MIRADA AL INFINITO
Fue
durante nuestra boda, 26 de junio de 1980. Casi nunca sonreía. Su mirada
siempre se dirigía al infinito. Lejos, muy lejos. Como si percibiera que su
mundo residía lejano, en aquel horizonte apacible donde trinan los jilgueros, habitan
las emociones, vuela el viento y crecen los poemas. Desde la iglesia de La Paloma madrileña a los salones de La Catedral se fue solo en metro, con su
sempiterna camisa blanca y su chaqueta azul marino doblada sobre el brazo. Tuvo
buen cuidado de no golpearse la cabeza con las barras del techo del vagón que
su altura sobrepasaba y sobrecogía a los pequeños. Se escabulló sigiloso acompañado
de sus pensamientos como buen hombre de campo que era. Así nos desvanecíamos bajando
los dos -yo de “paquete”- sobre su
moto Peugeot al valle de Tórtolas aquellas madrugadas heladas de
mi adolescencia: (“¿Tienes frío? Arrímate
a mi espalda…”)
"¿Y mi padre?"
Y nadie sabía dónde estaba... Llegó callado con sus manos entrelazadas sobre la
espalda. Alguien le mostró su silla en la mesa presidencial del banquete, pero
él seguía mirando a lo lejos, traspasando su limpia mirada las paredes, las
lámparas, las ventanas y el alma de los invitados. No sé bailar, por eso cuando los demás se fueron a danzar yo me
quedé con él: "Ten cuidado con el
dinero de los regalos. No sé por qué os vais tan lejos. En casa siempre
tendríais un plato caliente..." No sonó “Suspiros de España” ni “Banderita
tú eres roja”. Cuando las escuchaba en casa su mirada vidriosa volvía a lo
suyo, a la lejanía perdida. En el aeropuerto nos dimos uno de los únicos tres
besos de nuestra vida. Él me abrazó con aquellos ojos melancólicos que
delataban lo que allá, en el interior de su alma, pasaba.
Meses
después murió solo en su huerto de “La
Vía”. Fue un atardecer agosteño rodeado de Naturaleza, silencio y paz. Se
me quedaron infinidad de cosas en el tintero que nunca pude decirle y que ahora
-por fin- se las escribo poco a poco, sin prisas, como duerme mi hija Berta a
mis nietos Moisés y Daniel. Y lo hago cuando uno también va llegando al final.
No creo en Dioses, ni en paraísos suspendidos sobre las nubes del cielo,
tampoco en el equilibrio mágico de los planetas o en esa materia celeste de los
astros que desconozco y que gravita inestable sobre nosotros. Soy muy simple y
no entiendo de nada y menos de la muerte. Ya sólo creo en su humilde e inmenso recuerdo.
Va todo tan deprisa que acompaso mi vida al ritmo de sus bellos recuerdos. Yo
supe tarde que mi padre vivió una vida mientras siempre soñaba con otra
lejana...
Miguel MORENO GONZÁLEZ
7 comentarios:
👏👏👏👏... Querido amigo, yo imagino tus sentimientos cada vez que recuerdas a tu padre. Y además de lo mal que lo pasamos cuando falleció, imposible imaginarse tus sentimientos cuando tan joven se fue a Cadalso de arriba, como dice el Zorro Corredero. Sufristeis mucho toda su familia. Por eso, creo que es muyyyy importante recordarlo muy a menudo. Que Dios le tenga en su Gloria y un fuerte abrazo, Miguel 💖💖💖💖💖💖💖
José A. Álvarez G. de Guzmán
No por conocida la historia se hace menos enternecedora, el como recuerdas a tu padre y como lo describes emociona al más duro. Un saludo. Pepe Vázquez
Según relatas, se ve que era un hombre humilde de corazón, familiar y que amaba a los suyos, aunque buscaba esa soledad para pasar desapercibido y no expresar mucho sus sentimientos, pero siempre estaría pendiente de vosotros. Una pena que se vayan tan pronto y no podamos disfrutar más de ellos y viceversa.
¡¡Feliz Jueves!! 😉.
Luis M. González
Cómo saber qué mundo se esconde tras la mirada de un hombre silencioso..?
Joder Miguel
Que relato más bonito, es imposible trasmitir un sentimiento mas bonito.
Me ha trasladado a mi infancia, entrando a vuestra casa a buscarte para ir a jugar y verle allí.
Acabo de recordar a tu Madre también y he de decirte que me ha encantado
Un abrazo muy fuerte.
Luis Muñoz
Bonito relato, por cierto que guapos paloma y tú, que cara más bondadosa tiene tu padre y de estar un poco sorprendido por todo lo acontecido en Madrid. Los hombres de campo los sacas de su zona de confort y su pueblo y los das un palizón , pero el día lo merecía un abrazo para ti Miguel y un beso al cielo
Recuerdo las horas que he pasado en tu casa y detrás de la Caseta jugando contigo y en compañía de tus padres. Acuérdate como toreábamos y las dreas con los de San Anton.
Javier Muñoz
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