El tirador, un juego cadalseño
El tirador, más que un juego era un entretenimiento con el que se pasaba buenos ratos haciendo puntería a todo lo que se ponía a tiro.
Lo primero era hacerte el tirador, y para ello debías de reunir una serie de piezas necesarias para confeccionarlo y que no era nada difícil ya que de todo había en Cadalso.
Tiradores de los años sesenta.
En el campo buscábamos una rama de la que se pudiera sacar la horquilla en forma de Y, la cual una vez cortada se debía dejar secar para que no se doblara, las mejores eran de encina y de cornicabra, que es una madera muy dura, también se hacían de oliva, más fáciles de conseguir pero se rompían con facilidad. Unas tiras de goma de cámara de rueda, que eran muy elásticas, junto con la zapata que consistía en un trozo de cuero, eran todo lo necesario para tener un tirador.
Horquilla de palo.
Las tiras de goma se ataban con un trozo de bramante a cada extremo de la horquilla, antes con la navaja se hacía una mueca en cada punta del palo para que encajara bien la goma, el otro extremo de las gomas se ataban a la zapata a la que se le habían hecho dos cortes en forma redonda y con mucho cuidado para que nos se rajaran al estirar las gomas.
Las gomas solían ser negras, pero durante un tiempo estuvieron de moda las rojas o “colorás” que se decía estiraban más y el lanzamiento era más lejano.
Tirador realizado por el tío Luis el zapatero.
Este era el tipo más común de tirador y el que nos solíamos fabricar, luego había otro hecho de alambre gordo que a veces estaba unido a las gomas por un fino alambre y que era más difícil de tener, aunque si tenías unas pesetas te lo podías comprar en la zapatería del tío Luis, en la esquina de la calle de la Iglesia con el Callejón. El precio de estos tiradores era de unas 15 o 20 pesetas y tenían buena fama entre los muchachos por su gran recorrido en el lanzamiento, alcanzando la piedra lanzada distancias importantes, y si encima tenían las gomas “colorás” ya eran lo más, pero claro, entonces no era fácil tener las 20 pesetas, y el día que alguien aparecía con un tirador del tío Luis con las gomas “colorás” era la atracción de todos.
El tío Luis el zapatero en su zapatería de la calle de la Iglesia___1953
Entre los usos más comunes de los tiradores estaba el tiro a los pájaros, lagartijas, nidos de golondrinas y prácticamente todo lo que se ponía a tiro, incluidos los pobres tordos y gorriones que paraban en los cables. Hoy en día algo incomprensible, pero entonces lo común en el comportamiento de los muchachos.
Otro uso, en el que había grandes tiradores, era tirar a las campanas desde el cementerio, se llamaba cementerio a la entrada de la iglesia, y escuchar el sonido al impactar la piedra uno o dos segundos después del lanzamiento siempre que diera en la campana ya que a veces la piedra daba en la pared o se metía dentro del campanario o incluso podía pasar al otro lado de la torre.
Horquilla de alambre hecha por el tío Luis
Otras veces la piedra impactaba en la cabeza de alguno produciéndole una herida que recibía el nombre de “chichirigaña” y que casi siempre se solía ocultar en casa, a no ser que fuera algo más aparatosa y necesitara algún que otro punto, pero ya digo, esto era poco común y sólo se producían en las escasas “canteas” que había de vez en cuando entre barrios o grupos.
Tirador de madera realizado a mediados de los sesenta.
El tirador dejó de usarse a mediados de los setenta y hoy solamente es una herramienta del pasado y del recuerdo de una generación de muchachos de ayer y que probablemente no entiendan los de hoy.
Zorro Corredero
Museo Etnológico de Cadalso-Casa Corredera
Fotos: Archivo Fotográfico Pedro Alfonso