jueves, 7 de abril de 2022

Un juego de cariño. Por Miguel Moreno.

 UN JUEGO DE CARIÑO

   (A él. Y a todos los futbolistas que a lo largo de los años han defendido y siguen defendiendo con orgullo y emoción la camiseta morada y blanca del Cadalso)                             

               En mi adolescencia jugaba al fútbol de portero porque decían -con razón- que de delantero era muy malo. Lo cierto es que me gustaba el puesto, no sé si sería por la abstracción solitaria en la que quedaba sumido entre los tres palos. Fui irregular, a partidos con aceptables actuaciones les sucedían otros -la mayoría- en los que recibía goles absurdos. Pero los primeros no debían dejar mal sabor de boca y seguían llamándome. Me apasionaba ser dominado por aquellos reflejos espontáneos que, de una manera inconsciente, me hacían surcar el aire en busca del balón como si fuera a atrapar algo placentero y muy deseado por mí.

             Un día los compañeros me dijeron que un hombre hablaba muy bien de mí, les decía que yo tenía buenas aptitudes para jugar de portero. Averigüe quien era: en Cadalso se le conocía por el apelativo cariñoso de "El Tío Sordillo", en razón de su sordera que delataba el aparato que pendía de su oreja. Fue entonces cuando comprendí el por qué de su continua presencia detrás de mi portería los días de partido. Poco a poco fuimos confraternizando y yo me sentía orgulloso de sus consejos que aceptaba encantado: “Tienes que adivinar y anticiparte al delantero si se queda solo ante ti. Muestra arrojo y personalidad. No te distraigas, estate atento, que nada ni nadie perturbe tus reflejos ni tu concentración. Manda, chilla, a tus defensas con autoridad.” Aquellas conversaciones tan nobles, sabias y cariñosas me imbuían gran confianza y seguridad.

 

Poseía una viña al lado de “Las Casetas” que cuidaba con esmero. Yo le veía pasar sobre sus caballerías, creo recordar que eran una mula y un borrico rucio. Siempre portaba una gorra de visera y cuando hablábamos adivinaba mis palabras leyéndome los labios. Dialogaba bajito, caminaba lento y nunca gastaba bromas pesadas ni se expresaba con grosería, algo que era muy habitual en esos tiempos. Fue una persona intrínsecamente buena y mantenía el porte y la distancia que impone la educación. Recuerdo que al comenzar los partidos esperaba mi salida de los vestuarios, que estaban ubicados en el antiguo matadero de los años 50-60 (ahora es la tienda de “chinos”), para desearme suerte con una palmada sobre la espalda y unas palabras de ánimo:” ¡Suerte chaval!” Era feliz si yo estaba bien y presumía ante todos exclamando entrecortadamente: -¡Ya lo decía yo!

 

            Nuestro campo de futbol estaba situado en el lugar que actualmente ocupa la plaza de toros, lo llamábamos “La Cooperativa”. Allí todas las tardes se organizaban partidos interminables: “Los de la portería de Arriba” contra “Los de la portería de Abajo”. Según íbamos llegando de nuestros trabajos y ocupaciones habituales, cada uno sabía cuál era su equipo y el puesto que ocupaba en él. Tardes había que nos enfrentábamos quince contra quince, o más. Eran nuestros entrenamientos con vistas al partido del domingo dentro de la Liga Triprovincial (Madrid, Ávila, Toledo).

 

Una tarde dominical teñida de azul celeste y soleada de amarillo, nos enfrentábamos a Álmorox (Toledo) en Cadalso y me colaron un gol absurdo por debajo de las piernas. Fue un fallo imperdonable y garrafal. Aquel hombre salió descompuesto al campo y sin esperar a que me incorporara del suelo y de mi abatimiento; me gritó sincero, desgarrado y con nerviosismo en su hablar: -¡No, eso no. Nunca vuelvas a hacer eso! Sentí en aquel momento incrustarse en mi pecho mil goles que golpearon mi alma sin compasión.

 

            Fue también un domingo soleado por la mañana. Estaba durmiendo después de una noche sabatina “movidita”. Mi madre abrió bruscamente la puerta de mi habitación y me espetó a bocajarro: -¿Sabes que se ha muerto Rafael, "El Tío Sordillo”? Sólo reaccioné para preguntar: -¿Cuándo fue?, me respondió que amaneció muerto en su cama. Mi madre cerró discreta la puerta mientras yo me giraba en la cama tapándome la cabeza con la ropa y comencé a llorar desgarradamente. Lloré desconsolado como después he tenido que llorar otras muchas veces ante cada ausencia querida.

 Han pasado cincuenta años de aquello pero no he podido olvidar a Rafael, "El Tío Sordillo", él sigue pegado fijo como un sello antiguo al sobre de mi recuerdo indeleble. Ciertas noches de derrotas el fantasma de aquel gol aún me sigue persiguiendo implacable cada vez que siento cerca el inconfundible sabor de mi fracaso.

Miguel MORENO GONZÁLEZ


9 comentarios:

  1. Como siempre bonito homenaje al club de fútbol,y sobretodo al tío sórdillo.
    Abuela nos regañaba para que no le pisaramos la viña cuando jugábamos

    ResponderEliminar
  2. Precioso Miguel.. precioso...ole y Olé.... que recuerdos madre mia..... gracias amigo gracias....eres un artista. José A. Álvarez G. de Guzmán

    ResponderEliminar
  3. GENIAL ,MIGUELÓN,LA HISTORIA DE LA SUCINTA VIDA Y REPENTINA MUERTE DEL TÍO SORDILLO����. Diego S. Bustamante

    ResponderEliminar
  4. El Tio Sórdillo era el padre de Rafael Carlevaris. Creo recordar. No faltaba a ningún partido.
    Guardo con cariño el escritito que dedicaste al ascenso del equipo hace unos años cuando el Peque y yo formabamos parte de la directiva. Precioso.
    Antonio Acuña

    ResponderEliminar
  5. Otro de tus preciosos homenajes a personajes entrañables que han formado parte de tu vida.
    Un placer leerlo, como siempre.
    Un abrazo, Miguel.
    Luis C. Trijueque

    ResponderEliminar
  6. No sabía que Miguel era portero en aquella época que historia tan bonita y llena de ternura cuentas de Rafael el sordillo. Las fotos son sacadas del mismo N_O_D_0 gracias por compartirlo con todos nosotros

    Maria Antonia Hernández

    ResponderEliminar
  7. Gracias a todos y especialmente a Pedro por dar cobijo en "El Zorro" a estos escrititos que él ilustra primorosamente con las bellas fotos propias y ajenas.

    ResponderEliminar
  8. Como siempre sentimientos a flor de piel, enternecedor....
    Otra cosa más a resaltar en nuestras experiencias comunes, yo fui portero también, pero de otro deporte, el hockey sobre patines, pero portero al fin y al cabo.
    Pepe Vázquez

    ResponderEliminar