miércoles, 31 de mayo de 2017

Peregrinos del Camino del Levante-Sureste en la Cruz de la Torrecilla. Cadalso






Al atardecer, cuando el sol ya comienza a ponerse por el cercano Valle del Tiétar, cuatro peregrinos se acercan sigilosos y solitarios a la Cruz de la Torrecilla, antes han avanzado por la calle Real, han llegado a la iglesia de la Asunción, y por San Antón una vez abandonado el pueblo han admirado el Valle del Tórtolas para después descender camino de Cebreros, hoy final de etapa de un Camino de Levante Sureste que comenzaron en su pueblo, Campo de Criptana. Y este peregrino que escribe, que se emociona con cada parte del Camino, que acostumbra a vivirlo y promocionarlo, que sabe del esfuerzo y del destino, necesita contarlo, dejar que la huella de estos cuatro manchegos quede grabada en el nuestro Camino a su paso por Cadalso para siempre. 



Y  ahora, he aquí  unas  fotos, unos peregrinos y  un momento lleno de  emoción, porque todo  lo  que ocurre en cualquiera de los Caminos de Santiago siempre queda cristalizado en la imaginación, en los sueños, en los recuerdos, en la frágil luz de este atardecer cadalseño en el Camino de Santiago. 

En tierra de Castilla, árida y casta,
en que el alma tiembla en misterioso anhelo,
si el orgullo del mundo no nos basta,
queda la fe que nos ofrece el cielo

Buen Camino, peregrinos.




Zorro Corredero
Fotos: Archivo Fotográfico Pedro Alfonso

4 comentarios:

  1. TERESA DE ÁVILA A SU PASO POR CENICIENTOS

    La carmelita a su paso
    camino de sus conventos,
    se detuvo en Cenicientos
    una tarde en el ocaso.

    Obteniendo aquí posada
    en la humilde hospedería,
    aguardó hasta el nuevo día
    para proseguir jornada.

    Después de acabar su aseo
    y del hábito mudarse,
    quiso aún embelesarse
    con el pueblo en un paseo.

    Y eligió por compañera
    porque la vio muy abierta,
    muy vivaz y muy despierta
    a la locuaz posadera.

    La madre siempre curiosa,
    se paraba ante las puertas
    de lugareños abiertas
    de suyo tan cariñosa.

    Por cuantas calles pasaba
    un remolino de gente
    se hacía ante ella presente
    y a todos los saludaba.

    Su fama la precedía
    por los años cimentada,
    y de vuelta a la posada
    Cenicientos la seguía.

    Y retirada al descanso
    la infatigable viajera,
    la servicial posadera
    la condujo a su remanso.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho


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  2. BRILLANTES NIMBADOS EN LA BANDEJA
    A Teresa siempre

    Fulgiendo sus destellos luminosos
    destellan multiformes en bandeja,
    con la pinza en la mano que empareja
    los brillantes de nimbos glamurosos.

    Cascadas de hontanares prodigiosos
    de expositor de un Niágara es pareja,
    y el nimbo inmaculado nunca ceja
    de exhibir sus aspectos más gloriosos.

    Las gemas que tu presencia iluminan
    mantienen a mis ojos expectantes,
    gemas que entre mis buriles germinan

    las garras las oscilan rutilantes,
    y mis manos artesanas culminan
    sobre el nimbo que nimba a tus brillantes.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  3. ME GUSTA EL CAMPANEO DE CAMPANAS

    Me gusta el campaneo de campanas
    y la lluvia cayendo mansamente
    y los pliegues airados de tu frente
    al tintado continuo de las canas.

    Me gustan los croares de las ranas
    las mañanas madrinas del relente
    trayendo al cauto sol luz incipiente
    que me incita a salir por las mañanas.

    Me gusta ver danzar a las neblinas
    y a las aguas en tardes opalinas,
    irisando en sus ondas que no embrida.

    Y oceánica oír sangre en mis venas
    torrentes de alegrías con sus penas
    en la playa marina de tu vida.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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  4. VIENTOS QUE VAN Y QUE VIENEN

    Vientos que van y que vienen
    arrebolando tu cara,
    y ante tu paso detienen
    y suspirando contienen
    al rosal que te acapara.

    Del campo todas las rosas
    se aglutinan ante ti,
    y en tus senos mariposas
    van volando prodigiosas
    danzarinas para mí.

    Tus labios fuente de gloria,
    fontana en la que bebí,
    y la guardé en la memoria
    y en el fanal de mi historia,
    y te aguardé y presentí.

    Y me muestras tu esplendor,
    talla y fulgor del rubí,
    y el resplandor del amor
    con su gozo y su dolor
    desde el día en que te vi.

    Saturnino Caraballo Díaz
    El Poeta Corucho

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