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Tubo del Gusano. Pico del Lobo. Sierra de Ayllón.

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jueves, 24 de febrero de 2022

FERNANDITO MORANTE SOBRE NUBES Y SONRISAS. Por Miguel Moreno.

 FERNANDITO MORANTE SOBRE NUBES Y SONRISAS


No fallabas. Siempre llegabas el último y te ibas el primero de nuestras cenas anuales. Aparecías expresivo y risueño diciéndome: “No me mires como un inspector de Hacienda, Miguel Ángel, que enseguida te pago”. El nombre compuesto de Miguel Ángel es uno de los restos que me quedan de mi paso por esa empresa, jamás conseguí de vosotros que me apearais del Ángel; supongo que eran las cosas de aquella España de entonces con aspiraciones angelicales. Tomabas asiento junto a Manolito y rápido éste te acariciaba insistentemente tu frente perlada mientras tú no dejabas de moverte sobre la silla al ritmo de tu sonrisa contagiosa y tu mirada satisfecha, al tiempo que te tocabas en circulo la barriga con la mano derecha y te quejabas en voz alta: “¡Dios, qué acidez!”

Después nos narrabas las novedades que habían jalonado tu vida durante el último año, las recibíamos con enorme regocijo acompañadas de tu afecto y de la propaganda de tu empresa, grabadas ambas en un calendario pequeño que nos regalabas anunciando el año venidero y con nuestra próxima cita incrustada en tu corazón. Luego, sin más, reíamos alborozados cuando con tu habitual gracejo nos recordabas nuestras experiencias jóvenes en Garza: Cuando tus excursiones a la nieve y tus viajes veraniegos en tu viejo y destartalado vehículo… Cuando conociste a Marcela, tu mujer, de la que decías que con solo enseñarle tu ropa interior se quedó embarazada de tus hijos… Cuando aquel famoso e inolvidable viaje con Aguña a Pamplona, con un convento de monjas de por medio… o “por el presente comunicado le comunico que no le comunico nada…” Guardabas en el cajón inferior de tu mesa un sobre con todos tus “comunicados descojonantes” escritos con arte en un instante, todos seguidos, sin comas, sin puntos, sin espacios, sin malicia…

Contigo sentíamos que recuperábamos algunos de nuestros proyectos juveniles e, incluso, aquel primer amor humilde e ingenuo que nos corroía el corazón y nos dejó un rastro de ternura parapetado tras la memoria. Una mañana serena y apacible del pasado verano te llamé a casa. No hacía mucho calor y sí mucha nostalgia, la gente paseaba tranquila por la Plaza Mayor ajena a la adversidad. Pensé que era el mejor momento para hablar contigo, así lo sentía y por eso te llamé. ¿Sabes?, hasta para hacer esas cosas dependo de que mi estado anímico sea el idóneo, si no estoy a gusto conmigo mismo tengo la impresión de no hallarme a la altura del momento que me espera. Me contaste tu bronca con uno de tantos operadores –como se llaman ahora- de telefonía e Internet. Y no parabas de reír bajito según me lo describías. Tu voz ya era débil y cansada y aún me lo pareció más cuando en tono de confidencia me murmuraste: “Miguel Ángel estoy muy mal, este año si no venís vosotros cerca de donde vivo, yo no podré acompañaros a nuestra cena anual…” Miré a través de la ventana del Ministerio para disimular mi emoción, la gente pasaba ahora deprisa y nerviosa. Pero no fue el caso, porque antes de llenarse los árboles con sus hojas doradas Manolito me llamó a Cadalso y me dijo que te habías marchado a buscar  sonrisas por las nubes, como hace la gente buena cuando está triste y necesita paz y amor. Me comentó también que uno de tus últimos recuerdos fue para nosotros y nuestra cena, esa a la que llegabas siempre el último entre satisfacciones y partías el primero entre agradables melancolías llevándote los escritos que te guardaba porque decías que te gustaba leerlos con tu mujer las noches de duermevela.

Aquí estamos junto a ti esta noche: Abelardo, Aguña, Carretero, Largo, Manolito, “Miguel Ángel”, Velasco… Pero nos faltas tú, Fernandito Morante. Y es que volvió a vencernos otra vez el cruel destino dejándonos desamparados y con una pena más en el alma. Al llegar hemos mirado por los rincones y descubrimos el esqueleto de tus palabras y tus sonrisas diseminadas por esta velada triste que nos trae una mezcla de dolor por tu ausencia y de alegría por tu añoranza. Sabemos nosotros, tus amigos, que en algún lugar en las alturas han de existir restaurantes tiernos y eternos donde reunirnos anualmente contigo para ser felices. Mándanos la dirección de alguno que te parezca el más apropiado para quedar este otoño.

Y ahora paro, Fernando. Perdona, pero me estoy emocionando. Se me están viniendo de golpe muchos amores ausentes. Voy despacito a colocarlos.

 

                                                                Miguel MORENO GONZÁLEZ


8 comentarios:

Anónimo dijo...

Precioso Miguel.. Ángel... por supuesto...je.... habrá sido muy duro para vosotros... Lo siento. Que Dios le tenga en su Gloria. Amén.!!...un abrazo fuerte amigo.
José A. Álvarez G. de Guzmán

Jesús Lopez dijo...

Cuando tú hablas así de bien de él si que tuvo que ser buen compañero y muy buena persona

Anónimo dijo...

Joder Miguel aún sin conocer a tu amigo es imposible no emocionarse ni estremecerse ante la dulzura, el cariño y la ternura con que has escrito este texto...
Pepe Vázquez

Anónimo dijo...

Con mis amigos de la infancia me reúno a comer cada mes y medio. Hace tiempo que dos de ellos dejaron sus sillas vacías. Hace nueve días otro de nuestros amigos se despidió de nosotros porque, quizás, esa iba a ser su última comida. Desde hace cuatro años un cáncer le va arrebatando la vida y ya le han dicho que no se puede hacer nada más, tiene sus días contados. Es el sino de hacerse viejos, vamos descontando de nuestras reuniones sin sumar a nadie. En la antigua Roma consideraban que las personas morían cuando eran olvidadas, eso no les ocurrirá a los que dejan vacantes en tu entorno porque ahí estarás tú para perpetuar su recuerdo con tus escritos.
Un abrazo.
Luis C. Trijueque

Anónimo dijo...

Gracias Miguel,ciertamente los recuerdos que tengo no se me olvidarán nunca.Un abrazo.
M. Largo

Anónimo dijo...

Tristeza al echar la vista atrás, en el camino, y darte cuenta, de que ya son muchos, los que han dejado de caminarlo.
Te inunda el desasosiego y te hace perder la esperanza, de otra vida...
Jero

Anónimo dijo...

Grandes palabras para una persona, que sin conocerla, sé que se hacía querer y disfrutaste mucho junto a ella. Siempre estará en tu corazón.
Luis M. González

Miguel Moreno González dijo...

Gracias a todos. Fernandito Morante era una de esas personas que te mostraba la alegría de vivir.

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