Mulhacén Sierra Nevada.

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Mulhacén, techo de la Península Ibérica

Museo de Montaña Zorro Corredero

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jueves, 12 de noviembre de 2020

Pueblos y gentes de antaño. Por Miguel Moreno

 PUEBLOS Y GENTES DE ANTAÑO


Las cosas de los pueblos tienen un encanto especial que no se encuentra en ninguna otra parte. Sea cual fuere el destino de un hombre, el sello rural lo marcará de por vida. Tú ves a un director de banco, a un ejecutivo o a un Presidente de una Comunidad-Nación y al rato de hablar con él notas enseguida si gateó por los árboles a coger nidos o si anduvo metido en travesuras nocturnas riéndose de un paisano que a lo mejor, corriendo el tiempo, sacó matrícula de honor en todas las asignaturas para convertirse en ingeniero. Y si te fijas un poco notarás que alguno de ellos (o todos) tiene una cicatriz como recuerdo de una “cantea grande”, o quizá la tiene porque se resbaló subiendo a una higuera y cayó de bruces sobre una lancha “resbalosa”. Nacer y vivir en un pueblo da al hombre una sabiduría agraria, una astucia y un conocimiento de la vida que no se puede aprender en los libros. Parece mentira que un ayer tan cercano sea casi prehistoria.

El refranero no es más que una muestra apretada de la filosofía rural ante la vida. Es imposible resumir todos los libros de Humanidades con la síntesis certera que lo hace un refrán montaraz. Ningún letrado sabrá andar por la vida con las defensas naturales que tiene el niño que se ha lavado en la pila con el agua del pozo de su vivienda, o ha llevado una lata volteándola con las brasas de la lumbre desde su casa para no pasar frío en la escuela. Pero la vida ha dado un vuelco y a los pueblos ya no hay quien los conozca. Han llevado el Internet, los móviles y el coche de gama alta “tuneado” con la música a todo trapo. Los chavales se han convertido –antes del virus sin corona- en nómadas y desaparecen los fines de semana para hacer “botellón” en cualquier lugar que han puesto de moda. ¡Ah! Y no se ponen una camisa o unas zapatillas si no son de una marca determinada. La televisión y las “redes sociales” les han sorbido su identidad individual para convertirlos en una rara amalgama colectiva de difícil identificación.

Por eso ha desaparecido todo lo que nos era común a las pasadas generaciones como aquellos cines veraniegos al aire libre que eran tan familiares. Desde la abuela hasta los nietos llevaban las sillas de enea para sentarse y, como es cosa natural, no había besos de tornillo en la pantalla ni se había inventado la última fila, aquella que al pasar el tiempo llamaron “la fila de los mancos”. Y tantas otras cuestiones que eran mágicas para nosotros como lo eran los cuentos que nos leían al acostarnos. Ni rastro queda de aquella vida rural que poseía un fuerte contenido romántico.

Los tiempos avanzan y al igual que mis padres no me entendían a mí, yo tampoco entendí a mis hijos, ni éstos entenderán a los suyos. Desde hace mucho oí decir que es ley de vida. Esa ley te aísla abstraído en los recuerdos de tu vida y ayudan a mejor preparar un futuro incierto que, lógicamente, tiene menor recorrido que el pasado vivido. El presente me sirve ahora para reflexionar y meditar lo mucho que me equivoqué y lo muy feliz que fui gracias a mi familia. Siempre renunciaron a sus pequeñas ilusiones para dárnoslas a nosotros. Todo lo que ellos jamás poseyeron nos lo envolvieron amorosamente con el papel-regalo de la felicidad... Esa felicidad que constantemente me invita a mirar hacia atrás.

(En recuerdo de Alfonso Navalón, que escribía de estas cosas con emoción)

                                                                                   Miguel MORENO GONZÁLEZ


13 comentarios:

Anónimo dijo...

Como tantas cosas del pasado, éstas ya sólo quedan en el recuerdo.
Así nos va.
Como siempre un bello escrito. Un abrazo, Maestro.
Luis C. Trijueque

Anónimo dijo...

Es que antes en los pueblos, cuanto más pobres y menos teníamos, con tan solo poquita cosa, éramos más felices que ahora con tener mucho y de todo.
Jesús López Moreno

Miguel Moreno González dijo...

Gracias por vuestros amables comentarios. Efectivamente, todo va pasando y sólo nos quedan los recuerdos de su paso.

Anónimo dijo...

Pues sí, raro era el niño que no tenia cicatriz por un cantazo. Yo, tengo más de una.

Vidal Fermosell Jimenez

Anónimo dijo...

Esa felicidad también invita a mirar el presente. Afortunadamente todavia existen maravillosos lugares como Cadalso en los que podemos prendernos de la vida y disfrutar de la naturaleza.

Anónimo dijo...

Todo pasa y todo llega, efectivamente es ley de vida, pero esos recuerdos siempre perduran y tenemos que compartir esas vivencias con nuestros hijos porque es lo que nos hacía felices, el avance es exitoso siempre que nunca olvide de donde venimos, ni lo destruya.
Luis M. González

Anónimo dijo...

Soy madrileña y en mi niñez he participado en esos juegos... chapas, comba, truque, diabolo, escondite etc. y, tengo muy felices recuerdos😜

Maria Eugenia Blázquez Bascuas

Anónimo dijo...

Existen muchas personas con una inteligencia natural extraordinaria. Los otros a estudiar...

Anónimo dijo...

Madre mia que foto tan bonita,una pregunta pedro es Don Enrique el maestro?

Maria Antonia Hernández

Anónimo dijo...

Miguel precioso ,ya sabes que me encantan las historias de antiguamente y más las de cadalso. Que tiempos tan bonitos donde no teníamos moviles ni calefacción y nos sentábamos en la mesa camilla con el calorcito del brasero.que tiempos aquellos del colegio Nacional Mixto Carlos Ruiz,por cierto es Don Enrique el maestro?

Maria Antonia Hernández

Anónimo dijo...

Me refiero el de la primera foto

Maria Antonia Hernández

Pedro Alfonso dijo...

Si, es él, y los alumnos son todos conocidos.

Anónimo dijo...

Que Bonitas son las fotografías en blanco y negro

Aurora Frrera

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