(A
los Capitanes: José Luis Moreno, José Hernández y especialmente a Agustín
Morales, que me pidió este escrito (u otro) la noche del Domingo Gordo de
Carnaval)
Capitanes de Ánimas____2005
QUERIDAS
ALMAS (ÁNIMAS)
Sobre las nueve menos cuarto de la
noche del viernes pasé por la casa de mi madre. Estaba sola y con la luz
apagada viendo la tele, qué solos y tristes nos dejan los años… Cambiamos unas
ligeras impresiones y le pregunté por mi hermano. “Hace poco que se ha ido con
el tambor y la gaita”, me dijo, alcanzándome unas rosquillas que no pudieron
deshacerse cariñosas entre mis dedos mientras mis ojos, sin saber por qué, se
me humedecían por primera vez. Salí y al llegar a la carretera todo se quedó de
nuevo obscuro, solitario y silencioso igual que me lo encontré al llegar.
Posiblemente mi madre alimentaba bellos recuerdos de la época en que vivíamos
todos juntos y que yo le interrumpí con mi llegada, ahora los recuperará para
sí. A cada niño dadle una caricia y a cada persona un recuerdo que les ayude a
seguir, pensaba en medio de aquel desamparo que me sobrecogía por dentro.
Andando por la calle de la Iglesia
oí las melancólicas notas de un tambor y dos saxos que sustituían por unas
horas a la gaita. Parece
mentira que sólo tres instrumentos sean capaces de generar tanta alegría
emocionada. Para mí la emoción siempre ha sido el más hermoso sentimiento
humano, por eso, aún hoy, sigo mendigándola entre las esquinas, las personas y la música. Es un grupo
pequeño que observo desde la Plaza bajando por la calle Real : los músicos,
mi hermano Justo, Domingo, “Chanela”, algún íntimo más y dos Capitanes de las
Ánimas Benditas: Pepe “Vigi” y Agustín. El tercero, mi hermano Jose, camina
detrás de ellos, como espantando emociones que le quieren poseer. Mira hacia
detrás y me ve. Respira aliviado, lo presiento desde lejos, como presentía su
alegría siendo él un niño de ocho años y salía corriendo entre sonrisas a
abrazarme. Yo le cogía en brazos desbaratado por la ternura, a la vez que le
clavaba disimuladamente mi nariz en sus carrillos suaves, con unos besos “marca
de la casa” que quizá los echemos de menos ahora que me espera y yo avanzo
hacia él. Me pregunta: “¿cómo nos has localizado?” y sin responderle le
inquiero: “¿hace mucho que habéis salido?” Las dos preguntas se quedaron suspendidas,
sin respuesta, desarmadas y hechizadas sobre la bóveda del anochecer de este
febrero cadalseño. A lo mejor estaban allí las mejores respuestas, entre las
estrellas, los luceros, la música y nuestras miradas entrelazadas. Mejor así.
Mejor no moverlo. Mejor sentirlo.
En Angelita, con sus regalos,
Barrena me recuerda –y se recuerda- cómo los niños corrían detrás del tambor y
la gaita, de los soldados y de los capitanes. Lo recordamos ahora y ni siquiera
hace quince minutos que yo he vuelto a caminar en pos de ellos, desmadejado de
nuevo por la ilusión.
Gumer me muestra en Bartolo el cartel con la foto de Pedro
Alfonso anunciando estos Carnavales. “¿Los conoces?” ¡Por supuesto!, aunque no
sepa sus nombres en este instante; le repito que les recuerdo y que, además,
cada uno de ellos tiene su propia historia en mi memoria como prueba inequívoca
de su paso por mi vida, por nuestras vidas cadalseñas… Vamos de acá para allá,
pregonando la Caza de Devotos de mañana sábado. Magnífico le sale el pregón a
“Chanela” en la Plazolilla: desgarrador, emotivo, único, como dejándose el alma
en cada frase que rebotaban en la inmensidad de la noche. ¿Por qué será que la
inspiración nos supera, que brota a su libre albedrío sin que podamos
dominarla? Ya es noche cerrada, hace frío y pena en la calle y en el alma, pero
varios vecinos salen de sus casas al reclamo de esa magia. Un cadalseño se
lleva un pañuelo blanco a sus ojos cansados, viejos y un poco tristes, pero
rebosantes de ternura. Llegados a cierta edad uno comprende que la opción más
honesta es la emoción. En
“La Usanza” se unen al grupo Vero y Juan, con su cargamento de aliento a la más
vieja y pura usanza cadalseña. ¡Ánimo, que no decaiga! Poco a poco vamos
perdiendo timidez y ganando confianza y adeptos para la causa, empezamos a
creernos que esto es posible. Gracias, dice una voz anónima que viene del
rincón de la izquierda.
