausas que llenaban de magia y contenido la conversación, me lo resumió brillantemente por teléfono una mañana lenta y lluviosa. Rafael desde Sanlúcar de Barrameda, servidor desde la Plaza de la Provincia en Madrid: “Verá usted Miguel, el poderío de Joselito era inexplicable, no se entendía que dominara y diera a cada toro su lidia. En cambio, lo de Belmonte era fácil de comprender porque su arte era tan excelso y arrebatador que ponía a todos de acuerdo... No obstante, yo siempre he sido joselitista...” Su última aseveración me dejó perplejo, porque siendo Rafael el torero más artista que yo jamás haya conocido, ¿cómo era posible que prefiriera a José antes que a Belmonte, artista como él? Un día lo entendí después de mucho reflexionar: Uno ama, admira y desea en la vida aquello que le entusiasma pero que no posee. Rafael rebosaba arte excelso –como Belmonte- pero no poseía técnica ni poderío –como admiraba  en Joselito- para mandar a los toros. Es más, siempre estaba a merced de ellos a no ser que apareciera su arte y entonces… Entonces aquello era una locura tan sublime que no admitía discusión alguna. Nos maravillaba, nos enmudecía y nos emocionaba hasta las lágrimas. Era como hablar con la inmensidad del Universo y que éste te respondiera feliz y dichoso flotando al atardecer. 

Rafael de Paula.

Rafael de Paula y Miguel. 1.991.

            Tengo dos escrititos dedicados a Joselito publicados en “El Zorro Corredero” y uno de ellos también en el periódico comarcal A-21, pero hoy quiero mencionar lo que Don Luis Bollaín, belmontista acérrimo, escribió en su libro “El Toreo”, refiriéndose a Juan Belmonte. Me parece precioso, una delicia llena de matices artísticos y humanos dichos con un arte literario admirable: “Juan era un niño atónito, que cuando asomaba por las tardes al portal de su casa con el babero recosido y limpio, llevando en las manecitas la onza de chocolate y el canto de pan moreno que le han dado para merendar y contempla el abigarrado aspecto de la calle desde la penumbra del zaguán, se siente sobrecogido por el espectáculo del mundo, y se queda allí un momento asustado, sin decidirse a saltar al arroyo. Cuando, al fin, se lanza a la aventura de la calle, lo hace tímidamente, pegándose a las paredes, con la cabeza gacha, la mirada al sesgo, callado, paradito, atónito...”. 

Joselito de jovencito.

Enlaces: Joselito.

https://zorrocorredero.blogspot.com/2021/03/hipocresia-y-bondad-con-joselito-el.html

https://zorrocorredero.blogspot.com/2020/03/centenario-de-la-muerte-de-joselito-el.html


Juan Belmonte después de ser dionisiaco.

            En el mismo libro aparece lo que Don Juan le explicó magistralmente, con precisión y sentimiento, sobre su sobrecogedor toreo a Don Luis: "Sin embargo, puedo asegurarle que mi temple/lentitud arranca de un sentimiento íntimo de pura sustancia artística. Yo concebí el toreo como la antítesis de la lucha, de la brusquedad, de la violencia, de la rapidez. Yo -ese yo artístico que llevamos dentro y que en unos se exterioriza y en otros queda sin editar- sentí el toreo como cadencia, ritmo, suavidad, lentitud... Y así lo hice... siempre que los toros me dejaron. Puedo decir, sin jactancia, que muchas, muchísimas veces, cité, más que con el capote o la muleta, con la llama viva de mi concepción del arte; y que, citando así, toreé despacio y limpio a toros fuertes y rápidos. Cuando el acierto y la inspiración fueron mis acompañantes, el lento andar del engaño que mis manos movían regulaba la velocidad del toro. Era, pues, éste el que se ponía a mi son, y no yo al suyo”. Juan Belmonte se suicidó en su finca “Gómez Cardeña” de Utrera (Sevilla), el 8 de abril de 1962. Nunca más pudo enviar a su chófer a Jerez a buscar a Paula. Le complacía verle torear en la placita de la finca sentado en su salón adosado a la plaza. Mandó instalar unos grandes ventanales para cuando no pudiera moverse observar al chiquillo jerezano torear. “Tiene mucho arte…”, lo comentaba bajito, columpiándose sus palabras sobre las volutas de humo de su cigarrillo. 


