Un vivac siempre queda grabado...
Aquel día estrené mis cletas y, con ellas, me lancé a la aventura que terminó en un vivac en los Pelaos, junto a la Mira de Gredos. El frío calaba, pero las estrellas nos ofrecían un techo inmenso y eterno. Entre amistad sincera y amor profundo por la montaña, descubrí que la verdadera riqueza está en esos instantes que quedan grabados en el alma para siempre. Gredos maravilloso.