En “Vigi” rifan un gallo regalo de Juan. “Tacero” puja
triunfante, Toñi le hace una foto para celebrarlo. Vamos rematando la faena, yo
antes que la mayoría. Me
espera mañana una etapa ciclista laberíntica en la mente y montañosa en el
trazado. Previamente otro dato para la emoción: Brindamos con la copa en alto y
con el deseo en carne viva por la pronta recuperación de José “Peque”. Siempre
me has querido amigo y yo no te olvido. Siempre fuiste más valiente que yo y me
emocionabas con tus recuerdos que envolvías con el Adagio de Albinoni, “La hija
de Juan Simón” y alguna que otra historia de amor perdida “Entre dos aguas” y
muchas vidas. Aquí sigo esperándote, no te olvides “que tenemos que hablar de
muchas cosas, compañero del alma, compañero…”
El sábado subo con mi bici al campo
de fútbol para curiosear los preparativos de la comida que los capitanes
ofrecen a los cazadores y al pueblo. Hacemos un aparte, además de los tres
capitanes, Vero, Juan, Ricardo y servidor. José Carlos nos inmortaliza en una
foto, de esas que también se inmortalizan en el corazón. El cielo va tomando un
tono anaranjado y cárdeno claro por la parte de Las Rozas, el tiempo quiere
cambiar y no precisamente a mejor. A las ocho de la tarde comienza la rifa de
la Caza de Devotos en Casa Cañardo. Esa caza que la noche anterior anunciaba
“Chanela” con voz conmovedora y que hoy grita con ella un poco tomada: “¡¡¡En
doce euros la pareja de conejos!!!” Mi sobrino Daniel me enseña un faisán con
las alas desplegadas de par en par y su hermano Justito ríe y acaricia mi
bigote desde los brazos de mi hija Berta. Un poco más allá departen amistosos
Andreotti y Jose como cada año en esta noche. Miro por la ventana y veo pasar
junto al quiosco de Jose a mi hijo Miguel con Yesi. Mi hermano cambia
impresiones conmigo, quiere que sea soldado. Me dejo convencer con algún
pequeño matiz. Quedamos para el domingo a las diez y media de la mañana en
“Cacatúa” provisto, por primera vez en mi vida, de gorra, chuzo y con el pecho
cruzado por una banda negra, blanca y amarilla que a partir de las 5 de la
tarde cambiará a roja con las iniciales “J”, “V” y “A” grabadas, ya sabéis, a
la altura del corazón. Los extremos deben unirse debajo de la cadera izquierda
con un imperdible o nudo, esto último a gusto del portador. Eso sí, aderezando
el conjunto con la mejor predisposición, respeto y agrado, advierte Domingo. A
las 11 de la noche baile de Máscaras en la carpa de la plaza de toros. Escribo
una cosa para “mis” capitanes que me lo sugieren las miradas de la gente que
pasa. Estamos poco tiempo, tenemos que descansar. Mañana es día importante y
más de uno no dormirá dominado por la emoción y atenazado por los nervios, como
niños la noche del 5 de enero.
“Todo está blanco y luminoso de
nieve”, me advierte Paloma la mañana del domingo Gordo de Carnaval al tiempo
que sube la persiana de la
habitación. El día del Cristo me dijo que era un día
iluminado por la
esperanza. Es la maravilla de la Naturaleza y lo que tiene
esta habitación con grandes ventanales que dan a la bella sensibilidad de mi
mujer, aunque bien mirado tengo que idear algo para seguir observando estos
paisajes cuando no pueda moverme de la cama. Me acicalo y me visto lo mejor que puedo y,
tocante a la vestimenta, remedo a Don Quijote: “Vistete bien, que un palo
compuesto no parece palo” y “Vístele de modo que disimule lo que es y parezca
lo que quiere ser”. De esta guisa y con algunos pequeños copos de nieve
brillando sobre nuestras gorras negras nos apostamos delante de la expectación.
