Mulhacén Sierra Nevada.

Mulhacén Sierra Nevada.
Mulhacén, techo de la Península Ibérica

Museo de Montaña Zorro Corredero

Museo de Montaña Zorro Corredero
Museo de Montaña Zorro Corredero

domingo, 30 de junio de 2019

Incendio de Cadalso y Cenicientos. La Peña Muñana, las canteras y el Venero ahora mismo


Así está el incendio



Así se ve el incendio de Cadalso ahora mismo desde el aire. La Peña Muñana, arriba a la izquierda, las canteras y el pinar continúan ardiendo.

Zorro Corredero





5 comentarios:

oscarcasagonz dijo...

que pena mi pueblo quemado

Javier Perals dijo...

Soy un cobarde. No he podido aguantar el humo, el calor sofocante, el ruido de aviones y helicópteros sobrevolando mi casa, el desconcierto de la gente y sobretodo la inmensa pena que me causa ver así a Cadalso. He escapado unos días a Salamanca porque el agobio es muy intenso, pero en unos días vuelvo y habrá que ponerse a trabajar.
Javier.

Felix y Raquel dijo...

Terrible, terrible y terrible no tengo otra palabra

er_vigi dijo...

Es una gran pena qué se esté quemando el veneno y nuestra gran peña Muñana.

Saturnino Caraballo Díaz dijo...

HEREDEROS DEL LEGADO

Herederos del legado
viñador en tradición,
tenemos la obligación
de cuidar de lo heredado.
Se nos dejó encomendado
por nuestros antecesores,
y de ellos somos deudores
del cuidado de las viñas,
que otrora fueron campiñas
y el Lar de nuestros mayores.


LA GRAN TORMENTA EN EL VALLE

Tempestad que se desata
al comienzo de la tarde,
el cielo se abre y arde,
el rayo sobre la mata.

Se estremecen las encinas
pese al hábito y costumbre,
y en su recia mansedumbre
se acobardan sus retinas.

La agitación de los pinos
al desprender sus agujas,
aleteo que dibujas
tormenta de los destinos.

Las brevas de las higueras
que asoman entre la hoja,
con su pulpa blanca y roja
contra tu furia de hogueras.

Troncos de los olivares
bregados en los combates
del rayo y de sus embates
torcidos y circulares.

Ni los rayos ni centellas,
ni los horrísonos truenos
asustan a olivos buenos,
amigos de las estrellas.

Las cepas, las más inermes
sin el racimo formado,
su ruina la has consumado
y las vendimias y duermes.

Descargando tus granizos
sobre los fértiles suelos,
los sumes en desconsuelos
a nuestros campos pajizos.

Los descargas en ramales
que atemorizan las Peñas,
y malévola te adueñas
y eres causa de sus males.

Y a mieses que en la labranza
dispuestas para la siega,
que a la hoz se hacen entrega
colmando nuestra esperanza.

Has abatido al centeno
y al trigo lo has cercenado,
la siega la has malogrado
y el año no será bueno.

Has formado una laguna
sobre el campo de cebada,
dejándola condenada
a no hacer nuestra fortuna.

Algarrobas en la Umbría
reinante sobre el Juncar,
y de niño mi habitar
en veranos de alegría.

Formando una torrentera
que arrastra a las algarrobas,
sus gigantescas escobas
sumergen en la pradera.

Cunde la desolación
manos al cielo crispadas,
maldiciones desatadas
contra el fuego del turbión.

En las casas las mujeres
con los niños asustados,
por el tronar azorados
renuncian a sus placeres.

El placer que dan los juegos
incansables de la infancia,
hoy no aspiran la fragancia
de las aguas de los riegos.

En la Plazuela una casa
de mujeres está llena,
que entre rezos y entre pena
ven la tormenta que arrasa.

Santa Bárbara bendita
la entonan en alta voz,
para que el granizo atroz
de una vez cese y remita.

El desastre fue terrible
y asoladas las cosechas,
abriéndose nuevas brechas
como siempre es predecible.

Sin trabajo y sin jornales
en las viñas y en la siega,
desgracias que al campo llega
por los fuegos infernales.

La autoridad echó un bando,
ser recogida la caza,
partiendo desde la Plaza
todo batido y andando.

Las liebres y las perdices
fueron cobradas a cientos,
en tierras de Cenicientos
muertas entre las raíces.

Así fue la gran tormenta
que abatió al pueblo corucho
y tras trastornarle mucho
de nuevo inició la cuenta.

Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho

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