            A tan bello testimonio sólo cabe añadirle una frase que Rafael de Paula me expresó ya hace muchos años en su casa de “La Jara”, en Sanlúcar, hablando de José, de Juan y de su toreo, tres mitos renacentistas que nunca torearon en Cadalso: “Hay que ser auténtico y escribir, torear y vivir a compás”. Y es que, admirado Rafael, como decía Bukowski: “Los días pasan y la vida sigue. Ganan los mismos, perdemos los de siempre, y quizás, si somos pacientes, si dejamos de correr y nos perdonamos; la vida dejará de ser ese autobús que se escapa justo cuando llegas a la parada…” Como se les escapan sin torear los toros bravos y encastados a los toreros figuras mediocres…

 

Joselito en bicicleta.


Miguel Moreno González

jueves, 23 de enero de 2025

BANDERÍN DE ENGANCHE AL PASADO MILITAR, por Miguel Moreno.

 BANDERÍN DE ENGANCHE AL PASADO MILITAR 


Este banderín se lo regalé a mi familia. A mi abuela paterna se le cayeron unas lágrimas al recibirlo. Ni grandes ni chicas… Simplemente de esas que no quieres que broten y al final te traicionan. Me crié con ella y me adoraba. La verdad es que he tenido muchísima suerte. Como ya tengo dicho mi familia, materna y paterna, me quería como se quería entonces: humildemente, sin ostentación, sin rango, sin estridencia alguna… Quizá sea por eso  que me resulta fácil hallar partículas de uno mismo cuando estoy con ellos recorriendo lo que fuimos en Cadalso. 


Cuando ella murió me lo llevé a mi casa junto a las fotos militares de mi padre y mía. Lo colgué todo en la habitación de mi hijo Miguel, a la que bauticé "Lazareto". Adosé al banderín los galones de cabo primero que mi madre había guardado en una cajita de cartón en su casa de "Las Sillas". ¡Qué enorme alegría recibí al encontrarlos entre otros objetos entrañables que tenía olvidados y que iluminaron mi humilde pasado! En realidad, fui a buscar una foto y me encontré con este pedazo hermoso de mi vida. No recordaba que me  trajese los galones al acabar el servicio militar y sin embargo allí estaban esperándome.





La "mili" fue para mí un cúmulo de sensaciones encontradas y variopintas. Destellos que sobresaltaban mi devenir cotidiano convirtiendo mi juventud en una inolvidable experiencia. Hubo de todo, cierto, pero al final son las vivencias positivas las que se abren paso con firme determinación y sana convicción. Creo que el Ejército Español nos nutría con infinidad de lecciones forjando parte de nuestra personalidad futura. Coincidíamos jóvenes de todas las regiones de ExEspaña (algunos nunca habíamos salido de nuestros pueblos) y eso ayudaba a enriquecer nuestro acervo común aproximándonos al conocimiento de lo que significaba nuestro país: Algo grande en la historia con quien razonar con sentido común.


Algunas tardes, en la cantina del cuartel de Hospitalet (Barcelona), intercambiábamos canciones de nuestro folclore y descubríamos emocionados cuánto nos unía el amor que sentíamos por nuestras respectivas “patrias chicas”. Servidor rememoraba una copla de mi tierra cadalseña cambiando alguna palabra para hacerla más atractiva, aquello causaba regocijo entre mis compañeros: “En medio de la cantina (plaza) estoy nadie me puede echar fuera, aquí estamos nosotros salga el capitán (el sol) por dónde quiera…” Una de aquellas amenas tardes traspasadas por el güisqui “Caballo Blanco”, oí referir por vez primera de labios de mi admirado capitán Barrón, la muy famosa frase del canciller alemán que unificó Alemania, Otto Von Bismarck: “La nación más fuerte del mundo, es sin duda España. Siempre ha intentado autodestruirse y nunca lo ha conseguido. El día que dejen de intentarlo, volverán a ser la vanguardia del mundo.” Desgraciadamente en ello seguimos… El ínclito capitán Barrón ha sido uno de los personajes más fascinantes que he conocido a lo largo y ancho de mi vida. Y no digo más que luego todo se sabe. 

