PATXI ANDIÓN: NOSTALGIA DE MÚSICA Y VIDA
La Hora del Lobicán, su último disco. 2019
Cuando tu primer elepé, Retratos (1969), yo estaba en Cadalso (en lo sucesivo:
siempre estoy allí, aunque no esté) y venía de corretear en Las Erillas jugando al fútbol. Elegíamos
compañeros y campo echando a pies.
Sí, hombre: pegábamos el talón de un zapato a la punta del otro e íbamos
avanzando al encuentro del rival, perdía el derecho a pedir primero y así
elegir compañero, aquél que, al final, no le cabía el pie completo y, después,
lo mismo para optar a la parte del campo que preferíamos, ¿recuerdas ahora? Más
tarde marchaba presuroso al Hornabajo para jugar a "la choza" (cinco
contra cinco y uno que hacía de guarda) y al escondite ("…respondo por mí
primero y por todos mis compañeros"). Recuerdo que aquellos anocheceres de
verano yo esperaba el coche de línea, El
gato, (morro alargado, color amarillo verdoso, baca de madera llena de
variopintos equipajes a la que se subía por una escalerilla lateral…) a que
viniera alguien que nunca supe si llegó. Sentado en la puerta del bar Sevilla
(perdona Julián), entretenía la espera sacando y metiendo los boliches verdes
en las tiras de alambre de sus ruidosas y veraniegas cortinas. Ya digo, fue
entonces cuando aparecieron Rogelio, desgarrador
canto a la amistad traicionada; La
Jacinta, que se la veía entre los cristales rotos de la puertucha de una
taberna de mala nota y El Pipo, nana
a un perro vagabundo que murió solo y con su pequeño corazón de chucho perdido
por algún rincón de su cuerpo.
Retratos, primer LP 1969
Tu segundo larga duración, Once canciones entre paréntesis
(1.971), me lo regaló una mujer en 1.975, para más señas en Torremolinos.
Verás: yo bajaba por la escalera exterior larga y de piedra de los apartamentos
Montmâtre, era otoño por la mañana y no había pegado ojo en toda la noche. La vi
subir y… nada, pues eso, que me lo dio envuelto en una bolsa de una tienda de
discos de la Av. Aurora, de Málaga. Fui con Manolito Reyes en su simca
"colorao" y oyendo a Paco Ibañez a través de un altavoz de canuto. Tuvimos un viaje de epopeya, digno
de las aventuras de don Quijote. Sufrió, aquel vetusto y entrañable vehículo,
mil averías. Pasado Córdoba se rompió el muelle del embrague y mientras, con
mucha suerte, nos lo arreglaban en el taller de un pueblo cordobés, estuvimos
haciendo proselitismo de izquierdas (enardecidos como estábamos en nuestro
entusiasmo con la música que veníamos escuchando) en el bar del lugar hasta
bien entrada la madrugada. Habíamos salido de Madrid (Cerro de los Ángeles,
tres de la tarde) después de despedirse Manolo de Chelo, su novia de entonces,
y llegamos a Málaga exhaustamente ilusionados a las cinco de la mañana. Empecé
a saber con aquel disco de las samaritanas
del amor, de aniversarios, y de
que tarde o temprano nos pasarán la
cuenta a todos, a mi con aquel amor me la pasaron, incluso, antes de lo que
esperaba. De regreso a Madrid tuve que poner a salvo el disco del devastador
incendio que se declaró en nuestro simca en Madridejos. Manolo, a pesar de sus
ímprobos esfuerzos con el extintor de un vecino de ruta, no pudo sofocarlo a
tiempo. A discreta y prudencial distancia le observaba melancólico con mi
abrigo plegado y mi regalo puesto a salvo y a buen recaudo. Desde enfrente él
me miró desamparado y sin poderlo remediar nos emocionamos los dos.
Palabra por Palabra. 1972
Sin embargo, el disco que más me recuerda
amores rotos por el destino, que nunca fueron olvidados, fue Posiblemente
(1.972). Las pócimas de Lupe, Si la ves
o Soneto 70, me extasiaban y me
anulaban para vivir la realidad, solía suceder que el esperanzador tango de Doña Anita me devolvía a mi no-ser, cuando ya todo parecía
irremediablemente perdido.