Llegó el momento. Embriagados de
euforia comenzamos nuestro recorrido por las calles de Cadalso. Vamos de casa
en casa, de corazón en corazón, de nostalgia en nostalgia con el sentimiento
reinando deslumbrante. Volvemos a ver caras que no contemplábamos desde hacía
años y nos dan lecciones inolvidables: Ese anciano que a duras penas puede
sujetar unas monedas con sus manos y que introduce temblando en la hucha
mientras sus lágrimas las deposita en nuestras manos. Esa señora que desde el
balcón nos llama y con esfuerzo sobrehumano se incorpora y nos lanza una
bolsita blanca de plástico con unos billetes doblados. Mi madre esperándonos
desde que amaneció con su moscatel dulce y sus rosquillas blanditas. Esos seres
que siempre se turban al escuchar la música que pasa cercana, ¿qué tiene la
música que nos hace mejores? Posiblemente encontró la respuesta Gumer ,
jaleado con “olés”, al interpretar “En er mundo” en el bar López,
inmediatamente la conmoción y un silencio desgarrador se adueñó de nosotros. Es
nuestra gente, nuestras raíces, es nuestro pueblo. Somos nosotros desde tiempo
inmemorial, ya jamás olvidaré a estas personas ni a estas impresiones
milagrosas. Ellos creen en un Dios que les da fuerza, seguridad y felicidad,
por eso se merecen encontrar lo mejor en sus vidas. Yo no percibo nada de eso.
No quiero estar contra nada ni nadie, es que simplemente por más que miro
dentro de mí no encuentro ninguna luz divina que alumbre mi confundido caminar.
Me alumbra observar el amor a mi alrededor. Desconozco si esto valdrá.
Sinceramente pienso que soy demasiado difícil, antipático, retraído,
melancólico… y arrojo pronto la toalla desalentado ante tanta desgracia y malicia.
Curioso, ahora llueve y nieva alternativamente, nos empapamos pero sonreímos
sin cesar. Al cruzar en fila india el parque de Palacio nieva copiosamente.
Trece personas sin sombras trazamos bajo las plumas blancas un lienzo de una
plasticidad conmovedora, así nos lo hace ver Felipe en tanto que Maní,
concentrado, cierra la
comitiva. Y continuamos riendo felices. Fundamentalmente
“Tacero” y Román que, junto a sus bandas, y Agustín, junto a su bandera,
chorrean agua y entusiasmo a raudales. Justo luce mojada su entrañable mueca.
Pepe “Vigi” no quiere que se estropee su corbata. Se la regaló un amigo que
emprendió un largo viaje, advierto como la protege delicada y cariñosamente. En
San Antón, Paloma y Berta nos tiran una foto y me dan un paragüas amarillo. En
esta calle nací yo hace unos días como quien dice, por aquí me gustaría pasar
cuando todo acabe para mí.
Me
apetece hablar de los capitanes, de las huellas imperecederas que van
dejándome. Veréis: Una noche bohemia conocí a Agustín. Inesperadamente se
dirigió a mí y me dijo una frase espontánea, cariñosa y atenta que me llenó de
felicidad. No tenía por qué decirme nada y, sin embargo, me abrazó con su
palabra. He ahí la diferencia entre la gente vital y la normal. Los primeros
generan afectos, a los segundos les arrastra la inercia de la corriente. Desde
entonces nos esperamos, nos buscamos, nos parapetamos en el dialogo. Indagamos
sobre nuestras vivencias, acompasamos y le ponemos música a esta vida
vertiginosa. Descubrí a Pepe “Vigi” una noche lluviosa de un diciembre antiguo.
Yo paseaba bajo la lluvia y llevaba en una bolsa unas películas, de esas que
son auténticas obras de arte, de esas que te cuentan cosas que pasan entre los
seres humanos, de esas en blanco y negro rodadas en presente del indicativo, de
esas que te recuerdan episodios y amores de tu vida que rebrotan
apasionadamente como por ensalmo. Esas películas llevaba yo aquella noche. Vi a
Pepe solo, me pareció que sintonizaba con mi ensimismamiento y entré a verle.
Comenzó a hablarme, a sincerarse, a apreciarme. Y según me iba contando cosas,
yo notaba que le iba comprendiendo, que asumía su historia de amor como propia,
porque los seres humanos nos comprendemos rápido si hablamos del “mal de
amores”. Según bebíamos cerveza me dijo que la película de su vida era
“Ciudadano Kane”, de Orson Welles, era una de las que yo portaba… Salí de su
bar y seguía lloviendo, me percaté de que sus cervezas, si exceptuamos los
“panchitos”, estaban como a mí me gustan y que los amores y las películas
románticas son lo mismo si se lo oyes contar a hombres como Pepe. Muchas noches
mi hermano Jose me pone la carne de gallina y el corazón en un hálito al
contarme sus vivencias infantiles junto a mí. Siento que me devuelve con creces
lo poco que hice por él. Siempre procuré que los cuatro hermanos
permaneciéramos unidos, a salvo de los avatares que la vida nos reserva.
