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Peñalara por Dos Hermanas.

Tubo del Gusano. Pico del Lobo. Sierra de Ayllón.

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martes, 13 de noviembre de 2018

DE NIÑOS Y MÉDICOS POR CADALSO



DE NIÑOS Y MÉDICOS POR CADALSO


     Allá por los años sesenta, cuando mi infancia, las madres vivían obsesionadas con la comida de sus hijos. Sin duda achaques de la aún no lejana posguerra que les dejó recuerdos de hambre prendidos a sus estómagos y a sus vidas ya de forma indeleble. Lo que es la vida, si la tomas en serio te vuelve loco: En aquellos tiempos te decían que tenías que comer para ahuyentar las enfermedades y ahora se recomienda no comer mucho para evitarlas.

      Mis continuas y fugaces visitas al médico eran de la mano de mi madre en busca de vitaminas que abrieran mi apetito y paliaran la extrema delgadez de aquella efigie de silbido a punto de llevársela el viento en pos de algún sueño perdido la noche anterior. Recuerdo que ya entonces había mucha lista de espera y que las madres la entretenían interesándose por la salud de sus retoños y pasando revista al cotidiano y monótono devenir del pueblo y sus gentes.

Don. Alejandro Menéndez, natural de Santa María del Tiétar y médico de Cadalso durante muchos años.

     Don Alejandro Menéndez pasaba consulta en la amplia planta baja de su casa rodeada de árboles y situada en la que hoy es, en su memoria, Avda. Doctor Menéndez y que entonces era la Avda. de Madrid. Justo pasado el quiosco de Jose (siempre Jose, bueno, callado, mirada penetrante…) a mano izquierda en dirección a La Castellana, sigue conservándose en buen estado la que fue su casa-consultorio. Ha sido y sigue siendo -no recuerdo otro- mi auténtico médico de cabecera: "-Niño, abre la boca, (¡ajjj!), levántate la camisa y respira fuerte y hondo. Bien, un poco debilucho si está, nada de importancia por lo demás. Con unas inyecciones se quedará como nuevo." ¡Dios, siempre las inyecciones! Qué llantina contenida nada más oírlo y que más tarde se multiplicaba ya sin reparo en casa de Enriquito, el practicante, en la calle Santa Ana, hoy Del Coso, al recibir el agudo aguijonazo sobre mi inocente nalga.

Mi tío Manolo que fue mi padrino, mi madre que me sostiene en brazos y Mauricia, que nos ayudó a nacer a todos nosotros.


     A la vez que en casa de D. Alejandro se pasaba consulta en el Hospitalillo (creo recordar que hubo un tiempo que Cadalso contó con dos galenos, ¿Don Emedardo se llamaba el otro?); este edificio se levantaba en una parte de lo que en la actualidad es la Casa de Cultura. Allí vivía Mauricia, la comadrona, que atendía todos los partos en el propio domicilio cadalseño de las parturientas. Mi generación nació toda en Cadalso y nuestro primer contacto con la vida fueron las manos de Mauricia; nosotros, los recién nacidos, respondíamos llorando con unas lágrimas que acabaron siendo las más inocentes de nuestra vida. Y es que, al día de hoy, no se conoce ningún caso de niño nacido entre sonrisas -eso se aprende después- y esto, de paso, me invita a reflexionarlo para el futuro. Además, Mauricia mantenía las dos salitas que componían el Hospitalillo (de ahí, de su pequeñez, nació su nombre) luminosas y pulcras, dándole un aspecto de lo más entrañable. La primera planta sólo se utilizaba en casos excepcionales y servía como enfermería de los festejos taurinos en las Fiestas de Septiembre. Por todas sus ventanas en los días soleados se colaban haces de sol que estallaban contra sus blancas paredes, procurándole al lugar una intensa y hermosa luz que guardo en algún pequeñito lugar de mi memoria infantil.

     Los medios de aquellos años, como por otra parte es fácil imaginar, eran muy precarios y se intentaban suplir con la cercanía y el cariño locuaz que Don Alejandro repartía -junto con su agua de Solares- por doquier y sin restricción alguna (me parece que en épocas de carencia hay mayor solidaridad, al igual que en las de abundancia hay mayor egoísmo). El médico a la mínima visitaba a los enfermos en sus casas recetando por igual medicinas, que se adquirían en la botica de Reig con estantes repletos de frascas de vidrio que estaba ubicada en la Plaza, y simpatía que llevaba él consigo; ambos ingredientes ejercían de eficaz antídoto contra cualquier dolencia. Después ceremoniosamente se lavaba las manos en la palangana y se secaba con una toalla blanca que se guardaba en casa sólo para él. En unas horas, los niños retornábamos a nuestro hábitat más preciado: la calle, el calor o el frío, según la estación.



