LA RADIO, CADALSO Y LA FELICIDAD
Yo salía de
la escuela a las cinco de la tarde y presuroso iba a casa de mi abuela, Las
Casetas, a merendar pan con dos onzas de chocolate (primero fue el toledano
Dulcinea más tarde el guipuzcoano Elgorriaga). Al llegar encontraba a mis tías
Martina y Feli cosiendo reunidas en torno a la lumbre –Francis bordaba en
bastidor- y escuchando radionovelas interpretadas por las voces de Matilde
Vilariño, Guillermo Sautier Casaseca, Juana Ginzo… Mientras preparaba mi
merienda y pegaba en el álbum el cromo que venía en la media libra de
chocolate, ellas me animaban a que me quedase oyendo aquellos seriales de
amores imposibles que se desarrollaban en ambientes casi siempre hostiles a los
enamorados. A veces al oír aquellos lamentos desgarradores me quedaba hasta ver
qué pasaba, pero siempre cortaban en lo más interesante y te obligaban a seguir
en la escucha todos los días. Eso ya no me gustaba tanto y me marchaba a la
calle mientras mis tías enlazaban con otras radionovelas que les entretenían
las largas tardes invernales y llenaban sus mentes con historias enamoradas a
las que ellas no eran ajenas.
Os digo que
yo supe de la vida y los sueños por la radio. Así de simple y sencillo. En la
radio me descubrieron las maravillas del mundo y yo iba a visitarlas (El
Escorial era la octava, Las Pirámides de Egipto la séptima, en cambio El Valle
de los Caídos estaba pendiente de clasificación). Supe también de los edificios
más altos del orbe. Al Empire State Building de Nueva York subí en muchas
ocasiones hasta que en el cine vi a King Kong encaramarse a lo más alto de la
torre, y mientras con una mano se balanceaba de la antena del edificio con la
otra derribaba aeroplanos a manotazo limpio, en ese preciso instante decidí
que, por si acaso, yo no subiría más allí. Además coincidió que observé atónito
días después en el cine Condestable, la desbordante expresión de ternura de
Frankestein ofreciéndole a una niña una flor que ésta, instantes antes, había
arrojado suavemente al río. Fue entonces cuando me dije que no era necesario
subir tan alto para tener emociones fuertes y que yo necesitaba una persona
como él para que vigilase mi cabaña solitaria las noches invernales.
Comprenderéis ahora por qué en la radio de entonces todo lo que pasaba era lo
más grande, lo más importante, lo más hermoso, incluso lo más feo del mundo.
Así se las gastaban antaño en la radio y es que todo es grande en los sueños.
Los sábados,
a eso de las tres de la tarde, mi abuela me convencía para que oyera con ella
“Aquellos Tiempos del Cuplé” en Radio Intercontinental, de paso evitaba que
saliera tan pronto y me pegaran cintazos jugando a la taba. No sé cómo, pero yo
siempre perdía a ese juego, nunca me tocaba ser “el rey” o “el verdugo”;
a las primeras de cambio ya pasaba a engrosar la lista de las víctimas, de los
perdedores que se dice ahora. Para perdedores Juan XXIII, que según contaban
las ondas era un buen Papa que siempre estaba con los débiles y publicó la II
Encíclica, Pacen in terris (Sobre la
paz entre todos los pueblos que ha de fundarse en la verdad, la justicia, el
amor y la libertad), que suponía un gran avance en las retrógradas y
conservadoras convicciones de la Iglesia (esto último no lo decían las
emisoras). Igualmente tenía, como Frankestein, semblante bondadoso, aquél no
debía ser mal tipo. Para víctima Kennedy, al que se cargaron en Dallas -nunca
visité esta ciudad-, en presencia de su bella mujer (Jacqueline Kennedy). Las radios no nos dejaron en paz
durante varios días con aquella noticia pero, por contra, unos pocos años
después no dijeron “ni pío” cuando se
cargaron al “Che” Guevara en la selva boliviana (lo que motivó que a ese lugar
viajara yo muy tarde). Aquello no lo entendí muy bien: ¿por qué se prestaba
tanta atención a alguien que ni siquiera hablaba como los de Cadalso y en
cambio no se daba ninguna importancia a quien sí hablaba como nosotros? El
03/12/1967, el doctor Christiaan Barnard realizó en Ciudad del Cabo (Sudáfrica),
el primer trasplante de corazón al paciente Louis Washkansky. Cuando despertó
dijo sentirse mucho mejor con el nuevo corazón; sin embargo, dieciocho días
después falleció. Enigmas y más enigmas infantiles que ni siquiera pude
dilucidar cuando viajé a París en el 68, con su artístico barrio latino aún
oliendo a chamusquina y sus bohemios habitantes perplejos echando pestes contra
De Gaulle. Y es que no paraban de ocurrir cosas en el mundo. "Este es un pequeño paso para el hombre, pero
un gran salto para la humanidad", dijo el astronauta Armstrong cuando
en compañía de Aldrin y Collins llegaron a la luna a las 03:56 (hora española)
del 21/07/1969, según nos contó el periodista de RNE y TVE Jesús Hermida, pero aunque
nosotros lo vimos por la tele, en Cadalso nunca acabamos de creerlo del todo.
