Cuando no es posible desvelar el significado de una situación, lo mejor es no preguntárnoslo.
La tarde se estaba acabando, el sol jugaba a esconderse entre las nubes que descendían como jirones para acabar como fondo de la iglesia. Había llovido unas horas antes y la humedad se palpaba en el ambiente y en el paisaje que ante mis ojos tenía, eran síntomas en los que se podía percibir la cercana llegada del invierno.
Desde la cumbre de Lancharrasa la mirada descendía observando los colores que el otoño, un año más, regalaba a los castaños, robles y demás árboles que pueblan sus laderas, era una vista cargada de belleza y extrañas sensaciones....por qué dejar que sólo la vista disfrute de esto, por qué no sentir también el olor, el ruido y el frío que te cala hasta lo más dentro. Y así fue como abandoné el calor y me introduje en la naturaleza cercana y conocida que despierta tantas veces mis sentidos.
La presencia cercana de la noche era un engorro, uno anda por ahí aburrido y nada hay que hacer hasta que te fijas en algo y aunque sólo sea para entretenerte te lanzas, bajas y subes, disfrutas, y cuando menos te esperas encuentras algo que te llena, como estos madroños que plenos de color y sabor se interpusieron en mi camino.
En la agradable prueba de sabor y textura, como ahora tanto se escucha, estaba, cuando la Peña Muñana comenzó a perder la luz de un sol que descendía a la vez que sus rayos se apagaban poco a poco, dejando que sólo los picos sintieran el tenue calor del sol otoñal que iba desapareciendo a medida que la sombra ocultaba la Peña.
Pero todavía me quedó tiempo para volar hacia un lugar de esos que en Cadalso han hecho historia, me refiero a la tumba del Rey Moro, extraño lugar enclavado en Lancha los Huertos, del que todos han oído hablar pero muchos nunca han llegado a estar y menos a conocer su historia, si es que la tiene, de la cual nada o casi nada se conoce.
La piedra, que asoma apenas un par de metros, junto a la gran lancha que da nombre a la zona, podría pasar totalmente desapercibida, pues para ver algo hay que aprovecharse de un pequeño escalón que en la piedra existe para elevarse y poder observar el hueco labrado en la piedra que forma la tumba. Y aquí entre foto y foto, recuerdo y recuerdo, el tiempo se me echó encima, y la noche también.
De regreso la noche se hizo absoluta y las sombras dieron paso a la oscuridad, pero ya sólo era cuestión de seguir el camino hasta su unión con la carretera del Pilar, y desde aquí ascender hacia las luces de Cadalso que resplandecían en el oscuro cielo del otoño.
Zorro Corredero
Fotos: Archivo Fotográfico Pedro Alfonso
4 comentarios:
Como siempre haces de cada rincón de Cadalso un lugar maravilloso.
Mariano
La verdad es que todos pueden ser maravillosos, todo depende de como los mires.
Gracias
Según lo narras siento que estoy también por los mismos caminos. Un placer gracias.
Cristina García Izquierdo
Si eres capaz de sentir la vida y la naturaleza de Cadalso, es que le amas.
Muchas gracias Cristina
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