Si hay un elepé al que no es capaz de
desgastar el tiempo (¡y a mucha honra!) pero sí la aguja de mi tocadiscos
portátil verde, comprado en San Martín en 1.972, ese es Palabra por palabra
(1.972). De la mano de canciones como Treinta
y tres versos a mi muerte, La casa se queda sola, Con toda la mar detrás,
Padre, Me está doliendo una pena, Aquí…, me parece que fui entrando en mi
adolescencia sin prisas, sin nubes malas ni frío, tan solo un poco de nostalgia
de la infancia que a veces parecía como niebla que se iba disipando con la entrada
de la realidad de la vida… Lo compré un martes de la semana santa de 1.975 en
Discoplay (luminoso rojo con letra inglesa a la entrada), que estaba situado en
Los Sótanos de Gran Vía. Me gustaba ir a la Gran Vía (entonces José Antonio) en
autobús y de noche para ver las figuras y los rótulos luminosos de neón. Leí
sus textos el jueves santo por la tarde en el coche de línea que me llevaba a
Cadalso, que en aquella ocasión hizo el trayecto por la carretera de Brunete
debido al mucho tráfico que había por la de Navalcarnero; los terminé de leer y
soñar a la altura de Chapinería y no sé, pero todavía al recordarlo siento algo
extraño y placentero que explicar no puedo.
Con la canción El maestro empecé a comprender cosas distintas de las que aprendí
en la escuela Carlos Ruiz estudiando la enciclopedia Alvarez de tercer grado.
Los de izquierdas, cavilé, no debían ser mala gente, al menos parecían en aquel
tiempo más solidarios con el deprimido. Ni corto ni perezoso, cuando estaba en
compañía de gente como José Alfonso, cantaba -mas bien gritaba- aquella canción
subversiva por las madrugadas de los sábados cadalseños y después, sin saber
por qué, me sabían los cubatas a
gloria. Amiga del corazón (¡cuántas
creí tener de éstas!) junto a Hijo (no
volví a oírla más, la perdí y nunca la encontré en ninguna tienda de discos)
las oíamos en el seat 127 verde de Jose yendo a Pamplona acompañados de dos
chicas, a las que desgraciadamente no conocí lo suficiente porque tenía otras
cosas más mundanas en la cabeza; por ejemplo, ver cómo las hierbas castellanas
parecían contonearse provocativas con la brisa primera del amanecer. Esas
composiciones, menos Hijo como ya queda
dicho, en unión de Una, dos y tres, Desde
que te quiero… formaban parte del "lomplei" A donde el agua
(1.973).
De "Iparaguirre" (1.973),
únicamente recuerdo una canción, Trapu Zarrak que podría tararear, pero no
cantar. Todas las letras estaban escritas en vascuence, como homenaje a tus
raíces vascas. Es el único elepé que no tengo, todas mis pesquisas resultaron
infructuosas para dar con él. Cosas de la vida…
La música de Cómo el viento del norte
(1.974), amenizaba los partidos de frontón que disputaba con mis hermanos:
Nati, Justo y Jose, detrás de nuestra casa en Las Sillas. Comprobé con Carne de viento, Como las demás, Despierta niño, Entre tu piel, Viejo amor…, que se
unían nuestros sudores, a más de
otras cosas entrañables. No sé si ellos recordarán ahora, pasadas miles de
experiencias y fatigas posteriores, aquellas voces o aquellas sonrisas. Sólo en
el recuerdo y en la música entran todos los amores de nuestra vida… Yo
escuchaba estas canciones los domingos hasta las 22,30h. intentando paliar,
acaso acentuar, la pena que la partida del pueblo hacia Madrid me provocaba.
Con las melodías de El libro del buen amor
(1.975), nos familiarizaste con los textos de Juan Ruiz "El Arcipreste de
Hita" y… con el destape, ¡qué bonito! Subrepticiamente (¡qué tiempos!) fui
a ver la película al cine ¿Roxy? de Fuencarral. ¡Qué ansia por aquellas cosas y
qué granos nos salían en aquellos tiempos!
Evita
A dúo. Sí, a dúo cantábamos Balta y yo
cuando veníamos de muy lejos. Cuando veníamos de muy lejos y nos encontrábamos
Balta y yo entonábamos Como Marzo,
como presagio que muchos años después volveríamos a tararear esa misma pieza
sobre la bicicleta y surcando carreteras hospitalarias. Los "progres"
de aquellos años se reían porque seguían a los Credence, Emerson ó Pink Floyd,
¿a quiénes seguirán hoy? Nosotros seguimos poco más o menos igual, si acaso con
el aditamento de los clásicos. Somos unos nostálgicos que, como a otros muchos,
la insolaridad de la vida moderna ha cogido desprevenidos. Tabaco y oro, decía el miedo en voz alta. En voz baja te veo yo
pasar cada tarde soleada o lluviosa de San Isidro por el pasillo del tendido
alto del "2", camino de la escalera que rechina mudos lamentos. Y El 76. 1.976, Viaje de ida. Adónde ser
menos para ser con más detalle. Comenzaba la
transición y… ¿qué pasará?
