Mulhacén Sierra Nevada.

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Museo de Montaña Zorro Corredero

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jueves, 26 de enero de 2023

LA LLUVIA AMARILLA de Julio Llamazares. Por Miguel Moreno.

La Lluvia amarilla

Leí La lluvia Amarilla hace muchos años y me golpeó severamente el alma. Es un libro sobrecogedor e imprescindible. A ratos te hace añicos, te estremece, te deja a la intemperie de la vida: Andrés, el último habitante de Ainielle, pueblo abandonado del Pirineo aragonés (eso que llaman ahora la “España vaciada”), recuerda cómo poco a poco todos sus vecinos y amigos han muerto o se han marchado a la ciudad. Refugiado entre las ruinas del pueblo y la suya propia, su anciana mente extraviada por la larga soledad sufrida, imagina las sensaciones de quien pronto lo encontrará a él bajo el húmedo musgo que ha invadido las piedras, su cuerpo, su historia y su recuerdo… Lo recomiendo vivamente. El librito se lee rápido, es barato y seguro que os dejara honda huella. Fue escrito con una prosa desgarrada y brillante por mi “quinto” Julio Llamazares, nacido en Vegamián, una aldea de León hoy desaparecida. Inspirada en este libro hay en cartel una obra de teatro –con excelente crítica- que se representa en Madrid hasta el 5 de febrero en el Teatro Quique San Francisco (Antiguo Teatro Galileo, calle Galileo, 39). Para poneros en situación os copio un pasaje desolado, duro, tierno, nihilista… del mencionado texto:

LA LLUVIA AMARILLA

            “El tiempo fluye siempre igual que fluye el río: melancólico y equívoco al principio, precipitándose a sí mismo a medida que los años van pasando. Como el río, se enreda entre las ovas tiernas y el musgo de la infancia. Como él, se despeña por los desfiladeros y los saltos que marcan el inicio de su aceleración. Hasta los veinte o treinta años, uno cree que el tiempo es un río infinito, una sustancia extraña que se alimenta de sí misma y nuca se consume. Pero llega un momento en que el hombre descubre la traición de los años. Llega siempre un momento en el que, de repente, la juventud se acaba y el tiempo se deshiela como un montón de nieve atravesado por un rayo. A partir de ese instante, ya nada vuelve a ser igual que antes. A partir de ese instante, los días y los años empiezan a acortarse y el tiempo se convierte en un vapor efímero –igual que el que la nieve desprende al derretirse- que envuelve poco a poco el corazón, adormeciéndolo. Y así, cuando queremos darnos cuenta, es tarde ya para intentar siquiera rebelarse.

Iglesia de San Miguel. Ainielle. Foto: Gobierno de Aragón.

            Yo me di cuenta de que mi corazón ya estaba muerto el día en que se fueron los últimos vecinos. Hasta entonces, había vivido siempre tan volcado en el trabajo, tan pendiente de la casa y la familia –pese a que todos mis esfuerzos, al final, no sirvieron para nada-, que ni siquiera tuve tiempo de ver cómo yo mismo envejecía. Pero aquella noche, en el molino, mientras la lluvia amarilla caía mansamente sobre el río, me di cuenta, de repente, de que mi corazón también estaba ya empapado por completo por la lluvia. Luego ocurrió lo de mi mujer, Sabina. Y a partir de ese día, la soledad me obligó a ser testigo permanente e irremediable de mi propia destrucción bajo el peso de los años ya vividos.

Molino de Ainielle. Foto: Turismo Tierra de Biescas.

            Fue, sin embargo, en estos años últimos, desde que decidí no volver más a buscar fuera del pueblo lo que nadie me daría, cuando la soledad se hizo tan fuerte que llegué, incluso, a perder la noción y la memoria de los días. No se trataba ya de aquella extraña sensación de desconcierto que me invadió el primer invierno, a raíz de la muerte de Sabina. Se trataba simplemente de que ya no era capaz de recordar lo que había sucedido el día anterior, ni siquiera si realmente había existido, ni de sentir dentro de mí, como siempre había sentido, el flujo intermitente de las horas corriendo con la sangre por mis venas. Era como si el tiempo se hubiera detenido de repente; como si mi corazón estuviera ya podrido por completo. Lo mismo que la fruta en los árboles de Ainielle…”

                                     Seleccionado por: Miguel MORENO GONZÁLEZ


11 comentarios:

Anónimo dijo...

Breve y maravillosa novela. Obra Maestra de Llamazares sobre la España vaciada.

Pablo Lizcano

Anónimo dijo...

Excelente novela que te transporta al pueblo de Ainielle y a comprender, incluso si como yo vivimos en una gran ciudad, la vida del pueblo, la soledad, el abandono y la muerte. Por algo Llamazares es uno de los mejores narradores de nuestro país. La leí hace años pero, gracias a este recuerdo, creo que volveré a leerla.

Un abrazo Pedro y Miguel.
Carmen.

Anónimo dijo...

Si os poneis asi tendre que leerla, pero soy de poco libro

Mariano

Anónimo dijo...

Un libro impresionante que deja huella.

Conchi Roldán Martínez

Anónimo dijo...

No quiero en este momento distraerme de la que tengo entre manos Él Bosque sabe tú nombre

Antonia Frontelo Morales

Pedro Alfonso dijo...

Desde siempre he sido un gran amante de Pirineos, de sus pueblos y sus gentes, sus costumbres, fiestas, y por supuesto de sus montañas. Hace años que leí algunos libros sobre temas relacionados con la vida y costumbres de Pirineos, como pueden ser; Cabalero, un viejo pastor del pirineo, de Enrique Satué, El Pirineo contado, del mismo autor y la novela la Lluvia amarilla de Julio Llamazares, todos ellos me encantaron y los recuerdo con mucho cariño y nostalgia. Ahora con tu escritito, me has devuelto a la memoria estos títulos y creo que voy a volver a leerlos, una vez que los encuentre, que esta es otra.
Muchas gracias Miguel por remover mi pasado y hacerme sentir de nuevo el placer por estas historias de Pirineos.

Miguel Moreno González dijo...

Gracias a todos los lectores de El Zorro. Pedro: Las gracias te las debo yo a ti por acercarnos Cadalso, las montañas y en definitiva la vida, de la forma tan noble, humana y encantadora como tú lo haces.
Saludos sinceros para todos los que, con vuestros comentarios y visitas, mantenéis viva la ilusión por El Zorro.

Anónimo dijo...

Gracias por la recomendación, viniendo de tí seguro que merece la pena....
Pepe Vázquez

Anónimo dijo...

Estando en Pamplona, hará unos veinticinco años más o menos, me acerqué a una librería y compré La lluvia amarilla. La inmersión que hace el personaje en sí mismo y en su pasado me atrajo, me atrapó, no pudiendo evitar sentirme un poco él.
Magnífica novela que quedó en mi memoria desde entonces.
Buena recomendación, Maestro.
Un abrazo y buen fin de semana.
Luis C. Trijueque

Anónimo dijo...

El Zorro, Pedro, Miguel, Llamazares, Cadalso... tienen una sensibilidad que, aunque no siempre se diga, nos taladra el alma y nos hace ver que no somos nada. Reflexionar en lo efímero de esta vida nunca viene mal. Gracias a todos por hacernos un poco mejores.
Cadalseña

Anónimo dijo...

Pablo Lizcano , muy buena , si

Ivan Fuentes Moreno

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