En este día con nostalgia de lluvias antiguas mando un abrazo muy fuerte a todos mis excompañeros (especialmente a mi paisano desaparecido José L. Matatoros Villaverde) del Campamento-CIR n° 9 de San Clemente de Sasebas (Gerona) y del Cuartel de Hospitalet de Llobregat (Barcelona). Aun hoy disfruto con ellos evocando experiencias de cuando entonces. Han creado una página en Facebook y es enorme satisfacción revivir lo pasado en su compañía. Lo que más siento ahora al recordar todo aquello es emoción. Y es que la emoción por algo nunca se esfuma, se esconde en mi melancólica forma de ser. 


Miguel MORENO GONZÁLEZ

jueves, 9 de enero de 2025

NOVENTA AÑOS DE NUESTRA MADRE NO SON NADA, por Miguel Moreno.

 NOVENTA AÑOS DE NUESTRA MADRE NO SON NADA

Nuestros padres nos dieron el regalo más grande: la pobreza. En nuestra estrechez éramos príncipes porque gracias a ellos el mundo nos pertenecía. Es la pobreza la que te hace rico, porque cuando perteneces a la decencia del mundo humilde, el universo te pertenece. Mi madre no sabía leer ni escribir, pero ella junto a su marido y padre nuestro, nos enseñó a valorar su potencial amoroso, su trabajo incansable, su inmensa generosidad y su colosal altura humana. Como Don Quijote y Sancho fueron fieles a la estirpe de su linaje, porque los pobres virtuosos y discretos tienen quien los siga, honre y ampare como los ricos tienen quien los lisonjee y acompañe. 

A ella de joven le gustaban los tangos: “Que es un soplo la vida, que veinte años no es nada para vivir con el alma aferrada a un dulce recuerdo que lloro otra vez…” Veo a mis padres bailándolos en la plaza de Cadalso: Él tan alto, ella tan baja; él con la mirada en el infinito, ella con sus ojos pegados a su hombro. Los dos abrazados como adolescentes que sobresaltan el atardecer. Setenta años después ella cumple hoy noventa y aun sigue bailando tangos con nuestro padre ante todos nosotros.

 

En esta familia nunca hemos sido dados a los besos y ella bien que lo lamenta, pero hemos de decirla que la clave de los besos inmortales es dejar una puerta abierta en las desdichas, es continuar viviendo una vida que valga la pena recordar, como ella lo hizo siempre sirviendo de ejemplo a sus hijos, nietos, bisnietos, nueras, sobrinos… 

Gregoria González Garcinuño llega al sol antes que la flor del almendro y conserva muchos frutos por ilusiones. Sabe que los años no hacen mella negativa en su corazón; al contrario, lo transforman mejorándolo. Existen personas bondadosas que poseen un corazón que entiende como hacer felices a los demás. Y es que como ella, incluso sumergidos en la carencia, se debe vivir con belleza, alegría y dignidad… 

                                                                       Miguel MORENO GONZÁLEZ

miércoles, 8 de enero de 2025

¡VUELVE LA NORMALIDAD!, por Miguel Moreno.

 ¡VUELVE LA NORMALIDAD!

 Por fin acabó la matraca de la Navidad. Esa manía de empezarla tan pronto (en julio ya anuncian la lotería: Y si toca…) me hace llegar al 6 de enero agotado sicológicamente. Creo que debería empezar el 22 de diciembre con la Lotería -no juego-, nunca antes. Las considero fiestas bonitas para los infantes y entrañables para los adultos que les observamos satisfechos. Nos hemos apropiado de ellas y estamos en proceso de romper la magia con la que la viven los niños. Pero bueno, reconozco que son cosas de persona mayor e ignorante de la realidad actual.  

