LECTURAS
PARA UN VIRUS SIN CORONA. UN PUEBLO
COMO EL MÍO…
Es un pueblo pequeño suspendido en la
ladera de la sierra, arraigado a las oquedades de su historia y su pasado,
breve en su espacio y en su presente, delimitado su futuro por el bosque de
castaños que lo rodea. Parece un juguete. Sus calles y plazoletas dan la
sensación de que podrían construirse por uno mismo jugando a juegos infantiles.
Los quicios de las puertas de madera son diferentes unos a otros. Las calles
son estrechas, empinadas y limpias. Conservan nombres de ciudades (¡qué
paradoja!), la de Valladolid es como un suspiro y ya estás en la de Ávila. Otras
hacen mención a su geografía como la del Altozano, donde niños felices
corretean tras un balón fofo, algunas hay con nombres y apellidos que
supongo pertenecen a su gente
ilustre -¿entenderán ellos como gente ilustre la misma que nosotros?-.
Las personas que andan por la calle son
amables y solícitas, hay otras que miran desde su casa descorriendo los
visillos de sus ventanas y dejan entrever su aliento pegado al cristal y unas
escaleras de madera que suben al piso superior desde el portal. Imagino a sus
moradores en invierno, soplando el viento y cayendo agua o nieve, encerrados en
sus casas y en su soledad. Esas noches les serán propicias para elucubrar e
imaginar sobre otros mundos y lugares que de cuando en vez observan en la
televisión, por ella saben que no todo es como allí. ¿Qué pensarán de la ciudad
y sus gentes, sus desquiciamientos y sus competiciones diarias para ser el
mejor?
Recorro el pueblecito: En la calle del
Olivar brota una fuente de piedra, de su caño de hierro mana agua continuamente,
un letrero dice que es agua potable y fresca. Sentadas a su regazo están dos
mocitas, meditan seguramente en su Príncipe Azul enamorado. Tienen las
ilusiones intactas, su futuro les pertenece y le pueblan de sueños
maravillosos. El Príncipe, yo lo sé, las besará una atardecida en el castañar y
antes habrán dibujado un corazón sobre la corteza de un grueso árbol con una
flecha partiéndole en dos que hará saltar tres gotitas de sangre y grabarán
amorosamente, al fin, sus iniciales. Es el viejo ritual del amor que alcanza en
los pueblos su verdadera dimensión y razón de ser. Siempre es igual de bonito y
emocionante. No falla.
La iglesia es como a Dios, si existiera, le
gustaría que fuese: Pequeña, sobria, sin lujos innecesarios y ofensivos. El párroco
dejó en la puerta un mensaje anhelante y puede que angustiado: "Espero vuestra compañía durante estas Fiestas
de Semana Santa". La calle Alta es angosta y empinada, guarda restos
de una pared de piedras, guijarros parecidos a los que usábamos en nuestra
adolescencia en las canteas de mi pueblo -tenían lugar junto al cementerio-,
entre los barrios de San Antón (pobre, desarraigado, vitalista, luchador,
trabajador); y el de La Plazolilla (menesteroso, anárquico, desvalido,
combativo, afanoso). Nuestro gran jefe, "Chaleco", desafiaba al suyo,
"Planas", en encarnizado y
mortal duelo. Todos los guerreros contemplábamos absortos el final del
combate entre agudos alaridos y coléricos gritos. Aún restan cicatrices de
pedradas, testigos elocuentes de aquellos episodios…
El camposanto es cuadriculado. Se entra por
un caminito delimitado por dos muros de piedra. Dentro guarda personajes
anónimos que un día soñaron con rendir el mundo a sus pies. Todo aquello lo
vigilan cuatro cipreses que seguramente no creen en Dios y que cuando sopla el cierzo
se cimbrean como juncos. La Casa Consistorial es humilde, no sé si eficaz, abre
en días alternos y el tejado alberga una antena, cuatro altavoces, que
sustituyen al pregonero de antaño, y una veleta casquivana y altanera que juega
a indicar la dirección del viento. En la plaza Mayor -un decir- hay construida
una marquesina que debe albergar a algún conjunto musical por sus fiestas de
verano. De la plaza sale una callecita limpia y estrecha, al final de ella,
suspendido de una pared, un cartel inquietante recuerda que allí precisamente
acaba el pueblo y el virus sin corona,
como transmitiendo que si se sigue adelante nadie se responsabilizará de tu
suerte.
La calle José ALFONSO RODRIGUEZ cuenta con
una carnicería y una pescadería que reciben sus productos semanalmente. La
carnicería adorna una de sus paredes con un cartel taurino que anuncia una
corrida de toros primaveral en el cercano pueblo de Cadalso de los Vidrios
(Madrid). A derecha mano la pequeña calle dedicada a un famoso general cobija
una "Fábrica de Castañas", uno no sabe si este negocio será muy
productivo pero al menos tiene a su favor la originalidad, que no es poco para
los tiempos que corren. En la calle Málaga está la escuela, situada en lugar
bien visible cuelga la foto de los reyes. Ellos, seguro, ni siquiera sabrán de
la existencia de este lugar. En el encerado quedan fijos los restos de la
última clase: operaciones simples, un dibujo primaveral y la frase de siempre,
la frase eterna por antonomasia de los párvulos, la que de alguna manera resume
y marca nuestra infancia pedagógica: "Mi mamá me mima…"
Yo nací en un pueblo como éste y todo el
amor que supo crear en mí desde niño se me quedó dentro para siempre. Quiero
también morir en él, despacito, como queriendo aspirar hasta el último instante
su aroma. Luego que me alcen en hombros mis gentes, como a los toreros
amargamente triunfadores, que me suban por el mismo camino que yo subí abrazando
a mi padre y a mis amigos queridos muertos, creo yo, demasiado pronto. Que me
sumerjan templando, como templan los diestros artistas, en la tierra que me vio
nacer, si es posible junto a mi padre, mirando hacia el valle y a lo mejor
entonces podré decirle cuánto le quiero. En vida no se lo dije nunca, por esas
cosas que uno jamás sabe explicarse. Si los que asistieran a mi entierro
llorasen que lo hagan en silencio, hacia adentro, bebiéndose las lágrimas.
