LAS CLASES DE FRANCÉS DE DON ANTONIO, QUE ERA RUBIO Y LE GUSTABA
MOUSTAKI
Se llamaba Don Antonio, no recuerdo el apellido,
seguro que alguien lo recordará al leerme (posiblemente Pedro Alfonso, que coincidió conmigo en el Colegio Libre Adoptado). Era profesor de Letras (Literatura, Historia, Filosofía, Francés…) en el mencionado
Instituto de San Martín de Valdeiglesias,
el único que existía en nuestra comarca. Cada día íbamos a clase los chicos-as
de Cadalso, Cenicientos, Rozas, Santa
María del Tiétar, Sotillo… en el desvencijado autobús de Daniel (un día se averiaba de una cosa y al siguiente de otra también).
Recuerdo que teníamos una gran camaradería; con muchos de aquellos compañeros
de los pueblos de alrededor labré una buena amistad que aún hoy perdura (Guillermo Yuste, Santiago Lastras, Gonzalo
Parro, Quique y Javi de Fco., Barahona, Berlanas, Cuellar,
Guillermito, Jero, Alfredo, Vitorito, Carlos, Rubio…).
Hoy leyendo
a Pedro G. Cuartango, recordaba éste
a una chica que conoció en su época de estudiante -Julia- devota del cantautor Georges
Moustaki, nacido en Egipto de
padres griegos, que cantaba en francés canciones románticas y reivindicativas (Le Temps de Vivre, Ma Liberté, Le Métèqué, Ma Solitude…) y admirador de la gran Édith Piaf. Don Antonio en clase de francés nos hacía escuchar en un viejo
tocadiscos a Moustaki. Ahora lo veo
sobre el estrado, con su mesa y su silla situadas en diagonal, el encerado
detrás, la puerta a su izquierda, los ventanales a su derecha… Él permanecía todo el tiempo de pie con
su mano derecha apoyada sobre la mesa y traduciéndonos frases del argot francés
o explicándonos sus giros y su delicada pronunciación. Era de estatura media,
con porte intelectual y, a diferencia de su admirado cantante (que lucía
poblada barba blanca y pelo canoso), él destacaba por su rubia cabellera y por
su inconfundible flequillo peinado a la derecha. Poseía una voz seductora, muy radiofónica,
ronca y bonita (parecida a la del cantante Patxi
Andión). Siempre que escuchábamos aquel LP parecía ausentarse del aula con aura. Recibía como una brisa
melancólica sobre su mente y se perdía –supongo- por los vericuetos de la
imaginación. Pero seguía presente, porque sus explicaciones nos llegaban
puntuales, doctas y amenas después de cada pieza. Y luego, cuando sonaba otra, él volvía a lo suyo entornando los
ojos.
Admiraba a
aquel hombre por su sapiencia y su entretenida manera de impartir las clases haciéndonoslas
más llevaderas. A ello contribuía el hecho de que nos enseñaba las asignaturas
que más me gustaban y, lógico, yo sacaba las mejores notas de aquel completo
bachillerato de entonces. Salvando las distancias de la edad y la relación de profesor-alumno, me parece que en el
fondo éramos amigos. Una tarde me sorprendió soltándome a bocajarro: -Te gusta algo que tiene poco futuro: la
historia y la literatura. Con ese bagaje poco se consigue, únicamente sirve
para dar clases, tener perspectiva
cultural y poco más. Lo que realmente importa son las ciencias, ésas son
las que tienen mayor futuro y proyección, –sentenció-. Quedé pensativo y
buscando una explicación a lo que me acababa de decir porque yo, en ciencias
(como en casi todo): cero patatero.
La respuesta la hallé muchos años después y ya no tenía remedio…
Un año se
presentó en las Fiestas de Cadalso
acompañado de unos compañeros-as del Instituto.
Llegó hasta Las Casetas después de
preguntar por mí en el pueblo. Recibí una grata sorpresa al verlos a todos,
pero fundamentalmente a él. Y más
cuando supe que había hablado de servidor muy bien a mis padres. Tomaron algo
en casa y luego paseamos lentos por las calles festivas de Cadalso. Aquellas eran unas Fiestas
tranquilas y silenciosas si las comparamos con las actuales; únicamente de la Plaza colgaban unas abigarradas
cadenetas y unas bombillas extras de 100w.
Eso sí, estaba llena de puestos de tostoneros con almendras garrapiñadas y
martillos de caramelo y, también, de unos tenderetes con tebeos nuevos y libros
viejos. Mi padre nos iba explicando cosas del pueblo y de los bailes de las Fiestas de su adolescencia que se
celebraban en la Verbena Jolivú (cerca
de La Fuente), mientras mi madre le agarraba la mano y sonreía mirándonos a
los demás. ¿Dónde habrán ido a parar tantas
dulzuras?
