(A Antonio Gala, que hablaba y escribía como si siempre fuera Navidad)
PASTORCILLO NAVIDEÑO EN
PLESIMAR
A primeros de diciembre me colocaron junto a otros
compañeros de diversos oficios campestres en el escaparate de Plesimar. Tienda
de mercería y regalos que Alfonso y su mujer, Pili, tienen en la Plaza de
Cadalso. Enseguida algunos colegas se fueron contentos en manos de niños acompañados
de sus madres. El Día del Gallito
hubo mucho trajín y fuimos muy visitados por pequeños que llevaban bufandas y sus
manos enguantadas sosteniendo un libro (Las
Maravillas del Mundo), y una carterita de plástico conteniendo el aguinaldo
en forma de perras gordas, dos reales y algunas pesetillas. También sujetaban un
mazapán pequeño en forma de gallo -ellos lo llamaban “gallito”-, que les habían regalado junto al libro aquella misma mañana
en la escuela.
Nada se olvida. Yo no me olvido de nada. Sucede que, como
soy de barro, hay cosas que no entiendo bien y parece que no las recuerdo. A
mediodía, de la mano de su madre, apareció en Plesimar un niño muy rubio con expresión
melancólica. Ella compró unas pequeñas y humildes zambombas revestidas con
papel de colores, unas finas panderetas de piel y también unos gorros adornados
con estrellitas doradas que rodeaban el cartelito de Feliz Navidad. El crío extendió su dedo índice, me señaló y
exclamó: “¡Yo quiero ese pastor!” La
madre le indicó que no se señalaba con el dedo. Él, sin bajarlo, insistió: “Bueno, yo quiero ese...”
La tarde que montaron el nacimiento en su casa él me
colocó en lugar preeminente. Se me veía más que a los Reyes, tanto como al
Portal de Belén y parecía tan grande como el Castillo de Herodes. “¡Para eso es mío!”, musitó bajito. Cuando
pasaron los Reyes Magos me envolvió en un papel de periódico y me introdujo con
otras figuras en una caja grande de cartón. Yo me dormía y él, muy feliz, me
despertaba todas las Navidades una semana antes del “Gallito”.
Tiempo después le encontré muy crecido. Me cogió
delicadamente con sus manos y noté que miraba sin ver. El día 24 llegó
acompañado de una chica muy guapa. Estaba más animado que nunca. Medité que
aquella compañía era lo que le hacía pensar y ausentarse del lugar. “Ése es sólo mío”, dijo acariciándome. Creo
que así quiso presentarme. Yo sabía que las otras figuritas eran mejores, más
grandes, más bonitas… Él me rozó suave con sus dedos y susurró: “Éste es sólo mío.” Yo me emocioné…
Él es ya tan mayor como sus padres cuando lo conocí, pero
yo sigo siendo igual. A pesar de que la mayoría prefiere el árbol él sigue
montando el Nacimiento. Me toma sonriendo (¿por
qué me entristecerá tanto su sonrisa?) Me pone delante de un Portal que yo
no conozco -es nuevo- rodeado de figuras distintas a las de entonces. Se queda
un rato observándonos con esa cara que se le pone cuando no está donde está. Yo
sé que las cosas de dentro, aunque le vayan bien las de fuera, no le marchan.
No sé si será verdad, pero lo presiento. Tantos años compartiendo este cariño
que sé cuánta pena cabe en un villancico y en su tristeza.
El año pasado arribó al pueblo desde un país lejano. Nevaba como si los copos fueran plumas desprendidas de las alas de los ángeles. Sus sobrinos: Alex, Carolina, Javier, Jorge, Luna, Martín, Moisés, Santiago… le cantaron una cancioncilla cadalseña de Navidad al recibir sus regalos: “…Tenemos que echar una copla por encima de un laurel para que el niño Dios le dé mucha salud a nuestro tío Manuel…” Cuando se quedó solo me tocó la cara con la yema de sus dedos pequeños: “Soy feliz, pastorcillo.” Tuve miedo, sé que es una tontería, pero lo tuve.
¿Qué sucederá esas Navidades cuando él ya no me saque de
la caja, ni se tome una copa en Nochevieja mirándome emocionado, ni escuchemos
el Concierto de Año Nuevo con lágrimas en los ojos y ni tan siquiera deposite
dichoso los juguetes junto al Belén la Noche de Reyes? Si sé que es Navidad y
él no viene a buscarme, cerraré los ojos y me dejaré caer desde lo alto del
armario. Sin él yo no quiero dormirme en una caja guardada en el maletero del guardarropa
mirando hacia la Peña Muñana. Tampoco quiero seguir siendo pastorcillo de
Nacimiento en este pueblo tan bueno, tan melancólico y tan alegre que él tanto ama:
Cadalso de los Vidrios…
Miguel
MORENO GONZÁLEZ
11 comentarios:
Precioso, Miguel. Un abrazo.
Luis C. Trijueque
Joerrrrrr... que maravilla Miguel...lo estaba leyendo y lo estaba viviendo al mismo tiempo. Gracias por tu precioso mensaje. Feliz Navidad amigo y por supuesto para Paloma, tu nieto Moisés... bueno...a todos los tuyos. Un fuerte abrazo.
José A. Álvarez G. de Guzmán
Sensacional Miguel, todo el escrito es un cuento, esta vez real, de nuestra infancia en este pueblo que nos vio nacer y crecer. Según voy leyendo me vienen recuerdos e imágenes de personajes de la época, y me siento dichoso de todos ellos, porque son parte de ese principio de vida que se forjó durante aquellos años junto a ellos. A veces estoy un poco anclado en el pasado de nuestras calles y gentes, cosa que me gusta, pero afortunadamente el contacto con los nietos me impulsa al futuro, cosa que me gusta más.
Un fuerte abrazo para ti y tu familia, en especial para Asun.
Es que lo bordas Miguel!!!
Te deseo una Feliz Navidad y que el 2022 te colme con todos tus deseos.
Un fuerte abrazo querido amigo
Jero
Precioso.
A. Acuña
Querido Miguel, gracias por compartir tan preciosas palabras, con gran cariño te deseo muchos momentos felices. Adoptare en mi familia la tradición del gallito y el libro, me parece preciosa y entrañable.
Elena
Bonito relato, para estas fechas navideñas.
Luis M. González
Ay Dios mio..... cuanto le gustaba a mi amado esposo QDEP, ese DIA y tenía muy bonitos recuerdos. Con TODO MI MAYOR CARIÑO para esta NAVIDAD.🌲🧑🎄
Maria Eugenia Blázquez Bascuas
Gracias y Felicidades desde este Zorro que tanto nos une a los cadalseños y a todos aquellos(as) que se sienten como tales...
Miguel no dejes que el animo caiga que el gallito pasó, prepárate para recibir el año nuevo y pasará la mascarilla.
[28/5 20:09] Pepe Vázquez: No lo había leído, pero se me han empañado las gafas leyéndolo, ¿porqué será?. Es enternecedor. Me ha encantado.
Pepe Vázquez
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