Este año no tuvimos ni cenas ni comidas grandilocuentes y por primera vez en mi vida no ingerí las 12 uvas para recibir el año nuevo. Eso sí, una hora antes me comí 40 y me supieron a gloria; cualquier cosa antes que padecer la absurda chabacanería de los programas televisivos que ridiculizan el encanto que uno sentía antaño guardado a buen recaudo. Año Nuevo: todo lo bueno por pasar… 

Estuvimos Paloma y servidor siempre juntos. Cenamos, como nos es habitual, cada día a las 18:00h. Nochebuena, Nochevieja y Reyes bajamos a tomar unas cervezas y a las 22:00h para casa. En Navidad y Año Nuevo las carreteras están desiertas y los cantos de los pájaros suenan conmovedores. Al dejar la bici bajamos al pueblo, comimos unas raciones en La Escalera y después paseamos por Cadalso y tomamos cervezas en Moncho. Y ya está, para qué más si mi tristeza es el mayor espectáculo del mundo... 

Me dedico a recordar, mi actividad favorita: mis Navidades infantiles; las pasadas en Argel (nos acostábamos pronto para no pensar, sabíamos que con el amanecer retornaríamos a lo habitual); aquellas en las que al volver a Madrid -cada tarde- llevaba a mis hijos a las iglesias madrileñas a escuchar música clásica; no olvido a mi gente admirada que ya no está... Y cuando me quedo solo pongo videos de música navideña con paisajes nevados, casas en la montaña llenas de lucecitas, risas adolescentes, tristezas veteranas, brindis sentidos, niños jugando, amores que vuelven (como el turrón), conductores que surcan carreteras nevadas con expresiones lejanas… Todo exalta mi melancolía y me derrumbo emocionado. 


¡Qué alivio...! Ya es 8 de enero y pasó esa hipocresía empalagosa, ese pasteleo embriagador… La tarde de Reyes nos desplazamos a Madrid. En el kilómetro 45 de la carretera M-501 vimos un accidente. Una madre lloraba acariciando en la cuneta a su pequeña y ésta el pelo de su muñeca que le echaron horas antes los Magos. Hacía frío y a nosotros se nos heló el corazón. 

Ahora bajaré con Paloma a pasear por Madrid-Río y comprobaremos si está abierto el Museo del Prado, me apetece ver el cuadro de Goya: El Invierno. Caminando tropecé sin querer con un señor circunspecto y me lo recriminó enfadado. Yo le respondí mosqueado. Pero cuando ambos nos distanciamos unos metros sonreímos cómplices. Seguro estoy que ambos pensamos: ¡Ya volvió la normalidad!  

 Miguel MORENO GONZÁLEZ

viernes, 3 de enero de 2025

INAUGURACIÓN DEL PARQUE DE BOLAS “+ TERNURA” hoy 3 de enero 2025, por Miguel Moreno.

 INAUGURACIÓN DEL PARQUE DE BOLAS + TERNURA” hoy 3 de enero 2025


Hoy viernes 3 de enero de 2025 se inaugura en Cadalso de los Vidrios el Parque de Bolas “+ TERNURA”. El nombre es un homenaje a Tania García que lucha denodadamente por erradicar la violencia en la infancia. Dicho nombre está inspirado en una de sus frases más descriptiva: “Con la infancia más ternura y menos violencia en estructura”. El esfuerzo de Tanía en tan loable labor infantil y el de Berta Moreno Mostacero en esta noble y hermosa iniciativa que tanto sudor humano y económico le ha costado, ha culminado -por fin- con la apertura de su Parque de Bolas cadalseño.  Admiro a Berta porque, al menos, lo ha intentado aunque fracase. Ella tuvo una idea sencilla que puede colaborar haciendo a su pueblo más conocido.