Un verano mis tíos: Vale, Paquita y Emiliano, que vivían en Argel (mis viajes a este lugar eran especiales), le regalaron a mi padre un transistor pequeño protegido con una funda de material. Aquello sí fue un gran acontecimiento para mí. Mi padre lo llevaba consigo al trabajo pero pronto dejó de hacerlo. Cuando le pregunté el motivo me respondió que: “le evitaba oír en silencio los sonidos del campo”. Eso sólo lo comprendí años después cuando él nos dejó sus silencios sonoros y escuché por las ondas hertzianas “Los sonidos del silencio”, de Simon y Garfunkel. Bien, pues entonces yo aprovechaba las noches para cogerlo de la repisa de la chimenea y oírlo bajo las mantas totalmente tapado dejando un huequecito para respirar. Mis amigos decían que era recomendable para evitar no sé qué tipo de asfixias. Fué una maravilla e hizo que me olvidara de aquel viento que provocaba mis miedos nocturnos y sacudía inmisericorde mi nevada cabaña de madera allá en la montaña. Ya no tuve que pedir permiso más a mi padre las noches de domingo a eso de las 23:00h., para que me dejara oír desde la cama y en la radio grande el programa taurino de Manuel Lozano Sevilla. En una hora recorría todas las plazas de toros deteniéndome especialmente en sus laberínticos corrales donde pasaba unos minutos cambiando de chiqueros a toros hermosos y astifinos. El toreo lo seguía España entera gracias al magnetismo que irradiaba Manuel Benítez, “El Cordobés”. Nadie que no viviera en esa época puede imaginarse el poder de convocatoria que poseía este torero. Pero no sólo aquí, sino que los personajes mundiales más relevantes de entonces ansiaban poseer una foto junto a él: Franco, Kennedy, Pablo VI, Sofía Loren… Actores, Jefes de Estado, Príncipes y Reyes… Todos consideraban un privilegio aparecer con Manuel Benítez Pérez, “El Cordobés”.
Bobby
Deglané, Frank Johan, J.L. Pécker, J.L. Uribarri y compañía distraían desde
Radio Madrid nuestros fines de semana con programas como “Caravana fin de
semana” o “Reina por un día”. Pero las tardes de domingo -¡ah, amigo!-, esas
eran de Vicente Marco y su “Carrusel Deportivo”. Muy pegadito al oído escuchaba
y vivía los goles del Real Madrid al tiempo que observaba evolucionar por el
campo de fútbol de La Cooperativa a uno de los equipos más técnicos, elegantes
y artistas que nunca haya tenido Cadalso, para mí sólo comparable al Madrid de
las cinco Copas de Europa: “Katanga”, “Mingorría”, “Tito”, Pepito “Cañardo”,
Julián “Kubala”, Antonio “Veneno”, Antonio “Culelo”, Miguel “Chori”, Joaqui
“Quitín”, Jesus y Miguel Santiago, Ángel “Canillo”, Miguel “Chapuza”, Ricardo, Antonio
“Tirillas”, los hermanos “Chatos”, Raulete, Marcelo, “Polvorilla”, Tomás
“Sietepechos”, Quique “Bonanza”… Y con ellos y alrededor de ellos Antonio, “El Practicante”,
el árbitro más rápido y astuto del lugar. ¡¡¡Uff!!!, cómo jugaban aquellos
futbolistas: qué delicadeza, qué caricias al balón, qué armonía, qué pases
medidos, qué remates…
