EL
HUERTO DEL RECUERDO Y DEL AMOR
Siempre me sorprendió tu privilegiada
memoria, aquella en la que almacenas ordenada y cariñosamente todas las
vivencias de nuestra época adolescente. Para una persona tan dada a la
nostalgia como yo, comprenderás que una de las cosas que más me sigue uniendo a
ti es poder compartir en momentos muy determinados los recuerdos de entonces.
Nunca imaginé haber vivido tantas peripecias contigo hasta que te las escucho
contar alegre en sus más nimios y pormenorizados detalles. Supongo que ello se
debe a que todo lo que vivíamos lo hacíamos hacia dentro, buscando el núcleo,
el néctar de nuestra identificación sin pararnos en la corteza superficial de
cualquier relación al uso.
Me vienen en este instante los sonidos de tu
guitarra que descendían melódicos, como lo hacen ahora mismo desde mi añoranza,
por la amplia escalera de Las Casetas. Las notas de aquella música, Let It Be o Entre dos aguas, entre otras
muchas, se deslizaban románticas sobre aquel pasamanos de madera. Aeropuerto feliz
desde el que mis manos aeroplanas despegaban y aterrizaban cada vez que iba a
buscarte. Eran las melodías de nuestros dieciocho años resonando enamoradas en
nuestros corazones, siempre prestos a querer gratis pero siempre indecisos
entre lo platónico y lo real; maravillosa confusión de lo bello, desmesura de
lo hermoso; en definitiva la agonía ingenua del amor. La adolescencia te
instala directamente en la felicidad mientras la madurez te obliga a buscarla
en los restos de los yacimientos de afectos pasados, yo al menos, así lo creo.
Eso es lo que no entendemos ahora, seguimos queriendo pero no como antes; por
eso, a veces nos equivocamos y no sabemos querer bien a quienes queremos. Cada
vez nos cuesta más distinguir los aromas embriagadores del amor alineados como
estamos en una vida que nos lleva demasiado deprisa a ninguna parte.
Soseguémonos, parémonos un momento en el
umbral del día a observar. Mi padre, después de hacer las labores al huerto,
siempre se dedicaba un momento a contemplar los progresos de las plantas: "Y ahora vamos a mirar",
decía, y recorría feliz y satisfecho cantero a cantero, surco a surco, el
fascinante espectáculo de la vida y la Naturaleza. Si humildemente también
nosotros hacemos lo propio, advertiremos sorprendidos que cada día sigue
ofreciéndonos oportunidades para la amistad, el amor o la mágica ceremonia de
las estaciones irrumpiendo apasionadas en nuestras mentes. En ocasiones -es
verdad- parece como si éstas cosas gratas vinieran ocultas dentro de una mina
con subterráneas galerías de prisas, reproches e intereses bastardos, pero hete
ahí que nosotros ejercemos de honrados mineros obligados a separar el oropel
del oro. Concedámonos la oportunidad de seguir queriendo y, si es necesario,
trasladémonos a las excavaciones de la infancia. Allí encontraremos la veta
buena del amor, ese filón que tanto necesitamos y que tú conmovedoramente me
descubres cada vez que nos encontramos en las noches cadalseñas. ¡Ah!, no
olvides que la conquista de la mujer querida, también se cobra su dosis de
esfuerzo y dolor que el amor agradecido sabrá recompensar.
Miguel MORENO GONZÁLEZ