Últimamente es él –y sólo él- quien nos une desde su bondad. Esa bondad que
inundará este lugar cuando ninguno esté aquí. Por ella se sabrá que pasó alguien
fascinante que amó, vivió y derrochó generosidad sin pedir nada a cambio. Son
tres poemas nocturnos. Las noches cadalseñas te ofrecen sus brazos como las
mujeres enamoradas sus labios.
La
tarde se inicia con revoloteo de bandera en La Corredera. Los pies
helados y quietos como niños, la mano al viento como adultos. Piñas sonríe y
tirita en el cajón de las Ánimas, sobre el suelo el gallo acurrucado en su
jaula no dice ni pío, al pobre le engañaron por la mañana cuando dormía. Cosas
de gallineros… Después Paco Pirata y sus compañeros siguen amenizando la fiesta
con su música sinfónica y de la otra. Baremboim , que inesperadamente apareció en
Mariano, dio junto a ellos una lección magistral con “El sitio de Zaragoza”.
Casi sin darnos cuenta Agustín y yo nos quedamos solos por los lugares de
triunfos, derrotas y confidencias. Sin engañarnos, sin sumarnos ni un
enamoramiento juvenil frustrado que no nos correspondiese. Somos sinceros hasta
con los sueños rotos, incapaces de maquillarlos con mentiras piadosas. Por esas
–y otras- nubes flotábamos y nos vinieron a recuperar para la causa terrestre
Vero y Juan en El Burguer. Junto a ellos, penúltimas confesiones y optimismos
esperando que la noche enamorada nos devolviera a su medio natural: el sueño,
que ya va siendo hora. Subo a casa solo, nadie me espera, echo en falta a mi
familia y… mis guantes. La salamandra, nuestra fiel compañera, pasea fugaz por
la fachada blanca que refleja la luz amarilla del farol de mi calle. Subo por
la escalera de caracol. Lanzo una última mirada a Cadalso y su Peña, me digo
que a nada que mejore el tiempo tengo que subirla con Paloma. Todo en orden.
Todo es armonía y paz. Todo esto merece la pena. Me duermo.
El
lunes amanece con una copiosa nevada. Mi nuevo vecino me acerca amablemente
hasta la parada del coche de línea. Dudas sobre si saldrá. Sí, allí viene. Ya
sentado en el autobús y con la vista perdida pienso que mi pueblo sigue
sorprendiéndome. Es como esa sensibilidad que te invade al conocer un lugar
admirable o una persona especial que jamás volverás a descubrir pero que se
encargan de inyectarte desánimo y entusiasmo a partes iguales. Te domina
entonces el deseo de fundirte con esa experiencia encantadora para no perderla
nunca. Así me pasa con Cadalso. Siempre que vuelvo tengo la idea de integrarme
en él. Lo asombroso es que llevo toda mi vida aquí y no paro de sentir cosas
nuevas, de sobresaltarme con percepciones desconocidas y placenteras. Es
realmente maravilloso, algo que yo todavía no alcanzo a explicarme. A la altura
de Navalcarnero ya comienzo a “rumiar” lo vivido. Torno a embellecer lo pasado
en estos días. Vuelvo a emocionarme. Vuelvo a ser feliz íntimamente y, de
momento, no digo nada a nadie por vergüenza.
Fotos: Archivo Fotográfico Pedro Alfonso
9 comentarios:
Aquel año debute con vosotros como tambor de las Animas Benditas Miguel,ese recuerdo lo voy a tener para toda la vida.Paquitoporata.
Ya son tantos... Y casi todos bonitos. Lo que hace falta es que esta hermosa tradición siga adelante uniendo a los cadalseños y los foráneos en el amor a Cadalso de los Vidrios.
Miguel Moreno González
Una crónica brillante, con frases para enmarcar, que realzan más, si cabe, la belleza y el sentido del Carnaval.
Es un privilegio, algún día lo valoraremos en su justa medida, tener una pluma como la de Miguel, siempre con Cadalso y por Cadalso, desde el ARTE y hasta la EMOCIÓN ambas, sin duda, con mayúsculas.
Un abrazo.
Balta
Muy emotivo todo tu relato y bonitos recuerdos te felicito.PEPE.
Pedro Alfonso muy bonitas fotos buenos días
Agustin Capitan Sanchez
muy guapos los hijos de la Asun el vigi y Agustín y en la calle San Antón la más castiza de cadalso de toda la vida Pedro
Dolores Saez Canoyra
Loli siempre conoces a todos
Juani Perez
hombre Juani esos se los conoce enseguida son de ahora guapa
Dolores Saez Canoyra
Lo he vuelto a leer y me he vuelto a emocionar. Tienes la difícil facilidad de transmitir sentimientos. El resultado de texto y fotos es arte.
Cadalseña
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