Era una obra de arte viviente que cada domingo se representaba deleitándonos a todos, vestidos ellos a rayas moradas y blancas (el portero de verde con raya quebrada roja) y nosotros con el jersey de los domingos y los zapatos llenos de polvo. ¿Qué os puedo decir de aquella gente ahora cuando ha caído tanto tiempo sobre nuestras vidas? Sólo que en 1966 Inglaterra se impuso por 4-2 a Alemania en Wenbley y conquistó el Munidal de aquel año con gol fantasma y todo… Lo realmente importante ocurrió un par de meses antes cuando ganó el Real Madrid la Copa de Europa en compañía de Matías Prats y con nombres cadalseños, ¡ah! y… en blanco y negro (como son mis sueños más bonitos). Serena y Amancio sembraron nuestra existencia y nuestro corazón de alegría y no nos cobraron nada. Esa noche, bajo las estrellas centelleantes de un pueblo desconocido, enseñé a mi hermano Nati con 6 años a revolotear la bandera del Madrid y le dije la alineación de aquel memorable día: Araquistaín (Betancort); Calpe, De Felipe, Sanchis; Pirri, Zoco; Serena (Miguel Pérez), Amancio, Grosso, Velazquez y Gento. No paré de viajar aquella madrugada de aquí para allá y por eso a la mañana siguiente no me enteré de nada en la escuela, sentía dentro del pecho algo muy placentero, debió ser la felicidad. Los niños vivíamos instalados permanentemente en la felicidad. Los adultos es otro cantar, ¡dónde va a parar!, los adultos ponen nombres a las cosas y dicen que eso es felicidad. ¡Es mentira! No los creáis, se engañan ellos solos. Desconocen que para ser auténticamente felices hay que sentir y mirar con la ingenuidad de los niños.
Era una obra de arte viviente que cada domingo se representaba deleitándonos a todos, vestidos ellos a rayas moradas y blancas (el portero de verde con raya quebrada roja) y nosotros con el jersey de los domingos y los zapatos llenos de polvo. ¿Qué os puedo decir de aquella gente ahora cuando ha caído tanto tiempo sobre nuestras vidas? Sólo que en 1966 Inglaterra se impuso por 4-2 a Alemania en Wenbley y conquistó el Munidal de aquel año con gol fantasma y todo… Lo realmente importante ocurrió un par de meses antes cuando ganó el Real Madrid la Copa de Europa en compañía de Matías Prats y con nombres cadalseños, ¡ah! y… en blanco y negro (como son mis sueños más bonitos). Serena y Amancio sembraron nuestra existencia y nuestro corazón de alegría y no nos cobraron nada. Esa noche, bajo las estrellas centelleantes de un pueblo desconocido, enseñé a mi hermano Nati con 6 años a revolotear la bandera del Madrid y le dije la alineación de aquel memorable día: Araquistaín (Betancort); Calpe, De Felipe, Sanchis; Pirri, Zoco; Serena (Miguel Pérez), Amancio, Grosso, Velazquez y Gento. No paré de viajar aquella madrugada de aquí para allá y por eso a la mañana siguiente no me enteré de nada en la escuela, sentía dentro del pecho algo muy placentero, debió ser la felicidad. Los niños vivíamos instalados permanentemente en la felicidad. Los adultos es otro cantar, ¡dónde va a parar!, los adultos ponen nombres a las cosas y dicen que eso es felicidad. ¡Es mentira! No los creáis, se engañan ellos solos. Desconocen que para ser auténticamente felices hay que sentir y mirar con la ingenuidad de los niños.
Mi abuelo me
llevaba los veranos con él a desñetar las viñas y regar los huertos. Comiendo
tortilla de patatas debajo de los chopos y junto al fresco de Tórtolas, oía las
últimas noticias deportivas en Radio España a Pedro Escartín y Rafael Barbosa.