+ TERNURA está ubicado en el antiguo Casino-Bar Quinito, el de mi juventud en la calle Real. Cobija ese lugar, suspendidas sobre su espacio, las sombras de infinitos recuerdos de una época distinta que parecerá irreal a los jóvenes actuales. En cambio, para los más veteranos guarda el regusto de las cosas sencillas y bellas, aquellas que jalonaron de ilusiones nuestra primera vida. Arriba estaba el casino, nuestros abuelos y padres jugaban allí a las cartas y al dominó. Abajo quedaba el bar donde tomaban el vino o la cerveza al volver del campo. Al fondo, mesas y sillas y colgada sobre la pared una repisa sujeta por unas escuadras donde estaba situada la televisión en blanco y negro con dos cadenas: la primera y la segunda que la conocíamos como UHF. Únicamente tenían televisor los bares -y no todos- y algunas casas pudientes… Entre las mesas los niños nos sentábamos en el suelo para ver la tele: Bonanza, El Virginiano, Ironside, Charlot, El Gordo y el Flaco, El Prisionero, El Santo, Agente Secreto, Correcaminos, el Tour de Francia, los partidos del Real Madrid en la Copa de Europa, las corridas de toros (Paco Camino, Diego Puerta, El Cordobés…), las películas del Oeste en las tardes sofocantes veraniegas, los combates de boxeo… Un domingo hasta salió en la tele nuestro paisano que fue de “Los últimos de Filipinas”, Don Felipe Moreno Sánchez, “El tío Chiribitas”. Aquello fue todo un acontecimiento mundial cadalseño. Esa mañana -a la salida de misa- se llenó el casino de paisanos que fueron muy contentos e ilusionados a verlo; creo recordar que le entrevistó en La Primera Joaquín Soler Serrano.  

Ahora bien, si los niños armábamos mucho escándalo, Quinito nos echaba sin más contemplaciones (Es culpa tuya. No, es por la tuya…) Y así cada día. Allí se reunieron para crear el primer equipo de futbol del pueblo, se celebraron los primeros mítines políticos de La Transición y se iba a tomar algo entre pieza y pieza musical el Día de la Pólvora… Era también el pequeño mentidero de un pueblo pequeño, generoso, apacible, trabajador y expectante… Un lugar mágico cadalseño que ahora alojará felices a los bisnietos y nietos de aquellos parroquianos del inolvidable Casino-Bar que disfrutarán dichosos en el reconvertido Parque de Bolas + TERNURA.

            -Abuelo, mira las bolas son de color azul, verde y blanco y si te caes sobre ellas no te haces daño. Daniel gatea un poquito e intenta cogerlas, pero como es bebé se le escapan de entre sus manitas. Aquello es como una cama elástica. Saltas sobre ella y subes muy alto, casi toco el techo… El niño Moisés no para de mostrarnos esas entrañables atracciones. Su abuela Paloma observa su deambular entre los aparatos. -Abuela, di al abuelo que venga para que vea el tobogán por donde me lanzo y los saquitos de plástico que empujo y que van y vienen como un boomerang. Abuelo, no te vayas, que te enseño cómo subir al segundo piso por estas escaleras. Fíjate cómo me agarro a las redes para no caerme. Todo está recubierto de unos plásticos que parecen esponjas de bebé y hay protectores que parecen mantas para proteger a los pequeñitos que juegan en esa casita tan chula. Yo ya soy mayor y sé contar, ¿verdad, abuelo?... Tío Miguel, pon música en la tele y bailaré saltando. Aquí vendrán mis amigos a celebrar sus cumples y jugaremos juntos también en las vacaciones de Navidad y los findes…

            -Moisés: ¿Quién hizo todo esto…? -Mis papás que ahorraron dinerito para que los niños de sus amigos, que son muy buenos, vengan a divertirse conmigo, también habrá chuches, refrescos, agua…  Abuelo, ¿tú fuiste niño y jugabas en el parque de bolas? –Todos nacemos niños, Moisés, no creas que siempre fuimos adultos, pero estos juegos no existían siendo yo pequeño. Teníamos otros que se desarrollaban fundamentalmente en las calles del pueblo como el escondite, la cadena, las estornijas, la choza, la lima, la taba, la peonza, el balón prisionero, la gallinita ciega, también montábamos en un carro de rodamientos que solíamos fabricar nosotros mismos con las indicaciones de Juanjo “Chita Lo más parecido a vuestras bolas eran nuestras canicas, unas bolas muy pequeñitas de colores. Hacíamos un agujero en la tierra y tomábamos la canica entre los dedos índice y pulgar y las lanzábamos intentando meterlas en el agujero, el que no lo conseguía perdía la canica. Había más variantes, pero este creo que era el único entretenimiento con bolas que poseíamos. Jugábamos esos juegos de siempre desde que salíamos de la escuela hasta que anochecía, y tenían que llamarnos nuestros padres para que nos recogiéramos. A mí me tenían dicho que cuando oyera las campanas de la iglesia volviera a casa.

