Mulhacén Sierra Nevada.

Mulhacén Sierra Nevada.
Mulhacén, techo de la Península Ibérica

Museo de Montaña Zorro Corredero

Museo de Montaña Zorro Corredero
Museo de Montaña Zorro Corredero

jueves, 17 de octubre de 2019

Eva, por Miguel Moreno


EVA




                Cuando la veo pasar por los pasillos del Ministerio acariciando el parqué no puedo evitar quedarme un rato ensimismado observándola. ¡Hay algo poético en su andar que no puedo explicar! Medito que sus padres la deben adorar, como cualquier padre-madre idolatraría a una hija al verla avanzar. Se quiere muchísimo a los hijos que tienen alas y vuelan, pero más a los que teniendo alas no pueden volar...
            Pero los pasillos no son para ella. Son tan largos, tan inhóspitos, tan peligrosos. Y ella es tan frágil que se agota sin alas... Quizá un despacho tranquilo, sosegado, con sonrisas... Donde parezca que suenan las teclas de las viejas máquinas de escribir Olivetti; donde se oiga llover pero no llorar; donde pueda ver los pocos pájaros que pasan por las mañanas; donde, simplemente, pueda sentir...
            Poner allí una mesa donde apoye sus brazos pequeños y pueda señalarnos con sus dedos lo que hizo ayer. Una mesita donde poder ayudar a sus compañeros a descifrar las siglas de los departamentos que no tienen ninguna utilidad. Una mesa no muy grande donde ella sienta que quiere y se la quiere. Una mesa pequeña para que suave deposite las gafas cuando limpia el vaho de sus cristales. No necesita más.alez



     

            Dejar un rincón discreto donde no la divisen las aves carroñeras que quieren justificar sus capturas privilegiadas, sus horas de libranza y sus días de progresistas liberados (que no libertos) a costa del esfuerzo de su caminar. Ellos no saben que ella es buena, delicada, cariñosa... Que tiene una mirada dulce y que a mediodía sus ojos brillan con más intensidad. Pero que ellos no rapiñen, que ellos no la acechen más...
            Eva sabe que su mayor trabajo consiste en saber llegar, no en llegar. Saber llegar a la acera dando pasos cortos con sus frágiles piernecitas de jilguero sin nido. Abrirse paso apoyándose con sus manos de cristal sobre la chapa de los coches aparcados. Saber llegar a las paradas del metro y autobús y aguardar a que alguien le ofrezca una mano amiga que acompañe su andar. He ahí la cuestión... ¡Saber llegar! Y luego... ¡Llegar para estar con tranquilidad! Esa es su firme, su única voluntad.



       Pasillos-Galería del Palacio de Viana, residencia del Sr. Ministro. Ministerio de Exteriores


            La vida es hermosa gracias a Eva que nos hace ver la belleza de lo pequeño, no el billete más feo. Ella nos descubre el valor de los objetos, no el precio de ellos. Somos tan tontos que creemos que somos nosotros quienes la hacemos un favor, la realidad es que es ella quien nos lo hace. Y es que nosotros también queremos llegar, pero no para estar, sino para ser los primeros en trepar. ¡Es tan distinto! Por eso, ella nos enseña a saber valorar el caminar, a saber llegar, a saber mirar, a saber amar...

Enlace: Síndrome de Down



                                                                                 Miguel MORENO GONZÁLEZ

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Apúntate un 10 plus, admirado Miguelón.
David S.B.

Anónimo dijo...

Una preciosidad, muy bien relatado, eres un maravilloso compañero. Miedo me da cuando te jubiles,ni pensarlo quiero.
María Real.

Anónimo dijo...

Acabo de leer tu escrito y te felicito. La verdad es que tiene una carga de sentimiento que te llega a humedecer los ojos.
José Carlos D.

Anónimo dijo...

Estoy totalmente de acuerdo en el fondo, en su contenido pero me sigue maravillando tu capacidad para expresarlo de una manera tan hermosa, que envidia me das.
Espero que que nos nos falten Evas en nuestra vida ni tampoco un Miguel que nos abra los ojos de una manera tan bella.
Con toda mi admiración ( eso si me vas a tener q pagar unos pañuelitos de papel).
Charo

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