Peñalara

Peñalara
Tubo Central Peñalara

Tubo del Gusano. Pico del Lobo. Sierra de Ayllón.

Tubo del Gusano. Pico del Lobo. Sierra de Ayllón.
Tubo del Gusano. Pico del Lobo. Sierra de Ayllón.

jueves, 9 de junio de 2022

GUATEQUES EN LAS TARDES VERANIEGAS..por Miguel Moreno.

 GUATEQUES EN LAS TARDES VERANIEGAS

(A mi vecina de entonces y ahora, Marisa, que me recordó estas cosas en la terraza de Cañardo) 

Los guateques solían comenzar sobre las 20:00h más o menos, al caer las tardes veraniegas, con los últimos fulgores plateados del sol y los primeros claroscuros del atardecer bañando los rostros de los reunidos. Yo me sentaba al resguardo –siempre he necesitado protegerme, fundamentalmente de mí mismo- de la enorme acacia que custodiaba la casa de mis abuelos a leer tebeos y hasta allí me llegaban nítidas las notas musicales contenidas en los “singles” y “elepés” de Adamo, Serrat, Raphael, J.Iglesias, Feliciano, Catt Stevens, D.Roussos, Dúo Dinámico, Los Bravos, Los Brincos, Bee Gees, Rolling Stones, The Beatles... y muchos más. Yo veía pasar a las chicas tan arregladas y guapas y a los chicos tan ligones y repeinados a aquellas reuniones adolescentes. Desde enfrente asistía callado y observando aquel vaivén aparentando indiferencia, aunque tenía un poco de envidia porque mi personalidad retraída me impedía unirme al grupo. Los recuerdo a casi todos bien perfumados y sonrientes. De alguna muchacha sólo de mirarla, en silencio e inmóvil, acabé enamorándome perdida y platónicamente, a la vez que admiraba a sus acompañantes por poseer esa decisión que a mí me faltaba. Estaban varios peldaños por encima, inalcanzables para mis humildes y limitadas pretensiones. Yo era incapaz de hablar y seguir el baile más sencillo y ellos, en cambio, se desenvolvían locuaces y con un ritmo frenético o suave, según el caso, que hacía más patente mi ostracismo y desaliento.


La duda llegaba a tal extremo que cuando -por fin- conseguí bailar agarrado por primera vez, advertí como si aquella atractiva joven lo hubiera hecho por compasión y en connivencia previa con el resto de su panda. Entonces, al pensarlo, me sentí peor y comprobé que era muy pequeño en relación con su apariencia y torné a resguardarme entre lo mío durante una temporada más. Y sería por eso -o porque aún me gustaba correr y jugar a los juegos de siempre con los chicos de entonces- que otras tardes marchaba a imitar a los soldados entre los pinos de “Los Lavaderos” con amigos tan faltos de perspectivas danzantes como servidor. Cuando volvíamos de nuestras milicias, los componentes del guateque aún andaban con sus ligues y sus melodías, ya más enamoradas, ya más lentas y envolventes. Otras tardes deslumbrantes marchaba con mi abuelo a ayudarle en las labores del campo y al regresar lleno de polvo, con los pantalones remendados y con el aroma verde de las cepas chorreando desde mi frente, notaba que me miraban distantes como si mi presencia les ofendiera la vista, como si los pantalones zurcidos y aquel olor primario manchara su perfume de moda. Esto nunca lo supera el ser humano y ahí seguimos, inmersos en la vulgar dicotomía: alto-bajo; rico-pobre; guapo-feo; oficinista-obrero; tonto-listo; sano-enfermo; titulado-sin titulo… Así nos va.

 