     En cierta ocasión en un exceso de celo profesional enviaron mi escuchimizado y esmirriado cuerpecito al hospital del Niño Jesús en Madrid (entonces Móstoles o Alcorcón eran poco más que Cadalso y carecían de hospital). Aquella vez no lloré, sólo miraba. Miraba a mis padres, al ascensor, al resto de los niños de la habitación, a los árboles curiosos que asomaban por la ventana y a aquel otro color blanco de la habitación que no se parecía en nada al que dejé en mi pueblo. Y no hablaba, los pocos días que permanecí allí hasta que comprobaron el error del diagnóstico, abrí la boca lo estrictamente imprescindible. A los niños cadalseños de mi tiempo, Madrid nos impresionaba tanto que nos dejaba casi mudos. Ahora, en cambio, me entristece y me deja sin aliento y perplejo.

     Después del Hospitalillo se pasó la consulta médica al edificio que hoy es el Hogar del Pensionista y más tarde, en los años ochenta, al Centro de Salud, junto a la plaza de toros. Durante un tiempo se comentó que se construiría uno más moderno y mejor dotado en la zona de los Cuatro Caminos, pero  al final se edificó justo enfrente del anterior, en la Avda. Francisco Caballero. No sé si permite a Cadalso mantener una adecuada e imprescindible infraestructura sanitaria de cara al futuro más inmediato. Lo desconozco, aunque también pienso ahora que hay que intentar estar a la altura de los tiempos que corren en otras áreas no menos importantes para el desarrollo de nuestro pueblo. No obstante, yo guardo la sensación de que aquel tiempo pasado siempre fue mejor en lo sentimental. Supongo que por eso queda tan bonito en el recuerdo…


Miguel MORENO GONZÁLEZ

37 comentarios:

Anónimo dijo...

Cosas que hemos conocido todos muy poetico te ha quedado

Antonia Frontelo Morales

Anónimo dijo...

Pedro recuerdo la puerta del hospitalillo una larga cola de madres y niño@s a ponernos la vacuna te sentaban en esa camilla altísima o a mi me lo parecía, y zasca una cruz en la pierna o brazo con esa especie de pluma que todavía me está doliendo madre mía que infancia más feliz

Pilar Calvo Villarín

Jzurinaga dijo...

Cuántos recuerdos...a D. Alejandro lo recuerdo con especial cariño.

Anónimo dijo...

D. Alejandro un poco burro a mi abuela la decia lo qué tienes que hacer con casi noventa años es morirte no se que pintas aqui eso tienes que hacer morirte la buena de Maria su mujer mi padre la queria mucho mi pariente le decia eran familia de mi abuelo Zacarias era un poco burro D Alejandro le recuerdio perfectamente cuando visitaba a mi madre que estaba enferma del corazon de lo mismo que estoy yo operada balbulopatia la pobre no tenian medios para mejorar las enfermedades no hablemos de curar

Carmen Frontelo Morales

Anónimo dijo...

Era un gran médico, hacía de todo y con los pocos medios de la
época, igual que ahora que al segundo ya te están mandando para Móstoles o Alcorcón.

Conchi

Anónimo dijo...

Que recuerdos es verdad lo de las inyecciones te las mandaban por cualquier cosa,me acuerdo que tu tio Lorenzo me tuvo que poner la del tetano no llore nada madre mía😂

Rosa Foncuberta López

Anónimo dijo...

Y no os toco ninguna cataplasma?? ñoxer con las cataplasmas y sino la purga de Aceite de ricino

Anónimo dijo...

Tengo varias anécdotas entre Don Alejandro y mi abuelo, el boticario. Ya te contaré. Huboi alguna época que Don Antonio Boix también tenía consulta en Cadalso.
Antonio Acuña Reig

Anónimo dijo...

Miguel, Don Alejandro conocía a todas las familias de Cadalso y le podías llamar a cualquier hora de la noche. ¿Te acuerdas del coche que tenía que le llamaban “huevo” porque era redondo? Y la Mauricia ella nos sacó a todos. Ahora la vida no es igual, ni nos respetamos, ni nos queremos. Nada más que nos interesa tener envidia y hacer daño. Éramos buenos y sin maldad, recuerda cuando te tiré a la cuneta subiendo de Sotillo camino de Cebreros con mi pobre vespino. Veníamos de la fiesta de La Paloma. Qué tiempos tan bonitos, los echo de menos…
Viecente Álvarez Lago

Anónimo dijo...