Cancionero prohibido (1.978), suponía un
pulso a ese conservadurismo recalcitrante del que era incapaz de desprenderse la transición para tomar vuelo. Y,
además, La Tani: "las mariquitas
sólo saben lavar vasos, ¡la moral es de los justos!, ¡no hay piedad entre los
brutos!" También en esto me hiciste pensar. Y El de la 3, que tenía una carta a medio hacer. Y Como tu, guardo polvo de amor por los
rincones. Y La tarde, aquellas tardes
con olor a huerto, y a amor, y a padre, que se me fueron todas con él tres años
después. La música, el pueblo y los libros acercan el corazón de las personas.
¿Qué importaba eso comparado con mi tristeza?
Con Arquitectura (1.979), fui al encuentro
de la vida en compañía de Paloma, mi mujer, que calafatea a diario mis heridas:
"Para ti, mis pájaros, mis nubes, mis sábanas de lumbre, mi boca
enamorada…", la eterna Elegía del
amor. "Cuando se acaben los
caminos y no haya un norte donde beber, cuando no crezcan más que lirios…",
La América que yo amo, que amamos
ella y yo. Y Apunte de caza emotivo que leo en revistas de mi hermano Justo. Aún tengo verso nos encaminaba al bar
"El Lagar", el más romántico e íntimo que nunca haya tenido Cadalso.
Lo tenía todo: callejuela olvidada, puerta de madera que crujía al abrir y
cerrar, lumbre en la chimenea, sillas de anea, techo de madera, armonía
cómplice y amplia, ebrios que vomitaban ternuras por las esquinas… Y todos los
enamorados que "esperaban ver pasar frente a su ventana, un sábado de
aquéllos, una barca en alta mar".
El Balcón abierto 1986
"Quiero echar la vista atrás, donde se
encuentran mi plumier y mi compás y tus trenzas…" ¿A qué me suena esto? ¡Ah,
ya! Hay siempre tanto amor en las aulas, tanta primavera en el campo… Ya no
volveremos a sentir aquellas maravillas, sentiremos otras, pero aquellas no
volverán jamas: Amor primero (1983). Argel, tarde serena con ligera brisa.
Muevo el dial de la radio intentando encontrar una emisora española que me
rescate de mi añoranza: ¡Oh!, ¿qué será?,
Transbordo en Sol; la jodimos, esta
tarde ya no tiene arreglo. Y, encima, María
me dice que desde mi ventana se ve el mar abatido, como tristón y abandonado.
En fin, qué le vas a hacer, cuando las tardes vienen así mejor dejarlas.
General:
"…ya no queda nadie sólo nieve y los pinos, silencio y piñas buenas
para encender, buenas para adornar los belenes por Navidad, cuando los niños,
los recuerdos y el mar no se pueden callar". Cuando salió el álbum El
balcón abierto (1986), La que guarda la
noche, Si yo fuera mujer, veníamos de instalarnos (¡por fin!) en Madrid.
Una atardecida de aquel lento invierno, encuentro a mi hijo con los
"cascos" puestos oyéndolo, sentado como a tres metros del balcón
cerrado por el frío. Me conmuevo. El círculo se cierra muchos años después.
Tuve la satisfacción de comentarte esto y muchas otras cosas (igual que tú a
mí) en la presentación del libro El maestro, escrito por Molés y dedicado a
Antoñete, un mediodía de San Isidro del 96 en el hotel Victoria. Momento
delicioso e inolvidable en el que me trataste con una exquisita educación y
comprensión, respetuoso con la sensibilidad ajena. El mito hacía justicia al
hombre. Sucede en tan pocas ocasiones…
Vengo de comprar tu último trabajo Nunca,
nadie (1.999). Descorcho la botella del tiempo y brota de ella la nostalgia y
vuelvo a ser casi, casi quien era hace décadas. Soy casi el mismo que te
escribió una carta llena de angustias y
de quejas desde la calle Del Mirlo en Madrid, allá por el otoño del 75.
Casi el mismo que meses más tarde fue a verte a tu casa en la torre del Rastro
y al que una persona le dijo que acababas de llegar de Barcelona y estabas
descansando. "Está bien, ya volveré en otra ocasión" -respondí-.