     La vida nos maneja a su antojo y nos hace dar muchas vueltas para al final llegar mareados y desconsolados al punto de partida. A día de hoy hemos dado bastantes y en momentos de lucidez comprobamos que seguimos aferrados a aquellas vivencias entrañables. Nos percatamos de ello cuando sentimos que dentro de nuestro presente hay algo inefable que nos devuelve allí. Y ese algo casi siempre suele ser bello y te deja en la expresión un rictus melancólico al recordar aquella edad nunca olvidada. Aquel tiempo final del verano en el que te quedabas huérfano de miradas y sin cintura imaginada donde posar las manos mientras las noches se proyectaban a los sueños despiertos, hermosos e imposibles. Y tantos sueños se sucedían estorbándose que las noches se quedaban pequeñas. Siempre volvemos a lo que fuimos y lo hacemos dichosos por las verdes veredas de las atardecidas veraniegas, cuando las tonalidades de antaño se te incrustaban en el paraíso íntimo de los colores inolvidables para volver ahora a rebrotar pujantes con cada nuevo verano. Notas todavía el impulso de aquel calor interior y exterior que viene a visitarte desde el reino de la fantasía y que era el más intenso, ingenuo y enamorado de nuestras vidas. Y quiero pasar por alto aquellas tardes de nubes cárdenas obscuras y zainas presagio de tormentas, porque siguen sin agradarme lo más mínimo. Liquidan sin compasión cualquier metáfora poética por hermosa que ésta sea.

 

Él era, seguro, junto con su hermano, el más ligón. Lo tenía todo: altura, atractivo físico, hablaba bien, vestía mejor. Poseía una aureola que a nadie dejaba impasible convirtiéndole en el eje de todas las citas, vivía en Madrid aparentemente con una posición económica desahogada. Recuerdo que sus padres se llevaban muy bien con mi abuela y hablaban frecuentemente en mi presencia mientras ella aprovechaba para reivindicarme, para adularme, para quererme un poco más por difícil que esto pudiera resultar… Supongo que perseguía contrarrestar mi evidente mediocridad comparada con todo aquello en lo que sobresalían los hijos de nuestros vecinos dándome “sopas con ondas”. Pasados los años, algunos veranos seguía viéndole en Cadalso -ya casado y con hijos- pero pensaba, quizá equivocado, que no teníamos nada que contarnos. ¿Qué podía decirle yo, que seguía arrastrando una cierta amargura por mi ignorancia, a él y a las personas que como él parecían dominar con holgura la situación? Creía que llegaban con sus modales exquisitos a solapar a los paletos como nosotros (Aclaración Confidencial: en aquellos años no existían ONGs de solidaridad con el paleto desprotegido). Por todo esto –y más que no se veía pero que estaba latente- me sentía discriminado e inferior y meditaba que por mucho que me esforzara nunca sería como ellos. Luego… mejor ni molestarse, concluía tajante.

 


Así hemos llegado, con el corazón hecho pedazos por los daños colaterales además de desmoralizados, a esta era de la informática, la pandemia, la globalización y las guerras preventivas. Descubrimos sobre nosotros, sorprendidos y hartos, un heraldo que te dice que a partir de los cincuenta ya eres mayor para trabajar. Que existen máquinas que hacen obsoleta tu colaboración y te abandonan sin pensar que no eres un artilugio inerte, que aún existe una persona con sus modestos sentimientos intactos, apto para seguir queriendo lo que admiras. Son estos tiempos que corren que, como decía Delibes, “calientan el estómago pero enfrían el corazón”, los que hacen que te domine una soledad maciza aunque estés rodeado de miles de personas. Ninguna de ellas será capaz de tender un puente de diálogo y comprensión que haga más fácil el discurrir de las emociones.

Fue por la inhumana regulación de plantilla de tu empresa ítem de otras causas que desconozco, que emprendiste el camino sin retorno hacia la desolación más conmovedora. Sucedió que tus tardes ya no conservaban el aliciente de las primeras, que éstas se tiñeron más de tormentas que de soles, que falló el edificio de tus sentimientos bajo los cimientos carentes de afectos. Y fue en ese momento que descubriste desarmado por la melancolía, que tras tu apariencia de hombre seguro se ocultaba un alma hipersensible y frágil, capaz de llorar añoranzas pasadas cobijado en tu presente sobrecogedor. Una tarde se te estrechó aún más el ánimo, la presión te atenazó inmisericorde, la esperanza y la ansiedad te cercó la razón. Te sumiste con avaricia en la tristeza. No cabía para ti esperar más de esta vida injusta y nadie vino a rescatarte de tu pesadumbre. Ni siquiera aquel hombre que conocía de memoria todos los nombres y apellidos de los habitantes cadalseños y que cuando perdió las dos piernas y paseaba al mediodía sobre su silla de ruedas seguía recitando alegre tus apellidos y los míos: “Tú eres Moreno por parte de padre y González por parte de madre… ¿a qué sí?”, declamaba sonriente aventando la tristeza hasta que ya no pudo más. Tú no poseías ningún recurso parecido en la reserva del corazón, o quizá no querías tenerlo puesto que ya todo te daba igual. Tanto da. La suerte estaba echada. Sólo te restaba la fuerza justa para hacer lo que hiciste buscando en el olvido esa paz  perdida. Y te quitaste de en medio con valentía innata y tuvo que ser, más o menos, a la misma hora que comenzaban los guateques veraniegos, los juegos de los niños y las sinfonías crepusculares de los jilgueros.