Magnífico, como no podía ser menos, Don Miguel. Eres como un relojero de los de antaño, desmontando, analizando y volviendo a colocar en su sitio preciso los recuerdos. Figura entrañable la de los médicos rurales. Hacían funciones de médico confesor al que los paisanos le contaban no sólo los dolores del cuerpo sino también los del alma. Ya se ha perdido tan auténtica figura porque ahora los médicos van de paso hasta que consiguen plazas más suculentas para su carrera profesional y sus bolsillos. Aún no hace un mes que una chica de aquí, de Ciempozuelos, me contaba que había llamado a su médico, que es el de su madre y también el mío, para contarle que le había dejado el marido. Pobre médico que además es amigo mío y una persona excelente, lo que tiene que padecer. Gracias una vez más por acordarte de este jubilado a la hora de remitir tus escritazos. Un abrazo.
Luis Carlos Trijueque

Anónimo dijo...

Me alegro mucho que te acuerdes de. D.Alejandro, fue el mejor médico que ha pasado por Cadalso, yo lo recuerdo con cariño

Maria Luisa Conde López

Anónimo dijo...

Pedro te acuerdas el dia que me rompi el brazo en las "serillas". Despues de oscultarme me pregunto que bebia si anis o cognac y gritando dijo " Maria trae la botella de anis que este muchacho se ha roto el brazo" y me ofrecio una copita para colocarmelo

Pedro Alfonso dijo...

Si, claro que me acuerdo, pero recuerdo dos brazos rotos, Eres Ramón?

Anónimo dijo...

Buen médico y gran persona Don Alejandro

Loren Alfonso Jeronimo

Anónimo dijo...

Me acuerdo de muchísimas cosas, k tiempos aquellos, un buen relato, enhorabuena

Maria Agustina Arribas Gómez

Anónimo dijo...

Que persona más buena, el y su mujer ,no tenía descanso el hombre ,siempre estaba de guardia . Gracias por acordarte de el

Lucia Lop

Rafael dijo...

No se puede decir más del tema.. y sin conocer al personaje.. Pero la cantidad y calor de los comentarios lo dicen todo.. Comparto, eso sí, el pavor por las inyecciones, que creo nos deben haber pasado factura emocional con los años. La ceremonia del practicante a domicilio (Aranzana, se llamaba el pérfido espada) esterilizando la aguja quemando alcohol.. aquel olor junto con la angustia del momento me ha perseguido hasta bien mayorcito.. Gracias Miguel.

Anónimo dijo...

¡¡ que recuerdo D. ALEJANDRO !! ¿ QUIEN NO SR ACUERDA DE ÉL? NO TENIA DESCANSO , LE PODIAS LLAMAR A CUALQUIER HORA ¡ QUE BUENA PERSONA Y MÉDICO , LE RECUERDO CON MUCHO CARIÑO , COMO A MI GRAN AMIGA Maria Luisa gracias Pedrito por estos recuerdos tan bonitos

Juana Lopez Garcia

Anónimo dijo...

Pedro me a gustado mucho el relato y todos los comentarios de Don Alejandro no habido otro médico como el a la hora que fueran a su casa siempre atendía nuca decía que no

Dolores Saez Canoyra

Anónimo dijo...

buen hombre y buen médico un poco bruto pero bueno le perdonaban sus cosas que te decía

Dolores Saez Canoyra

Anónimo dijo...

A mi se me rompió la muñeca y Don Alejandro me la escayolo en su casa ni hospital ni nada 😏😏😏

Conchi Lopez

Anónimo dijo...

Don Alejandro trajo al mundo a mi marido en el año 1960 en casa de mi suegra en la calle Real

Ruqela Tuyes

Lourdes dijo...

Que buenos recuerdos ....me encantan tus historias porque me llevan a la niñez!!
Mañana se lo contaré a mi madre (Cani) que la va a gustar leerlo.

Un beso y gracias

Saturnino Caraballo Díaz dijo...

DON ROMÁN ABAD

En la puerta se enmarcaba
su imponente corpachón,
y entraba en la habitación
y mi pecho lo auscultaba.
La lengua me examinaba
y analizaba el color,
y olisqueaba su olor,
y me daba una palmada
y mi madre esperanzada
decía:"Gracias doctor".


AL CENTRO MÉDICO DELA RIVOTA SIN OMITIR A NADIE

Venas, más nervios, tendones, tejidos,
que conforman un todo, un cuerpo humano,
precisan de un ejército y a mano
que una órganos y amaine sus quejidos.

Tebana legión, alma de afligidos,
integrada en el orden ciudadano,
consuelo cuando en males se es profano
y actuamos como infantes desvalidos.

Médicos discípulos de Galeno,
de Hipócrates consulta de doctoras,
llegado Ibn Siná de Isfahán remota,

hallamos el amplio recinto pleno
de enfermeras nutricias asesoras
de un docto vademécum en Rivota.

Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho

Anónimo dijo...

En el Hospitalillo, yo conocí a Don Fermín y Don Medardo

JGabriel Storch de Gracia

Anónimo dijo...

