LOS TITIRITEROS EN CENICIENTOSUna cabra y una monay tocando unos panderos,asoman titiriterosen carro de desmorona."¡Húngaros ya están aquí",grita la muchachería,y todo es algarabíaque nos gusta a ti y a mí.La cabra no es cabra, es cabro,y la mona resabiaday se siente muy agraviadaen cuánto escucha el palabro.Titiriteros hambrientosvenidos de sabe dónde,que su miseria no escondellegaban a Cenicientos.Con panderos y trompetas,y a crudo bombo y platillo,te pedían un durillovendiendo unas camisetas.La función se organizabaen el centro de la plaza,y un fortachón con la mazaal más viejo golpeaba.El pobre viejo achacoso,tumbado sobre cristales,aguantaba pedernalesen estado comatoso.Una gran piedra en su pechoel de la maza rompía."¡Que le entre una perlesíaviendo al buen viejo maltrecho!".Eso mi abuela decíaa coro con sus vecinas,de estar de pie ya cansinasmarchándose de estampía.Otra gritando exclamaba."¡Mejor un carbunco negrocómo el que tuvo mi suegroque como un toro bramaba!".A continuación vendíanpapeletas de una rifa,y pretextando engañifacoruchos se escabullían.De coñac unas botellasrifaba la pobre gente,siendo una mano inocentea la luz de las estrellas.¿Se ganarían la cena,los pobres titiriteros,por los agrestes senderosque da una vida de pena?Saturnino Caraballo DíazEl Poeta Corucho
LOS TITIRITEROS EN CENICIENTOS
ResponderEliminarUna cabra y una mona
y tocando unos panderos,
asoman titiriteros
en carro de desmorona.
"¡Húngaros ya están aquí",
grita la muchachería,
y todo es algarabía
que nos gusta a ti y a mí.
La cabra no es cabra, es cabro,
y la mona resabiada
y se siente muy agraviada
en cuánto escucha el palabro.
Titiriteros hambrientos
venidos de sabe dónde,
que su miseria no esconde
llegaban a Cenicientos.
Con panderos y trompetas,
y a crudo bombo y platillo,
te pedían un durillo
vendiendo unas camisetas.
La función se organizaba
en el centro de la plaza,
y un fortachón con la maza
al más viejo golpeaba.
El pobre viejo achacoso,
tumbado sobre cristales,
aguantaba pedernales
en estado comatoso.
Una gran piedra en su pecho
el de la maza rompía.
"¡Que le entre una perlesía
viendo al buen viejo maltrecho!".
Eso mi abuela decía
a coro con sus vecinas,
de estar de pie ya cansinas
marchándose de estampía.
Otra gritando exclamaba.
"¡Mejor un carbunco negro
cómo el que tuvo mi suegro
que como un toro bramaba!".
A continuación vendían
papeletas de una rifa,
y pretextando engañifa
coruchos se escabullían.
De coñac unas botellas
rifaba la pobre gente,
siendo una mano inocente
a la luz de las estrellas.
¿Se ganarían la cena,
los pobres titiriteros,
por los agrestes senderos
que da una vida de pena?
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho