GRANERO DE SENTIMIENTOS
Nos conocimos en nuestra empresa, Comercial Garza, a
mediados de los setenta del pasado siglo. Al volver yo de Argel, finales de los
ochenta, Manuel Reyes lanzó la idea de reunirnos a cenar los compañeros más
íntimos todos los octubres. Y lo hicimos durante los últimos 30-35 años. Casi
siempre leía un escritito que componía para la ocasión y, al final, guardaba la
factura del restaurante firmada por todos. El puto cáncer se llevó primero a
Fernandito Morante y unos pocos años después a Antonio Aguña. Yo me sumergí en
una profunda pena (esa que me hace ser lo que soy sobre un espejo roto) y les
dije que yo prefería que dejáramos esas citas para no avivar la tristeza de
vivir. Con todo y con eso, volvimos a reunirnos pero ya nada fue igual, no
podía serlo… La cosa languidece melancólicamente como lo vamos haciendo
nosotros. Llegado este octubre vuelvo a recordarlos con este escritito adjunto
que les leí una de aquellas noches en un restaurante frente al Congreso de los
Diputados. Ya no estaba con nosotros Fernando y al poco se nos fue también
Antonio. Reconozco que la muerte es lo más natural que nos pasa, pero yo sigo
sin entenderla…
(A Tirso Canela, porque nunca le di las gracias por su confianza y comprensión…)
GRANERO DE SENTIMIENTOS
Es conmovedor hablar de nosotros cuando ya hace tantos años que nos conocimos en Comercial Garza. Y es emotivo hasta las lágrimas el que, después de los múltiples avatares pasados por cada uno, sigamos reuniéndonos anualmente para rendir un tributo desgarrador a la amistad que nos profesamos y brindar, en compañía de los que ya no están, por lo que seguimos siendo y por lo más hermoso que guardamos.
Si empiezo a nombrar por orden alfabético también hago honor al más veterano: Antonio AGUÑA, hombre singular hasta sus últimas consecuencias más nobles. De mirada conciliadora e inquietante según vinieran los vientos de frente. De expresión franca y contagiosa que parecía abrazarte cuando lo necesitabas… que era casi siempre. Maestro que nos impartía clases técnicas, militares, políticas, marineras y de gramática parda y que paciente nos enseñaba la asignatura más difícil de cuantas hay, la de la vida. Aunque de la vida noctívaga hay que reconocer que nos licenció con nota “cum laudem” por los garitos nacionales más reputados e, incluso, alguno hubo que, rendido y admirado de nuestros merecimientos, nos otorgó el doctorado “honoris causa”. Gracias Antonio, por tantas cosas tuyas que nos hicieron mejores e hijos predilectos de tu sentimiento.
Con José CARRETERO íbamos de prisa a todas partes en aquel tiempo de transición incierta. Y cuando llegábamos a ninguna parte (que solía coincidir curiosamente con un bar que él parecía conocer muy bien), nos hacía concienciarnos de que debíamos ser solidarios con los más desfavorecidos. Nos llevó a decenas de manifestaciones, nos bebimos todo tipo de filosofías y aguas de fuego, nos habló de las excelencias de la izquierda con acento del ICAI, corrimos hasta la extenuación en Pamplona soplando por un tubo (literal), mientras las chicas nos dejaban plantados por los chavales más aparentes del lugar. Pepe siempre tenía un motivo que renovaba nuestro entusiasmo, nos animaba a seguir con sus frases de siempre expresadas con ánimo nuevo: “Ya ligaremos” -decía- “hay cosas más importantes que hacer”; yo no estaba de acuerdo y no comentaba nada por si me llamaba al orden. Las tardes de verano nos ponía “Satisfaction” de los Rolling en su piso de la Carretera de la Playa, y según se contoneaba imitando a Mick Jagger nos daba consignas para elevar la moral del proletariado. Desde entonces no hemos dejado de admirarle ni un solo día, porque ni un solo día él deja de transmitirnos su estimulo.
Recuerdo a Abelardo GÜIL –simpático, educado y amable- recluido en el pequeño habitáculo de la centralita de Cartaya, mientras su mente viajaba por lugares extensos y lejanos poblándose de culturas exóticas y desconocidas para nosotros. Sus ganas de vivir, su alegría desbordante, nos arrastraba tras sus utopías rebosantes de sensaciones placenteras. Abelardo conserva en su gesto actual la felicidad de entonces, como nosotros conservamos hoy en nuestro granero de sentimientos su lealtad inquebrantable.
Aquí estamos esta noche: Abelardo, Aguña, Carretero, Largo, Manolito, “Miguel Ángel”, Velasco… Pero nos faltas tú, Fernandito MORANTE. Y es que volvió a vencernos otra vez el cruel destino dejándonos desamparados y con una pena más en el alma. Al llegar hemos mirado por los rincones y hemos descubierto el esqueleto de tus palabras y tus sonrisas diseminadas por esta noche que nos trae una mezcla de dolor por tu ausencia y de gozo por tu añoranza. Sabemos nosotros, tus amigos, que en algún lugar en las alturas han de existir restaurantes tiernos y eternos donde reunirnos anualmente contigo para ser felices. Mándanos la dirección de alguno que te parezca el más apropiado y acogedor para quedar todos los otoños. Te estaremos muy reconocidos.
Con
para morir abrazaos. Manuel sigue sumergiéndonos
en recuerdos, sonrisas y afectos. Muchos afectos inolvidables que distribuye en
silencio.
Nuestro campeón del esparcimiento, de la inteligencia, de la enseñanza, del jolgorio, de los sindicatos, de la oratoria… es por siempre: Vicente VELASCO. Y no digo más porque él nos lo dice antes, durante y después de nuestras existencias cotidianas. Es, junto con Morante, la persona con la que más veces hemos llorado a carcajada limpia. Y eso tiene una importancia vital en esta época en que hay una carencia preocupante, entre otras muchas, del sentido del humor. Pero no es de extrañar porque ya dijo Don Quijote que “el humor no asienta sobre ingenios torpes”. Vicente es el faraón del ingenio humorístico y reparte regocijo en igual medida que amistad entrañable y auténtica. Imitamos a los jóvenes de hoy chillándole: ¡Vicente: Queremos un ingenio tuyo! Le rogamos que no cambie para bien nuestro y de la porción más ocurrente de la humanidad.
Acabo con una frase del francés Henri Lacordaire que resume el impulso
que, cada año, nos une en noches como ésta en que parece que la obscuridad cae
lenta y suave, como gotas de agua otoñales acariciando el rostro: “La amistad es el más perfecto de los
sentimientos del hombre: Es el más libre, el más puro y el más profundo”.
Muchas gracias, compañeros.
Miguel MORENO GONZÁLEZ
6 comentarios:
Las buenas compañías y los buenos amigos nunca se olvidan siempre viven en nuestros recuerdos
Genial. Qué bonito.
V. Velasco
Cuando el paso del tiempo, siempre inexorable, va restando amigos, es el momento echar la vista al pasado y recordar el tiempo compartido con ellos, cuando la edad nos hacía ver futuros muy largos.
Un abrazo, D. Miguel. Luic C. Trijueque
Buenos días Pedro triste pero la vida es así
Aurora Ferrera Ruiz
Tu baúl de los recuerdos es inagotable y cada vez que lo abres sale de el un torrente de hermosas y entrañables frases para describir impecablemente sentimientos y sentidas emociones. Como siempre envidiable tu forma de escribir.. Pepe Vázquez
Estas tambien tienen solera
Carmen Frontelo Morales
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