Hasta el pan con chocolate de la merienda nos lo comíamos jugando para no perder tiempo. Eso molestaba mucho a los mayores porque nos decían que así no nos alimentaba. La verdad es que gozábamos de libertad y éramos muy felices yendo de acá para allá sin parar. Inventábamos sobre la marcha maneras de jugar o imaginábamos que eran juguetes las cosas que llamaban nuestra atención. Una caja de cerillas o el plumier de la escuela eran para mí camiones y con las piezas del dominó de mi tío hacía plazas de toros… -¿Abuelo, me enseñarás esos juegos y vendrás conmigo al parque de bolas? –Claro que sí, nunca es demasiado tarde para seguir teniendo una infancia feliz, porque quien lleva su infancia consigo nunca envejece… También te narraré  historias como las que me contaban a mí y que tanto me gustaba escuchar al regazo de la lumbre… -¡Vale, abuelo! 

            Moisés no paraba de jugar, gritar, saltar, bailar, cantar, besar a su hermano Daniel... Siempre dentro de su Parque de Bolas, siempre dentro de su felicidad. -Moisés, tu abuela y yo nos vamos a tomar unas cervezas al bar de La Escalera… Se vuelve fugaz hacia nosotros y nos avisa: –Voy con vosotros y me compráis “Huesitos”. Y es que, la infancia es una etapa maravillosa que no tiene pasado ni futuro; sólo un presente que se mira con inocencia e ilusión. Algo parecido escribió Carla Montero en un cuento que escribió según miraba un Parque de Bolas que Berta llamó en Cadalso “+TERNURA” y que alberga un futuro pleno de cándida felicidad infantil. 

                                                                               Miguel MORENO GONZÁLEZ

 

jueves, 12 de diciembre de 2024

CAJA DE AHORROS Y MONTE DE PIEDAD DE MADRID EN CADALSO, por Miguel Moreno

 CAJA DE AHORROS Y MONTE DE PIEDAD DE MADRID EN CADALSO

(Gracias a mis primas, Maria Luisa y Raquel, por recordarme estas cosas emocionantes. A ellas les dedico este escritito...)

Antes el banquero era como tu asesor financiero, semejante al médico, al carnicero, al quiosquero, al camarero... Alguien en quien confiabas y te ayudaba en lo que podía facilitándote la vida bancaria. Ahora parecen enemigos impersonales que a la mínima te desconciertan mandándote: ¡Al cajero, vaya usted rápido al cajero y a Internet, allí todo es milagroso! La tecnología mató aquellas relaciones humanas de antaño en las que si sentías dolor era porque estabas vivo, pero si sentías el dolor de los demás, entonces… entonces eras un ser humano con nobles sentimientos.

Aún recuerdo cuando fui con mi padre a la oficina de la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Madrid, sita en la Plaza de Cadalso, a abrirme una cuenta porque servidor comenzaba a trabajar. Quiero recordar que el jefe era de San Martín y sentía un aprecio enorme por mi padre. Y fue mi padre y le lanzó: "…Que el muchacho se va a trabajar a Madrid y digo yo que habrá que hacerle una cuenta para que ahorre y no malgaste, que la  vida es muy dura, ¿no cree usted...?" El director rogó a un oficinista, creo que se llamaba Pascual, que nos abriera la cuenta. Lo hizo  eficientemente con una sonrisa cómplice mirando de soslayo al padre y escribiendo nuestros datos en una ficha blanca y en una cartilla de color verde, ambas de cartón. Y luego, tampoco hace tanto -no creáis- te daban un pequeño regalo, agradecidos por depositar tu dinero en la Caja.