 

Y yo en ese instante de sollozos callados te hubiera cogido emocionado entre mis brazos. Y mis lágrimas se habrían derramado confundidas con las tuyas, abriéndose camino a beso limpio por tus mejillas tristes y suaves. Y te hubiera abrazado y acariciado con inmortal ternura. Y te habría devuelto lentamente a la vida, pero no a ésta sino a esa otra en la que únicamente tienen acomodo seres como tú. Y en esa existencia yo te llevaría de nuevo a los guateques en los que seguirías siendo por méritos propios el protagonista destacado. Y te vería evolucionar feliz a la vez que yo también estaría radiante observándote desde enfrente. Esta vez sí iría a buscarte para hablar contigo porque me da la impresión que lo necesitabas tanto como el bailar y no hallaste la pareja idónea para comunicárselo. En el baile te sobraban acompañantes y en el cariño te faltaban. Siempre sucede lo mismo: Llegaste tarde e indefenso a las citas más importantes de tu vida. Antes irrumpe, puntual y despreciable, un Saturno que devora a sus criaturas más sentimentales y buenas. ¡Ah!, una advertencia última que te mando al vergel de la danza: No te confundas conmigo ya que, como siempre, también llegué tarde en esta ocasión y no tengo perdón porque fue por pereza. Lamentablemente soy del montón prescindible: Digo algo válido y luego hago justamente lo contrario y eso tiene un nombre muy ilustrativo: hipocresía. No te fíes de la gente como yo, somos más culpables que los demás. Aquéllos no lo intuyen, luego nada pueden hacer. Nosotros sí intuimos situaciones y no ponemos el remedio. ¿Quiénes son entonces los auténticos culpables? Y ahora me voy. Me alejo cobardemente de mí para resguardarme durante una temporada más.

     Miguel MORENO GONZÁLEZ  

33 comentarios:

Anónimo dijo...

que Bonito que recuerdos y que bien explicado la realidad gracias por recordar 😍😍😍

Aurora Ferrera Ruiz

Anónimo dijo...

Muy bonitos recuerdos

Rosa Merchan

Marisa dijo...

Gracias por recordar esa época y a sus protagonistas con tanto cariño y Añoranza!!

Anónimo dijo...

Bonito relato, en el que en muchas situaciones me siento identificado contigo, con esa timidez y encierro en nosotros mismos, sin expresar nuestros pensamientos o acercarte a gente por creer que somos inferiores, sin darnos cuenta que al final todos tenemos nuestros temores y cada uno los expresa de una manera, unos con timidez y otros con aires de superioridad, pero al final son escudos que cada uno nos ponemos y no son mejores unos a otros, sino distintas formas de expresión para intentar sentirnos mejor en esos momentos que afloran nuestros miedos.
Luis C. González

Anónimo dijo...

Miguel, pienso que los guateques esos en los que tú no participabas y en los que a mí me ninguneaban o me ignoraban, nunca fui tipo popular, deportista con no muy mala planta pero tímido hasta lo enfermizo, han sido la excusa para hacer una profunda reflexión, yo diría que casi un acto de contrición, de los comportamientos humanos devenidos de esas situaciones donde uno se ve pequeño comparativamente con otros sin saber por qué y sin tratar de averiguarlo tampoco.
En cualquier caso magnífica forma de manifiestar sentimientos tan íntimos y estupenda muleta la de los guateques.
Pepe Vázquez

Anónimo dijo...

Qué tiempos aquellos....en una foto, veo a gente muy conocida, entre ellos Pepote y Felipe Villarin.. Que están en el Cielo. La vida es así.
Jose A. Álvarez G. de Guzmán

Anónimo dijo...

Magistral, Maestro. Has descrito a la perfección las actitudes y estados de ánimo de los participantes en aquellos guateques. Sensaciones que hoy, al rememorarlas, nos arrastran hacia la nostalgia.
Gracias y un abrazo. Luis C. Trijueque

Anónimo dijo...