Flores ninguna, si acaso recuerdos de las cosas y personas que siempre me
apasionaron. Luego que me dejen tranquilo, que ya estará bien. Agradeceré que
me recuerden con el cambio de estaciones pero con alegría, es más bonito y
reconfortante. Sólo eso y mi pueblo…
Miguel MORENO GONZÁLEZ
Como siempre unas buenas palabras acompañadas de grandes fotos. Gracias a los dos
ResponderEliminarMariano
Es lo menos que puede pedir una persona morir dignamente y ser acompañado por sus seres queridos y amigos
ResponderEliminarAniceto Herranz Lizana
Seguro que allí no llega el coronavirus y si llegara seguro que te recuperas rápido
ResponderEliminarMagdalena Martín Moreno
Lo mínimo que podemos desear a mi en estos días me aterra morir y que no se me dé el duelo que hemos dado toda la vida a los nuestros
ResponderEliminarPilar Calvo Villarín
Pedro muy bonito lo escrito y totalmente de acuerdo contigo asi que yo tambien quiero lo mismo ..❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️
ResponderEliminarLoren Alfonso Jeronimo
Miguel Moreno ,no podías describir mejor que lo has hecho el amor por tu pueblo. Precioso relato que hace que uno se sienta más Cadalseño aún.
ResponderEliminarMaria Antonia Hernández
Bueno algo me entere y algo no comprendi 😎😎
ResponderEliminarAntonia Frontelo Morales
Bonito y muy emotivo relato para este jueves ��.
ResponderEliminarLuis M. González
Mis hijos y nietos son muy amantes del esqui y, como tienen una casa en Benasque va mucho a Cerler
ResponderEliminarMaria Eugenia Blazquez
Algo especial tiene ese pueblo. Me gustaría descubrirlo, porque hay mucho arte en él. Magnífico relato Miguel, derrochas amor a tu pueblo,a tu gente, a tu pasado,tu presente y tu futuro. Y en todas y cada una de las etapas a tu padre.
ResponderEliminarHablas del campo del casco urbano ,de sus gentes , todo un repaso precioso.gracias por compartir
ResponderEliminarMaria Antonia Hernández
A mi amado y difunto esposo, le encantaría poder leer todos esos mensajes que envías. Era Cadalseño y a nuestros hijos y nietos, nos hizo a amar al pueblo ya que tenía el corazón siempre ahi aunque estuviera a miles de kilómetros de distancia y, ahora en su última vivienda está ahí y, yo iré con él cuando Dios lo disponga.
ResponderEliminarMaria Eugenia Blazquez
Que pueblo tan bonito
ResponderEliminarOscar Perlado
Gracias por vuestra generosidad al leerlo y opinar tan cariñosamente.
ResponderEliminarTenemos que seguir...
En menos de dos años hemos acompañado a enterrar tres primos hermanos y dos hemanos y YO no he caido porque no era mi hora porque meritos para quitarme no les han faltado esta historia es triste pero les aseguro que es la pura realidad pero bueno la realidad es que los 5 han recibido cristiana sepultura no como esto que estamos viendo triste mucho mas que triste para todas estas familias y quizas mucho mas trite para los que nos han dejado de la forma que lo han tenido que hacer sin poder despedirse de ningun familiar y sin casi nadie poder acompñarles nunca nadie podia esperar esta despedida DIOS LES ACOJA A TODOS EN SU REINO SE LO MERECEN TODOS
ResponderEliminarAngel Haro
Es lo menos se puede pedir, feliz viernes festivo en Madrid
ResponderEliminarEsperanza De La Cruz García
Bonito relato pienso lo mismo que me pongan mirando al el valle
ResponderEliminarRosa Merchan
Como siempre Miguel has sabido ahondar en mi corazón siempre nostálgico y agradecido a nuestros ancestros y a este pueblo que queremos tanto, yo se que quieres a tu madre y ella me habla maravillas de sus hijos, pero ahora que no se pueden ver a los hijos por que nos a pillado separados, te diría que cuando la veas le des esos besos que siempre nos guardamos, y muchas gracias a Pedro y a ti , por hacer que nuestro corazón quiera y recuerde tantas cosas vividas, un abrazo a los dos....
ResponderEliminarMuchísimas gracias, María del Rosario.Tus bonitas y sentidas palabras, me han llegado muy dentro. Sé muy feliz...
ResponderEliminarMiguel me has llegado con tu relato muy a dentro como sabes describir nuestra tierra y nuestros sentimientos, me has echo derramar una lagrimita de orgullo Cadalseño❤️❤️💋💋
ResponderEliminarEulalia Alvarez Navarro