Antes de salir del portal reparé en un buzón que tenía tu nombre escrito en
diagonal y a todo lo largo con caracteres de esos que llaman clásicos. Casi
sigo siendo el mismo que en la Navidad del 75 le mostró a alguien querido tu
bloque desde la estatua de Cascorro apuntando como Colón. Y poco o mucho he
cambiado, según se mire, desde que fui en el ¿75? a verte (pantalón vaquero,
camisa blanca y Rogelio a cuestas) al Cleofás de Goya, y en el ¿76? a JJ de
Callao (bajos del cine Palacio de la Prensa en el que se proyectaba, creo
recordar, "Asignatura Pendiente") o al Parque de Atracciones (noche
veraniega y estrellada, parecida a las que miraba de niño asombrado y con la
boca abierta). Sigo siendo casi el mismo que se enamoraba platónicamente con
tus canciones e, ingenuo, pretendía que a los demás les pasara igual. Casi mi
vida ha sido un poco tus canciones o ellas han contado mi vida, que tanto da.
Casi soy el mismo ayer leyendo emocionado tus composiciones que hoy leyendo La virtud del asesino en el metro y,
también, en un cursillo mientras, a la vez, contemplaba, entre hálito y hálito,
un jardín otoñal y apacible.
Cuadro de sus discos
Sigues siendo para mí una persona de culto y has
hecho en estos últimos días que me sumerja en evocaciones, que me empape de
vida admirable, que recupere la dulzura de los recuerdos y la belleza que
adorna las ilusiones. Me he puesto el traje de la memoria al revés y he
recordado las sensaciones y pensamientos que me dominaban (y me dominan)
escuchando tus canciones. Aquel tiempo es un tesoro de devoción y estima que ni
siquiera el desatino desquiciante de esta vida me usurpó. En aquellos años me
ayudaste a seguir con aquel anhelo inefable de abarcar la totalidad de mi
existencia que estaba, entonces, seguro de conseguir. Era bonito, muy bonito.
Ya ves, son recuerdos que yo guardo y nunca se me desgastan. Me estoy haciendo
viejo a pasos agigantados…
La hora Lobicán (2019), también lubricán. Es tu
último disco que conmemora tus 50 años de carrera (1969-2019). Cantas a ese espacio
de tiempo incierto en que no se sabe si el perro es perro o es lobo (lubricán: lupus=lobo,
canis=perro). A esa hora mágica te fuiste en Soria. Tu hora lobicán es roja,
como la sangre derramada, como la vida derrotada, como la muerte no anunciada.
La mía se asemeja a tu canción: "Me está doliendo una Pena", de tu
elepé Palabra por Palabra. Hoy siento tus penas y las mías abiertas en canal. Nunca
dejé de escuchar esa balada, ni dejaré de hacerlo hasta que vuelva a
encontrarme contigo y pueda parar la pena y hacerla volar.
Miguel MORENO GONZÁLEZ
Mensaje enviado a Miguel Moreno por Patxi Andion en 2003
De: Patxi Andion [mailto:Patxi.Andion@uclm.es]
Enviado el:miércoles, 24 de septiembre de 2003 17:16
Para:'miguel.moreno@mac.es'
Asunto:Respuesta sin mensaje
Querido amigo Miguel:
Todo es Porvenir como recuerda el título de lo que pueda ser que sea mi
próximo disco, incluso puede que sea verdad, que todo viene a ser lo que
puede ser, pero sin duda las cosas no consiguen responder a los sentimientos
y las sensaciones atesoran mucha mas cantidad de lógica que las ecuaciones,
de forma que es posible que no exista mas razón que la sentimental. Si en
eso nos encontramos, es posible también que pocas señales se encuentren en
el trasiego de la vida que nos muestren con claridad lo que somos. Es
probable que nos enseñen mas como pretendemos ser. Y uno no deja de buscar
en cada día cualquiera el hálito de lo extarordinario.
Es dificil responder. Es aún mas improbable corresponder y parece imposible
abarcar, comprender el tránsito vital de quien ha estado caminando a tu
lado, fumando como tu, despertándose igual y repitiéndose de la misma forma
en las palabras, pero en aquel lado ignoto que te acompaña sin dilación y
sin huella. En el vacío de lo desconocido y que quizá tan solo desde lo
esotérico, desde la místerica forma de la fé se pueda intuir.
No recuerdo haber podido ver una cercanía así de extraordinaria como la que
me expresas y renuncio a pretender igualar en mi asombro el distingo. No es
posible discurrir sobre lo sentido ni transitar desde ello a lo expresado.