Durante las
mañanas de aquellos cursos, al bajar Tórtolas
en el microbús de Daniel, oíamos
indefectiblemente en la radio, entre interferencias, canciones como Alguien
Cantó, de Matt Monro o Tema
de Amor, de Barry White. Enseguida nos encontrábamos a mi padre
trabajando encorvado adecentando las cunetas de la carretera. Al vernos pasar
se incorporaba y nos saludaba con la mano y Perico me gritaba eufórico: -¡Mira,
chaval, tu padre! Yo miraba pero no decía nada, sólo pensaba que trabajaba
de sol a sol para darnos a mis hermanos y a mí una humilde formación. Nuestros
padres nunca paraban de trabajar para así poder ofrecernos la educación que
ellos nunca poseyeron. Nos decían que no
querían vernos con los pies enterrados como ellos los tenían siempre. Por eso, hoy quiero aprovechar estas
evocaciones para mandarles a todos mi recuerdo y mi admiración allá donde estén
(o no estén), aunque ahora donde nunca dejan de estar es en nuestros corazones.
Hace muchas
primaveras me encontré con Don Antonio
en la explanada de Las Ventas. Nos
reconocimos como si hubiéramos recibido al unísono una descarga fortuita de
nostalgia. Nos abrazamos y cariñosamente me separó manteniéndome cogido por los
hombros. Fue entonces que nos miramos fijamente y comprobamos que nuestros ojos
estaban empapados con la típica agüilla de la emoción. Tenía el cabello entrecano
peinado hacia atrás, arrugas poseía las justas, sus sienes aparecían escarchadas
y la voz, ¡ah la voz…! Esa voz seguía
conservando el esplendor de antaño, de cuando me dijo que la historia tenía
poco futuro. Y encima ahora la tergiversan…
Un día al
salir de clase de francés, unos alumnos nos dirigíamos en su compañía al
comedor. Alguien le preguntó por su admiración hacia Georges Moustaki. Enigmático, zanjó: -Georges, es la ternura de la
poesía. Moustaki murió en 2013,
en Niza, se le derritieron los
músculos por la emoción que le provocaban sus composiciones. De Don Antonio no volví a saber nada. Quizá
siga con su aspecto melancólico susurrándole a cada mañana recién lavada las canciones
y las poesías de entonces. Y es que la poesía -recitaba Gabriel Celaya- es un
arma cargada de ternura y de futuro.
Como él soñaba.
Miguel MORENO GONZÁLEZ
Nota: Se llamaba Don Antonio López, era un tipo
adelantado a su época, flequillo largo que se movía al paso de su acelerado
caminar, ojos expresivos y muy abiertos, buen orador y excelente profesor
que sabía combinar las clases con textos de historia y francés con música.
Recuerdo que al principio nos reíamos cuando comenzaba la canción, era algo
novedoso que tal vez no entendíamos, pero con el paso de los días nos fue
gustando y entrando, y lo mejor es que aprendimos a escuchar en francés y en
muchos casos, como puede ser el mío, a gustar y disfrutar de las letras y
música de Georges Moustaki, cosa que hoy en día, 43 años más tarde, sigo
sintiendo, recordando y escuchando.
Gracias Miguel por despertar con tu articulito
estos viejos recuerdos de San Martín, que no dejan de ser una pequeña gran
historia de mi vida, de nuestra vida, en el instituto junto a todas y todos los
compañeros que siguen cariñosamente estando en mi memoria.
Un abrazo a todos los que formáis parte de mis recuerdos en San Martín desde aquellos años de instituto enre 1968-1974
Pedro Alfonso "Zorro Corredero"
¡¡¡Cada día escribes mejor, Miguel!!!, además, me encantan estas historias tan cercanas, tan entrañables, tan de verdad, y con tantos recuerdos y sentimientos "escondidos" entre sus líneas. Enhorabuena!!!.
ResponderEliminarBaltasar Villarin Conde
ResponderEliminarMenudo duo el que haceis Miguel-Pedro, precioso y eso que yo no estuve en San Martín
Mariano
Ya sabía yo que tú, Pedro Alfonso Gerónimo, "El Zorro Corredero", ibas a recordar y explicar perfectamente lo que yo no alcanzaba a hacer. ¡Gracias, chaval!
ResponderEliminarOs estoy muy agradecido, Balta, Mariano..., en lo que me toca. Gracias a gente como vosotros uno alimenta el deseo de comunicarse mediante las letras. Resulta -a veces- mucho más fácil que con las palabras. Suele acontecer que los viajes con destino al corazón se hacen más cómodos sobre la letra que sobre la palabra.
Un abrazo a quienes dedican su tiempo a leer y son comprensivos y respetuosos con las carencias de los demás.
LA ESCUELA DE ENTONCES
ResponderEliminarRecreos de la infancia, entre los juegos y escuela,
de idílicos momentos,
de vuelta a casa en aquella mágica Plazuela,
crisol de Cenicientos.
La escuela era vista como el interior de un templo,
con su ara del saber,
donde el más listo de la clase nos daba ejemplo
de estudio en el deber.