Padre estuvo como titular de mi cuenta hasta hace cinco o seis años. Al principio, si necesitaba algo de dinero, lo cogía de la cartilla y enseguida lo volvía a ingresar. Me lo comentaba, pero aquello no me importaba mucho. Jamás se quedó con nada y gracias a que él me administraba el sueldo pude dar la entrada de un piso que me compré en La Poveda (Arganda). Contaba con 24 años y corría 1979. Acabamos de pagarlo Paloma y servidor estando en Argelia. Allí no había de nada y ahorrábamos mucho y así nos quitamos todas las letras de forma anticipada. Pasados los años me encontré con el primer director -ya no trabajaba en Cadalso- en San Martín de Valdeiglesias. Me dio muy emocionado el pésame por mi padre y agregó: “Si necesitáis algo, ya sabes dónde estoy…” –No, muchas gracias, -le agradecí-. Queda claro que eran otros tiempos…

Muchos años después, una mañana va y me pregunta el funcionario bancario de turno que si mi padre vivía. Y yo -lógico- le dije que no, que haría como 40 años que murió de infarto en su huerto de La Vía. Y el empleado circunspecto y elegantemente trajeado añadió: “Pues habrá que hacer una cuenta nueva…” ¡Vaya!, como si uno fuera medio tonto y no se hubiera percatado hasta que él lo advirtió. Y yo: “Pues vale, pero os lo indiqué al poco de morir él y me dijisteis que si era un lío hacerlo y tal y cual…” Antes, más que otra cosa, contaba el número de cuentas que sumaba la sucursal y si anulabas alguna pues no estaba bien visto por sus jefes; digo yo que sería por eso que no cambiaron el titular de la mía. Debían dar de baja la antigua…

Siguiendo el ejemplo de padre, yo también les abrí una cuenta a mi hermano chico y a mis hijos en la misma sucursal de la Caja, de esas de "ahorro infantil”. Y hasta regalaban a los clientes humildes una hucha metálica, o un bolígrafo, o un calendario taurino, o una baraja de Heraclio Fournier, cosas así… Cuando llegaban las fechas navideñas íbamos con la cartilla a que nos apuntaran los intereses. Y el hermano chico se ponía muy contento y mis hijos no tanto, porque eran muy críos y sólo les daba por correr, jugar y reír… Uno de los  directores de aquella época, Victorio, que fue a la escuela conmigo, me regaló un magnífico CD doble de Mozart que conservo. Lo pongo frecuentemente en mi casa de Cadalso y recuerdo melancólico a aquellos primeros trabajadores. Al salir del lugar nos íbamos rápido a la Cafetería Tereinma y los invitaba: al hermano chico a un mosto dulzón y a mis hijos a unos bollitos de chocolate, los mismos que empezaron a ser peligrosos para la alimentación infantil años después. Lo dijeron los sesudos que estudiaban dietética, esa cosa tan rara… Todos juntos han conseguido que la medicina haya avanzado tanto que ya no queda nadie sano.

Aquella mañana de principio de Navidad, un día después del “Gallito”, nos reímos un montón porque yo les conté a los chavales cosas jocosas que me inventaba y ellos se las creían. Luego, de mayor, me comentó el hermano chico de madrugaba en el “Aldebarán” de Alfonso “Peluso”, tomando cubatas él, cervezas yo, que las narraba con mucho realismo y que recordaba que un Día de Reyes le echaron un camión de juguete muy grande en mi casa. Lo vio en Pleximar (Alfonso y Pili) y me confió después de la Cabalgata que le gustaba mucho. Desconozco si los padres y los hermanos mayores de ahora viven experiencias parecidas como yo les refería al hermano chico y a mis hijos.

 Y es que servidor sabía que Charles Bukowsky conoció a un genio en un tren. Fue un día como hoy que viajaban hacia el mar atravesando ciudades con oficinas bancarias. El genio contaba unos seis años de edad. Se sentó a su lado y mientras el tren avanzaba a lo largo de la costa y él dormitaba pensativo, llegaron hasta el océano. Entonces el  genio le miró satisfecho y dijo: “¿No es hermoso todo esto?” Bukowsky escribió que fue la primera vez que se percató de la belleza del mar y de la infancia. Evidentemente, en el océano no hay bancos…

                                                                       Miguel MORENO GONZÁLEZ


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