Luego con un bochorno insoportable, con el transistor atado a la trabilla del
pantalón, rodeado de sarmientos verdes, tiernos y largos, adornados con hojas
de diseño, que dirían ahora, y junto a plantas de judías verdes que parecían
trepar al infinito, escuchaba a las 5:00h. de la tarde en Radio Peninsular (“La
más musical”), “Peticiones del Oyente”. Las canciones del verano de Julio
Iglesias, Raphael (tanta manía con castellanizar todo y a Rafael le afrancesan…),
Serrat, Víctor Manuel, Nino Bravo, Patxi Andión, Miguel Ríos, Karina, Mari
Trini, Pekeniques, Mocedades, Módulos, Los Brincos, Los Diablos, Fórmula V, o Los
Bravos (que llegaron en 1966 al número “2” de los éxitos de Reino Unido y al
“4” de los de Estados Unidos con "Black Is Black"), me acabaron
brotando cada Junio del tronco más tierno de las cepas y de algún lugar de mi
corazón. Además era el único momento en que conseguía bailar en la discoteca de
“Cañardo” con las chicas a las que quería platónicamente. En abril de 1968 la
cantante Massiel conquistó el Festival de Eurovisión en el Royal Albert Hall de
Londres; pero nada, la pérfida Albión siguió sin devolvernos Gibraltar. Justo
al año siguiente, 1969, Salomé reeditó triunfo en el Teatro Real de Madrid.
Radio Nacional de España más que narrarlo nos lo vitoreó como si fuera la
victoria de la Armada Invencible de Felipe II. En cambio, el mes de Julio era
otra cosa. En Julio, Bahamontes, Jiménez, Ocaña, Fuente y compañía surgían como
espíritus exhaustos de entre la niebla y como artistas del pedal de entre las
notas de la polka “Tritsch Tratsch” de Strauss, proyectándose hacia la cima del
Tourmalet francés, justo allí yo les esperaba para obsequiarles con una
palmadita de ánimo en el costado mientras intentaba descifrar si las gotas
sobre sus rostros desencajados eran producto del sudor o las lágrimas. Bichos
raros y tiernos estos ciclistas…
Los jueves a
las nueve de la noche viajaba poco o nada, no hacía falta. Arropado con las
faldillas de la mesa camilla para aprovechar mejor el calor del brasero,
intentaba ayudar a Periquín a sobrellevar las palizas que le propinaba Perico
salvando éste el obstáculo de Matilde. Al final cobraba de lo lindo a pesar de
las recomendaciones de tomar Cola-Cao. Acabábamos los jueves con un brindis a
la solidaridad que se derramaba perezoso hasta la madrugada de los viernes. Nos
concentrábamos oyendo un pasaje de la “Sinfonía del Nuevo Mundo”, de Dvorak, y,
a continuación, la voz de Alberto Oliveras nos recordaba que nosotros, o lo que
es lo mismo: “Ustedes…¡Son formidables!”. Aquello nos ponía un nudo en la
garganta cuando ya el día se nos iba melancólico y sin remisión por el sumidero
de la vida. Gracias a aquel programa nos dormíamos con la conciencia un poquito
más tranquila, sin exageraciones, sin llamar mucho la atención, como eran los
tiempos de entonces…
Diariamente, a las 2 y media de la tarde
y a las 10 de la noche, todas las emisoras sintonizaban con el “Diario hablado
de Radio Nacional de España”, o “El Parte”, como lo llamaban los mayores. Las
voces eran bonitas pero de tal gravedad que a los más pequeños nos impresionaban
un tanto. En ocasiones hablaban algo de los mineros asturianos: “Traigo la
camisa roja, laira la lará, es de sangre de un compañero, mira, mira Maruxiña,
mira, mira como vengo…” Me la cantó un amigo asturiano noctívago en un garito
de Barcelona. Rápido, en silencio y mezclado con humo y “cubatas”, lo relacioné
con aquellas taimadas noticias del
“Parte” de mi niñez. David Cubedo poseía la voz más bella de la radio, ¡era la voz! Y junto a Yale, Tico Medina,
Jesús Álvarez, Pedro Macía, J.L. Barcelona… nos comentaban, entre otras muchas cosas,
con mucho énfasis y gravedad, lo de la revuelta de los negros en USA dirigidos
por Martin Luther King contra la guerra de Vietnam y la segregación racial. Le
concedieron el Nobel de la Paz en 1964. “El
problema no es tanto que no sabemos lo suficiente, sino que no somos lo
suficientemente buenos”. ¡Siempre la bondad! A Luther King lo asesinaron en
1968, en Memphis, contaba 39 años. Pero, ahora bien, si querías la versión
opuesta a las informaciones oficiales de Radio Nacional, no había más que
localizar en la O.C., con ímprobos y secretos esfuerzos, Radio España
Independiente, emisora vinculada al P.C.E. que emitía desde París y en la que
Carrillo y “Pasionaria” llamaban a la rebelión o la sedición, que no recuerdo
bien.
