Cuando la veo pasar por los pasillos del Ministerio acariciando el parqué
no puedo evitar quedarme un rato ensimismado observándola. ¡Hay algo poético en
su andar que no puedo explicar! Medito que sus padres la deben adorar, como
cualquier padre-madre idolatraría a una hija al verla avanzar. Se quiere
muchísimo a los hijos que tienen alas y vuelan, pero más a los que teniendo
alas no pueden volar...
Pero los pasillos no son para ella. Son tan largos, tan inhóspitos,
tan peligrosos. Y ella es tan frágil que se agota sin alas... Quizá un despacho
tranquilo, sosegado, con sonrisas... Donde parezca que suenan las teclas de las
viejas máquinas de escribir Olivetti; donde se oiga llover pero no llorar;
donde pueda ver los pocos pájaros que pasan por las mañanas; donde,
simplemente, pueda sentir...
Poner allí una mesa donde apoye sus brazos pequeños y
pueda señalarnos con sus dedos lo que hizo ayer. Una mesita donde poder ayudar
a sus compañeros a descifrar las siglas de los departamentos que no tienen
ninguna utilidad. Una mesa no muy grande donde ella sienta que quiere y se la
quiere. Una mesa pequeña para que suave deposite las gafas cuando limpia el
vaho de sus cristales. No necesita más.alez
Dejar un rincón discreto donde no la divisen las aves
carroñeras que quieren justificar sus capturas privilegiadas, sus horas de
libranza y sus días de progresistas liberados (que no libertos) a costa del
esfuerzo de su caminar. Ellos no saben que ella es buena, delicada, cariñosa...
Que tiene una mirada dulce y que a mediodía sus ojos brillan con más
intensidad. Pero que ellos no rapiñen, que ellos no la acechen más...
Eva sabe que su mayor trabajo consiste en saber llegar,
no en llegar. Saber llegar a la acera dando pasos cortos con sus frágiles
piernecitas de jilguero sin nido. Abrirse paso apoyándose con sus manos de
cristal sobre la chapa de los coches aparcados. Saber llegar a las paradas del
metro y autobús y aguardar a que alguien le ofrezca una mano amiga que acompañe
su andar. He ahí la cuestión... ¡Saber llegar! Y luego... ¡Llegar para estar con
tranquilidad! Esa es su firme, su única voluntad.
Pasillos-Galería del Palacio de Viana, residencia del Sr. Ministro. Ministerio de Exteriores
Pasillos-Galería del Palacio de Viana, residencia del Sr. Ministro. Ministerio de Exteriores
La vida es hermosa gracias a Eva que nos hace ver la
belleza de lo pequeño, no el billete más feo. Ella nos descubre el valor de los
objetos, no el precio de ellos. Somos tan tontos que creemos que somos nosotros
quienes la hacemos un favor, la realidad es que es ella quien nos lo hace. Y es
que nosotros también queremos llegar, pero no para estar, sino para ser los
primeros en trepar. ¡Es tan distinto! Por eso, ella nos enseña a saber valorar
el caminar, a saber llegar, a saber mirar, a saber amar...
Enlace: Síndrome de Down
Enlace: Síndrome de Down
Miguel MORENO GONZÁLEZ
Apúntate un 10 plus, admirado Miguelón.
ResponderEliminarDavid S.B.
Una preciosidad, muy bien relatado, eres un maravilloso compañero. Miedo me da cuando te jubiles,ni pensarlo quiero.
ResponderEliminarMaría Real.
Acabo de leer tu escrito y te felicito. La verdad es que tiene una carga de sentimiento que te llega a humedecer los ojos.
ResponderEliminarJosé Carlos D.
Estoy totalmente de acuerdo en el fondo, en su contenido pero me sigue maravillando tu capacidad para expresarlo de una manera tan hermosa, que envidia me das.
ResponderEliminarEspero que que nos nos falten Evas en nuestra vida ni tampoco un Miguel que nos abra los ojos de una manera tan bella.
Con toda mi admiración ( eso si me vas a tener q pagar unos pañuelitos de papel).
Charo