Al atardecer, cuando el sol ya comienza a ponerse por el cercano Valle del Tiétar, cuatro peregrinos se acercan sigilosos y solitarios a la Cruz de la Torrecilla, antes han avanzado por la calle Real, han llegado a la iglesia de la Asunción, y por San Antón una vez abandonado el pueblo han admirado el Valle del Tórtolas para después descender camino de Cebreros, hoy final de etapa de un Camino de Levante Sureste que comenzaron en su pueblo, Campo de Criptana. Y este peregrino que escribe, que se emociona con cada parte del Camino, que acostumbra a vivirlo y promocionarlo, que sabe del esfuerzo y del destino, necesita contarlo, dejar que la huella de estos cuatro manchegos quede grabada en el nuestro Camino a su paso por Cadalso para siempre.
Y ahora, he aquí unas fotos, unos peregrinos y un momento lleno de emoción, porque todo lo que ocurre en cualquiera de los Caminos de Santiago siempre queda cristalizado en la imaginación, en los sueños, en los recuerdos, en la frágil luz de este atardecer cadalseño en el Camino de Santiago.
En tierra de Castilla, árida y casta,
en que el alma tiembla en misterioso anhelo,
si el orgullo del mundo no nos basta,
queda la fe que nos ofrece el cielo
Buen Camino, peregrinos.
Zorro Corredero
Fotos: Archivo Fotográfico Pedro Alfonso
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TERESA DE ÁVILA A SU PASO POR CENICIENTOS
La carmelita a su paso
camino de sus conventos,
se detuvo en Cenicientos
una tarde en el ocaso.
Obteniendo aquí posada
en la humilde hospedería,
aguardó hasta el nuevo día
para proseguir jornada.
Después de acabar su aseo
y del hábito mudarse,
quiso aún embelesarse
con el pueblo en un paseo.
Y eligió por compañera
porque la vio muy abierta,
muy vivaz y muy despierta
a la locuaz posadera.
La madre siempre curiosa,
se paraba ante las puertas
de lugareños abiertas
de suyo tan cariñosa.
Por cuantas calles pasaba
un remolino de gente
se hacía ante ella presente
y a todos los saludaba.
Su fama la precedía
por los años cimentada,
y de vuelta a la posada
Cenicientos la seguía.
Y retirada al descanso
la infatigable viajera,
la servicial posadera
la condujo a su remanso.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
BRILLANTES NIMBADOS EN LA BANDEJA
A Teresa siempre
Fulgiendo sus destellos luminosos
destellan multiformes en bandeja,
con la pinza en la mano que empareja
los brillantes de nimbos glamurosos.
Cascadas de hontanares prodigiosos
de expositor de un Niágara es pareja,
y el nimbo inmaculado nunca ceja
de exhibir sus aspectos más gloriosos.
Las gemas que tu presencia iluminan
mantienen a mis ojos expectantes,
gemas que entre mis buriles germinan
las garras las oscilan rutilantes,
y mis manos artesanas culminan
sobre el nimbo que nimba a tus brillantes.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
ME GUSTA EL CAMPANEO DE CAMPANAS
Me gusta el campaneo de campanas
y la lluvia cayendo mansamente
y los pliegues airados de tu frente
al tintado continuo de las canas.
Me gustan los croares de las ranas
las mañanas madrinas del relente
trayendo al cauto sol luz incipiente
que me incita a salir por las mañanas.
Me gusta ver danzar a las neblinas
y a las aguas en tardes opalinas,
irisando en sus ondas que no embrida.
Y oceánica oír sangre en mis venas
torrentes de alegrías con sus penas
en la playa marina de tu vida.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
VIENTOS QUE VAN Y QUE VIENEN
Vientos que van y que vienen
arrebolando tu cara,
y ante tu paso detienen
y suspirando contienen
al rosal que te acapara.
Del campo todas las rosas
se aglutinan ante ti,
y en tus senos mariposas
van volando prodigiosas
danzarinas para mí.
Tus labios fuente de gloria,
fontana en la que bebí,
y la guardé en la memoria
y en el fanal de mi historia,
y te aguardé y presentí.
Y me muestras tu esplendor,
talla y fulgor del rubí,
y el resplandor del amor
con su gozo y su dolor
desde el día en que te vi.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
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