El tiempo no
pasa, somos nosotros los que pasamos por el tiempo que nos combate y nos vence
al fin. No obstante, el “Vuelo 605” de Ángel Álvarez me pilla cada noche
embarcando en algún avión con destino a un tiempo conocido, me hace dudar y pienso
que todo sigue como era antes, hace 100 o más años. Que su voz cautivadora y
enamorada, es exactamente la misma de siempre, que jamás pasará, que seguirá
por los siglos de los siglos presentándonos canciones románticas inmortales… La
tele, ese aparato infame que impide soñar -ya sabéis- le sacó un día. ¡Qué
insensibilidad! ¡Ponerle imagen a la voz de un sueño! Evito deciros que no me
creí nada de aquello y cabreado la apagué. ¡A quién se le ocurre…!
No olvido las Navidades de entonces que
vivíamos con una fascinante ilusión. Aquellas nocheviejas que anunciaban el Año
Nuevo con las doce campanadas radiofónicas y que inmediatamente enlazaban con
el maravilloso pasodoble “Suspiros de España” y el beso de mama… Parece como si
los mayores de ahora quisieran destrozarnos los pocos sueños que nos van
quedando mostrándonos caras ajadas. No saben, a este paso creo que nunca lo
sabrán, que los sueños son bálsamos inmortales. Como la belleza de los
recuerdos de la radio…
Miguel MORENO GONZÁLEZ
21 comentarios:
Qué decir de la radio. No sé si formaba parte de nuestras vidas o nuestras vidas formaban parte del mundo radiofónico. El sonido de la radio era el ambiente de todos los hogares. Cuando has mencionado Radio Intercontinental, lo primero que automáticamente me ha venido a la cabeza ha sido el eslogan de: "Radio Intercontinental...Madrid". Todos los actores radiofónicos que mencionas formaban parte de nuestras familias... eso sí actores sin rostro. Pero me veo obligado a mencionar a uno que para mí sí tuvo rostro, Ángel Soler. Le conocí en El Escorial donde tenía un chalet y era vecino de un amigo de mi padre. Como el amigo de mi padre no tenía piscina Ángel nos invitaba a bañarnos en la suya. Era una persona amble y simpática a más no poder.
Luis Carlos.
Que recuerdos más bonitos me han venido leyéndote. Asi fue nuestra adolescencia. He pasado un momento muy a gusto. Solo por eso, muchas gracias.
Cadalseño Veterano
Qué recuerdos y qué bien contados. Gracias.
Antonio Acuña
Yo como tu abuela tambien escuchaba las radio novelas
Pilar Diaz Recamal
Qué bonitos recuerdos de la radio ,yo también cuando era pequeña la escuchaba por las tardes y noches y recuerdos muchos de los programas k dices
Lucia Lop
Muy bonitos tus recuerdos. No era muy de radio, pues ya estaba la tele en mi casa cuando naci. Y la pena es que no llegue a conocer a mis abuelos
Chelo Villarin Recio
Tu relato me recuerda tantas cosas de mi niñez
Me encanta Pedro
Pilar Calvo Villarín
Chocolates Dulcinea
y chocolates Colino,
con Calixto y Melibea
y por las radios pasea
Celestina, con su sino.
LA LLEGADA DE LA TELEVISIÓN A CENICIENTOS
A la bondadosa reina de los belgas en su despedida.
Mágico fue y fue multitudinario,
el pueblo acudió, fue una masa ingente,
de gran expectación, pasmo en la gente
la gran concentración del vecindario.
Los hábitos mudó, cambió el horario,
lo variaron todo, fue diferente,
se abrieron ojos, se ajustó la lente
y se movilizó hasta el campanario.
Se casaba Balduino con Fabiola
y la televisión, puesta en la plaza,
su voz amplificó como gramola,
del bar daban cafés en vaso y taza
y brisas coruchas formaron ola
a la nueva reina de nuestra raza.