Claro venían los veraneantes aunque no tuviesen un duro Y eran los amos pero tú tranquilo ya lo ves todo llega ha su tiempo con tu Paloma ❤️❤️

Antonia Frontelo Morales

Anónimo dijo...

Que mayores somos. Recuerdo perfectamente a los dos hermanos y el día que el pequeño dijo ahí os quedáis, yo no sigo.
A. Acuña

Anónimo dijo...

Que tiempos tan buenos

Loren Alfonso Jeronimo

Anónimo dijo...

Que bonitos recuerdos

Obdulia Cordero Santillan

Anónimo dijo...

Muy bonitos recuerdos

Jose Maria Barderas Martin

Anónimo dijo...

Que bien lo pasábamos... Que recuerdos de mi juventud más bonitos!!!!

Elena Rojas Mayor

Anónimo dijo...

Por la ropa no parece verano

José Manuel Jimenez Minguez

Anónimo dijo...

Entonces lo pasábamos mejor q ahora y sin dinero pero bailábamos muchos y muchas risas y amigos nosotros lo hacíamos en casa mi abuela q recuerdos

Gloria Espinosa

Anónimo dijo...

Que bonitos Recuerdos

Juani Lopez Conde

Anónimo dijo...

Los conozco a casi todos, en primer plano pepote que nos ha dejado hace poco. Por la foto no creo que fuese en verano, están bien abrigados

Pilar Lopez Navarro

Anónimo dijo...

Pilar Lopez Navarro Y detrás Juanma él primo de Lola

Antonia Frontelo Morales

Anónimo dijo...

Antonia es Carlos el mayor bailando con la Isabelita la del tio Teodomiro

Dolores Saez Canoyra

Anónimo dijo...

Y Felipe él de la tía Catalina

Antonia Frontelo Morales

Anónimo dijo...

Que tiempos más bonitos. Se pasó la vida muy rápido❤️

Elena Rodríguez Novillo

Anónimo dijo...

Pepote ...Que recuerdos y otra vida con bonitos recuerdos

Maria Rosario Caballero Lopez

Anónimo dijo...

En la foto esta mi primo Carlos bailando con la Isabelita Salas Pepote esta bailando con lá Mari Angeles la de telefonos y la Sagrario la patatitas la Emilita la de Tirso la Mamen la mujer de Marcelo y Felipe el de la tia Catalina

Dolores Saez Canoyra

Anónimo dijo...

Dolores Saez Canoyra y él uniceja quien es?

Antonia Frontelo Morales

Anónimo dijo...

no le conozco Antonia creo que puede ser el hijo del administrador de correos pero no estoy segura

Dolores Saez Canoyra

Anónimo dijo...

Hay los guateques que bien lo pasábamos

Lucia Lop

Anónimo dijo...

Lola que memoria tienes te conoces a todos

Juani Lopez Conde

Miguel Moreno González dijo...

Muchas gracias a todos. Eran otros tiempos, otra vida y, fundamentalmente, nuestras edades también eran otras. Me siento satisfecho si con los recuerdos hemos vuelto a vivir pasajes de nuestra vida entrañables y emocionantes. Sentir emociones es el motor de mi vida. Antonia Frontelo Morales me arrancó una sonrisa cómplice con su ocurrente comentario y Marisa me hizo muy feliz recordando estos episodios en la terraza de Cañardo la otra atardecida... Gracias también por la extraordinaria ilustración que con sus fotos hace en estos escrititos mi admirado Pedro Alfonso Gerónimo. Sin duda sus instantáneas son lo más valioso porque nos traslada a los lugares que más queremos. ¡Feliz Verano, aunque no se celebren guateques...!

Anónimo dijo...

Que recuerdos 😃

Pilar Calvo Villarín

Anónimo dijo...

Dolores Saez Canoyra siempre me sorprendes con tus conocimientos y memoria yo los conozco a todos pero nada de sus nombres

Valentina Miguel Meilán

Anónimo dijo...

La que baila con Pepote, no es una chica que se llamaba Olga?

Elena Rodríguez Novillo

Pedro Alfonso dijo...

No, creo que es Mari Ángeles.

Anónimo dijo...

Ok

Elena Rodríguez Novillo

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...