Don Alejandro fue un buen médico y muy trabajador y co una familia estupenda

Antonia Lozano Reseco

Anónimo dijo...

También tengo que decir que el practicante se llamaba Enrique y no daba aguijonazos

Antonia Lozano Reseco

Pedro Alfonso dijo...

Mi tío Lorenzo, practicante en aquellos años, contaba esta historia: Un día Don Alejandro fue solicitado para ver a María, la mujer de Perreque, que entonces vivían en la calle Real, donde hoy está el local de comida preparada, pues bien, llegó Don Alejandro portando un precioso sombrero que le habían regalado, los allí presentes le dedicaron buenos adjetivos a dicho sombrero, y cuando se lo quitó alguien li dijo que lo dejara sobre una silla.
Al rato entró Perreque, algo o muy animado, se sentó en la primera silla que vio, paso un tiempo y tras ver y diagnosticar a María, Don Alejandro se lavó las manos, se secó con una toalla recién sacada y por lo tanto limpia, costumbre que sólo se hacía con el médico, y a continuación buscó su sombrero, pero no lo encontraba, hasta que al rato recordó que lo había dejado sobre una silla, la cual estaba ocupada por Perreque, que ajeno a la situación miraba sorprendido. Entonces Don Alejandro se acercó y le dijo, levanta un poco, viendo que su sombrero descansaba totalmente arrugado bajo las posaderas de Perreque, fue entonces cuando Don Alejandro le dijo; levanta borrachín que te has sentado encima de mi sombrero y me lo has dejado totalmente aplastado, Perreque se levantó miró con cierta sorpresa y no le dio mucha importancia, mientras los demás intentaban no reírse ante el enfado de Don Alejandro.

Anónimo dijo...

Que recuerdos yo también e ido a ese hospitalillo

Maria Montes

Anónimo dijo...

Me encanta ver esta crónica de antaño

Maria Antonia Hernández

Anónimo dijo...

Y también los setenta Pedro, yo tengo buenos recuerdos y fotos con Mauricia y don Alejandro. Un abrazo.

Carlos Herresanchez

Anónimo dijo...

Quien no recuerda fruteina y agua de solares para todo jajajajajaja un señor medico que arreglaba todo a mi varias veces tambien recordar que mi hermana y yo nacimos en casa y el atendio a mi madre


Antonio Lopez Saugar

Anónimo dijo...

Yo me acuerdo de Mauricia que vivía en el hospitalillo. Y puso los pendientes a mi hija en el año 1982 pero de Don Alejandro no vivía en Cadalso todavía, pero si he oído hablar mucho de él. Bonito recuerdo Pedro

Chelo Villarin Recio

Anónimo dijo...

Yo tenía un año cuando falleció y no me acuerdo de mi abuelo. Qué bonito leer los buenos recuerdos que tiene de él (y de mi abuela María) la gente del pueblo!

Arantxa Revuelta Menéndez

Anónimo dijo...

Una gran persona y un excelente médico, trabajador como nadie e implicado en todo lo que tuviera que ver con la salud de los cadalseños. Ya no quedan médicos como Don Alejandro, si hoy la medicina se entendiera como el la entendía y practicaba, siempre pensando en el enfermo fuera la hora que fuera, otro gallo nos cantaría. Es cierto que todo ha avanzado, que se dispone de todos lo medios y maquinas necesarias, pero la entrega y profesionalidad de muchos médicos y médicas, como ahora se dice, nada tiene que ver con aquellos del pasado. Si, Don Alejandro fue un excelente médico que supo entender y atender a todos con cariño, amabilidad y profesionalidad. Muchas gracias Don Alejandro por todo, cadalso siempre le estará agradecido.


Un cadalseño que disfrutó de tenerlo de médico.

Edu Revuelta dijo...

Yo soy nieto de D. Alejandro y recuerdo un detalle de el. En casa había tres carteles escritos a mano. " estoy en el cine" " estoy en el venero" y " estoy en entrepinos" . Eran los únicos tres sitios a los que se permitia ir de vez en cuando. Y siempre informando dd sus coordenadas. Podemos decir que estaba de guardia 24 horas 7 dias a la semana. Recuerdo, siendo niño, muchas noches oir el timbre de casa desde la cama y sentir al abuelo saliendo de la cama por alguna urgencia. Tsmbien recuerdo estar en el cine y tener que salir a media película por lo mismo. Yo se que todo lo hacia con gusto porque era un médico muy vocacional

Pedro Alfonso dijo...

Yo que le conocí y fui atendido por él en muchas ocasiones, te puedo asegurar que era un gran médico, pero también una excelente persona. Gracias Edu por descubrirnos un poco más de tu abuelo.

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