MANUEL BENÍTEZ PÉREZ
El Cordobés
Huracán, ventarrón, viento salvaje
del guerrear frenético del toro,
desborde pasional, clamor sonoro
de un mar incontenible su oleaje.
Un duro y espinoso aprendizaje
sin música, sin palmas y sin coro
sobre ruedos que tienen como aforo
desolación nocturna del paisaje.
Por unos y por otros discutido,
negado o aclamado, mas sin duda
marcó época sin trampa ni engañifa,
y al toro encandiló y fue seducido,
con sus saltos de rana forma ruda
de a un torero hacer quinto califa.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Crorucho
muy bonitas la casas de los camineros de antes
Dolores Saez Canoyra
Precioso relato que te introduce en ese túnel del tiempo que a veces nos atrapa con recuerdos llenos de ternura y con seres queridos que formaron nuestra condición humana y nuestro futuro, el que hoy estamos viviendo.
Gracias por todo esto Miguel y Pedro
Inés
Gracias a todos. Y a ti, Inés, todos tus comentarios están llenos de ternura y amor a Cadalso. Además, de muy bien escritos. Me gustaría saber quien eres...
Cuantos años han pasado cuanta nostalgia y tus padres que guapos los dos
Juani Perez
Como siempre nos alargas la niñez con tu prosa. Te pongo un pequeño reproche, por lo que me toca, te olvidaste de Pedro Pablo Ayuso.
Alberto.
el equipo de cadalso de la foto son Antoñio el árbitro el portero creo que es Fausto el hijo de la tía Lorenza José puchos Ricardo Gales Uge patatitas Canillo Miguel Salas abajo siete pechos hijo de la Felicisima Miguel el marido de la Marce Raúl su primo el Pela mi primo Antonio el chato y el hombre creo que era el cuñado de la tía Arsenia
Dolores Saez Canoyra
Como tantas veces consigues trasladarnos a la infancia y asi alargarnos la vida, impresionante tu prosa. Te pondre un pequeño reproche, por la parte que me toca, te has olvidado de Pedro Pablo Ayuso. Gracias Miguel.
La Taba. Yo jugaba mucho de niño con ella, ¿ya no se acuerda nadie de ese juego que era algo violento?
Con estos relatos nostálgicos vuelvo a vivir y más con ese lujo de detalles.
Gracias.
Enrique
Juani: Qué bonito lo que dices de mis padres. Gracias en su nombre. Siempre habéis sido una familia muy cariñosa con nosotros...
Alberto: Es cierto lo que dices. Pedro Pablo Ayuso era de los inolvidables por su categoría. Pero está bien que se me olviden cosas, para que tú oportunamente intervengas. Leerte, siempre me alegra por lo bien que transmites tus sentimientos.
Dolores: Qué memoria, qué retentiva, qué generosa en el halago sentido. Eres una mujer constructiva, coherente, amante de lo tuyo, como buena y auténtica sanantonera. Te recuerdo, pero como soy tan raro y despistado para las caras, agradezco que me hablen para "centrarme" en la belleza de vuestros recuerdos. San Antón era un milagro: Dicen que hacía mucho frío y nosotros nunca lo sentimos. ¿Sería porque los nuestros permanentemente nos arropaban con su amor?
Chelo, Pilar Calvo, Pilar Díaz, Luis Carlos, Lucía y todos los demás... Si supierais la belleza que transmitís con vuestros comentarios, nunca dejaríais de hacerlos.
Nos iremos, y por aquí quedarán estas cosas...
Gracias de corazón.
Que bonito relato yo también me acuerdo de algunos ,la radio transmitía mas que la televisión les ponías caras y como dices era super entretenido había para todos los públicos aquellos tiempos eran mucho mejores no me canso de decirlo 🤗
Rosa Foncuberta López
Preciosos recuerdos cuando solo habia la radio.
Ana Diaz
A MI HIJO CARLOS Y A MI NUEVA HIJA ROSA
Asistimos al enlace
de novios enamorados
de amores consolidados
a los que el amor no aplace;
y en esta boda se emplace
felicidad que se posa
sobre el rostro de la esposa
y de Carlos ya su esposo
un futuro esplendoroso
con su alegre y dulce Rosa.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
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