Es un ejercicio imposible y vano. Renuncio, por tanto a corresponder. Quiero
salvar sin embargo mi derecho al desconocimiento y con ello guardar el sueño
de que nada cae en saco roto. Que no estoy solo. Que nunca lo he estado y
que probablemente no lo estaré, simplemente porque casi nunca he vivido en
mi y sea la imagen de mi vida en tí como en otros la que respira, trabaja,
duerme y se agota en lo demás.
Patxi Andión
17 comentarios:
D. E. P amigo
Jose Maria Moreno Gonzalez
D. E. P.
Esperanza De La Cruz García
Ayer lo ví, y lo puse en mi muro, todos los años se tiene que ir uno de los buenos!!!
Esperanza De La Cruz García
Me gustaba mucho como cantaba si es verdad todos los buenos se van D.E.P
Tomasa Rozas Martim
Emocionante, Miguel. Fue un gran poeta de lo cotidiano. No sé si sentía a fondo la vida o vivía a fondo los sentimientos, creo que vida y sentimientos se confundían o se fundían en él. Fuiste afortunado conociéndole.
Gracias, Maestro.
Luis Carlos
Gran Cantante
Clara Perezagua Lopez
Lo he sentido...
Loli Diaz Zurdo
D.E.P.
Verónica Muñoz
Voz manando caudalosa
desbordando el contenido,
fue bronca, grave y pastosa,
en escena fue amorosa
y con Patxi se nos ha ido.
D.E.P. este cantante tan especial como pocos hubo, hay y habrá. Muy buen trabajo Miguel. NO es fácil hacer este homenaje tan bien planteado como tú lo has hecho mezclando sus discos y tus sentimientos. No me extraña que te felicitase con su correo tan especial: "No recuerdo haber podido ver una cercanía así de extraordinaria como la que me expresas y renuncio a pretender igualar en mi asombro el distingo". Debió recibir una gran alegría al leerte. Estate satisfecho por habérselo hecho saber en vida. Tengo curiosidad por saber lo que yo hubiera sentido oyéndoos a los dos.
Un abrazo sincero y mi mejor recuerdo para él y su familia.
Cadalseño
Bar "El Lagar", el más romántico e íntimo que nunca haya tenido Cadalso. Lo tenía todo: callejuela olvidada, puerta de madera que crujía al abrir y cerrar, lumbre en la chimenea, sillas de anea, techo de madera, armonía cómplice y amplia, ebrios que vomitaban ternuras por las esquinas… Y todos los enamorados que "esperaban ver pasar frente a su ventana, un sábado de aquéllos, una barca en alta mar".
D.E.P. Patxi. Qué párrafo tan bonito. Qué bien expresas los sentimientos. No recuerdo ese bar, alguien sabe de qué bar habla Miguel
Luisa
Quien no ha escuchado alguna vez su canción Una, dos y tres? Narra realmente como era el rastro, ( su barrio). Me contaron que la inspiración de la canción le vino al encontrarse un mueble en buenas condiciones,que decidió llevarse. Ante lo cual una mujer empezó a gritar" Una, dos y tres, lo que Ud no quiera para el Rastro es".
Precioso homenaje Miguel, seguro que a él le emocionaria.
Susana
Saludos
Hola Luisa. El Bar “El Lagar” se ubicaba en el callejón que está a la derecha del antiguo taller de cerrajería de Villa. Enfrente de las Villas de Don Julián. Bajabas un poco y a la derecha se encontraba el bar. Como digo en el escritito de Patxi Andión, era un lugar muy especial que funcionó bastante bien el tiempo que estuvo abierto, que creo recordar, no fue mucho. Aprovecho a la vez para dar las gracias a todos por vuestros sentidos comentarios hacia Patxi y el escritito a él dedicado. Abrazos sinceros.
Miguel Moreno González
D. E. P
Jose Maria Moreno Gonzalez
No habia leido el escritito en su dia. Me imagino a Patxi Andion leyendolo extasiado.
A. Acuña
Miguel muy bonito que grande eres le haces un escrito a Patxi andino y este te contesta . Que gran pérdida que pedazo de artista yo lo vi en el musical Eva Perón como el Che Guevara, que mala suerte el día del accidente
Patxi Andión creo que fue un hombre que pasó honradamente por la vida. Participó, como muchos, de lo que consideró necesario para mejorar la España de la época y enmudeció y retornó al anonimato cuando, como otros muchos también, sufrió el desencanto y el dolor de las esperanzas perdidas.
Un abrazo, Miguel.
Luis C. Trijueque
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