Nada que ver aquella, con la escuela de ahora,
de temibles maestros,
temerosos siempre del clarear de la aurora
y llamados cabestros.
De cuatro en fondo nos formaban, prietas las filas,
izando la bandera,
y al Himno del Cara al Sol, callaban las esquilas
de mula y vertedera.
"La letra con sangre entra", eran consignas y lemas
que inyectaban a palos,
y huíamos como los potrillos de las quemas
los buenos y los malos.
Contumaces tildaban, llamándonos zoquetes,
envueltos en su niebla,
y oportunos a veces, poníamos en bretes
siendo ellos la tiniebla.
Recitábamos la tabla de multiplicar
con átono talante,
fue bueno, después la hemos tenido que aplicar
continua a cada instante.
Aprendimos algo modélico...Urbanidad
de educandos muy bien,
y en nuestro pueblo sirvió y nos sirvió en la ciudad
a saber quien es quien.
Supimos de religión y de historia sagrada
que igual nos ha servido,
y así situábamos en el mapa aproximada,
todo hecho acaecido.
De forma que al contemplar los lienzos del museo
sabemos de Holofernes,
las ciudades bíblicas, y el nefando deseo
cual pintores en ciernes.
Luego después cada uno sustenta sus creencias,
o esencias personales,
y en su ir y venir, el cuantificar de sus ciencias
o ganancia y caudales.
Y sin ser rehenes del síndrome de Estocolmo
o burdos masoquistas,
comentamos:"compañeros,es o no es el colmo
o somos alquimistas.
Pues con un gran esfuerzo, permanente de todos,
a aquella España rala,
postrada entre la sangre salpicada de lodos,
la elevamos de escala.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
Ah, Miguel, sabio en el arte de sentir y de evocar.. Nada más fecundo y rico en nuestro pasado que aquellos que supieron sembrar en nosotros, pequeños y desorientados alevines de hombre, la curiosidad por conocer todas las cosas y misterios del mundo. Fueron pilares de nuestra personalidad, qué duda cabe.. Muy sentido -y a lo que se deja entrever, merecido- homenaje, como siempre. Un abrazo.
ResponderEliminarEL CHURRERO
ResponderEliminar(Al abuelo del Dr.de historia
D. David Ramírez)
Con hielo matinal y bajo el brazo la cesta,
su pregón habitual con nitidez nos llegaba,
y era su tonante voz la que nos levantaba
contagio del pregón sin rebelión ni protesta.
Olor de los churros al desperezo se presta
de la cálida cama que el bostezo albergaba,
por la voz imperiosa que al deber nos llamaba
de acudir a la clase de la suma y la resta.
Arrollados los juncos balanceo del aire,
al churrero le daban gran prestancia y donaire,
y atado a la cintura ciñe un blanco mandil,
que a Cenicientos corría en paseo incansable
con sus churros calentitos despachando afable
los otoños e inviernos hasta llegado abril.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
PALABRAS A LOS HIJOS
ResponderEliminar"Si puedes llenar el preciso minuto
Con sesenta segundos de un esfuerzo supremo,
Tuya es la Tierra y todo lo que hay en ella
Y lo que es más, serás un Hombre hijo mío".
Rudyard Kipling
Por mucho que tus padres te queramos
y nuestro amor no sepa de fronteras,
angostas te opondrán las escaleras
que nosotros por ti ya no escalamos.
Ni somos infalibles ni abarcamos
del mundo evolución y sus barreras,
ni tampoco invadir en tus esferas
a pesar de lo mucho que te amamos.
Tú,has de forjar, tu senda y tu camino
con tu ayer, tu hoy y el futuro es mañana,
sin dejar transcurrir tu vida en vano
siendo diáspora en manos del destino,
del que contempla absorto en la ventana
el contorno vacío de su mano.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
HIJOS MÍOS:
ResponderEliminarNi vuestra madre ni yo recordamos,
con tantos años y que han transcurrido,
en nuestro hogar polluelos en el nido
ser fuente de disgustos que omitamos.
Siempre vuestras virtudes alabamos
y muestras de la escuela recibido,
del estudio que brilla esclarecido
de escolares que todo lo aprobamos.
Y ahora ya volando independientes
y ejerciendo brillantes profesiones,
sois Caraballo Asensio precursores.
Que hacen de padres máximos docentes
cuando intermedian las asociaciones
primando plenamente los valores.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
Cuando un mensaje llega a emocionar y hacer llorar es porque es muy bueno.
ResponderEliminarSantiago
Como siempre has bordado los recuerdos bañados de nostalgia. Es triste perder la pista a personas que han sido hitos en el camino de nuestras vidas. A mí, como a todo el mundo, me ha pasado y lo peor es que de algunos he vuelto a saber algo cuando han muerto. Es lo que tiene cumplir años.
ResponderEliminarUn abrazo.
Luis C. Trijueque
Como siempre emotivo y con bellísimos recuerdos reflejados con mucho cariño y admiración.
ResponderEliminarPepe Vázquez