LA LITURGIA DEL TRAJE DE LUCES
Bajadas las persianas
resalta la montera
sin luz en las ventanas
y el toro ya a la espera.
Entra el mozo de espadas
y al diestro le despierta
tardes acaloradas
de afición a la puerta.
El diestro se levanta
despereza y afeita
y algún temor espanta
si en triunfo se deleita.
El mozo en mano tiene
la estrecha taleguilla
y una silla sostiene
flamante chaquetilla.
Liturgia de la gloria
al embutir el traje
que tal vez haga historia
oculta en su ropaje.
Las medias son de seda
y a tono va el fajín
y al conjunto le queda
al cuello el corbatín.
Camisa con chorreras
luz en los alamares
brillantes las hombreras
que alejan los pesares.
Negras las zapatillas
topacio los tirantes
huyen las pesadillas
de toreros triunfantes.
Colgantes van los machos
que dicen del valor
y son yelmo y penachos
en campos del honor.
La coletilla puesta
probada la montera
ya tiene la respuesta
y toda duda fuera.
Ante el altar se inclina
que tiene improvisado
la intervención divina
nunca la ha desechado.
Con capotillo en mano
con el que hará el paseo
el torero va ufano
al coso del deseo.
Los trajes de la terna
del arte y de la muerte
viven la pugna eterna
del Dios reparta suerte.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
LOS ENCIERROS Y LOS TOROS DE ALMOROX
ResponderEliminar"Debuté en Almorox y al día siguiente toreé en Cenicientos"
Domingo Ortega
Venía la afición de todas partes,
al reclamo acudía la comarca
y era pueblo genuino de la marca
de toreros en ciernes con sus artes.
Entre carros encontraban baluartes
los mozos, del hatillo y de la albarca,
y Domingo entre tantos se desmarca
actuando en Cenicientos por descartes.
Toreando en Tetuán, de las Victorias,
conquista nuevos lauros nuevas glorias
el toledano diestro de Borox.
Se consolida y triunfa en Barcelona
y del toreo empuña la corona
Ortega, desde el coso de Almorox.
Saturnino Caraballo Díaz
Saturnino Caraballo Díaz
DE CARROS ERA AQUEL COSO
ResponderEliminarDe carros era aquel coso
existente en Almorox,
y el torero de Borox
estuvo en todo animoso.
Y un alcalde presuroso
del cercano Cenicientos
vio en el buenos argumentos
para contratar a Ortega,
que fue el alfa y el omega
del toreo de portentos.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
LA GUARDA DE LA PLAZA DE TOROS
ResponderEliminarPOR NUESTROS ABUELOS
Era tanta la afición
que al corucho sustentaba,
que a su plaza la guardaba
de noche en magna ocasión.
Cuando agosto era llegado,
el quince era tradición,
sin manda ni obligación,
velarla sobre el tablado.
La madrugada pasaban
ya despiertos, ya dormidos,
oyéndola los latidos
que a su plaza acompasaban.
Sobre la dura madera
que formaba los tendidos,
allí a los mozos fundidos
contempló la Corredera.
Como si temieran verla
volando volatizarse,
y al mismo tiempo esfumarse,
se animan en sostenerla.
Día de su fiesta grande
en la procesión se integran,
y con su entrada se alegran
y se enarbola y se blande.
Y calentado ambiente arde
y comentarios abundan,
y en Cenicientos secundan
en ver al toro en la tarde.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
LA PLAZA DE TOROS DE LA CORREDERA
ResponderEliminarMaderas, pilares, clavos, martillos,
ensamblaban a sólidos tablones,
trasuntos de pasión de unas pasiones
con la entrada a la plaza en los bolsillos.
Por allí rotación de coruchillos
con la importunidad de moscardones,
mimetizados con los corazones
de unos innominados torerillos.
La plaza iba tomando un sesgo en forma,
que al ruedo le embutía torera horma,
la Corredera acuífero sudoso
de corucha afición en los tendidos,
viendo a diversos espadas imbuidos
del toreo de Ortega en aquel coso.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
PLAZA DE LA CORREDERA
ResponderEliminarPlaza de la Corredera,
bajo tablas la banqueta,
allí la afición muy quieta
atisbaba tras madera.
Pilares eran frontera
y de la plaza era aforo
de aficionados a coro,
que se echaban para atrás
todos al mismo compás
al embestirlas el toro.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
COLARSE EN LOS TOROS DE LA CORREDERA
ResponderEliminarGran afición por los toros,
y admiración por toreros,
abridnos los coladeros
a coruchillos sin lloros.
Y sin cobres, platas, ni oros
para pagar una entrada,
en la tarde afarolada,
de la plaza de madera
crisol de la Corredera,
siempre una mano prestada.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
COMO DOS LOCOMOTORAS
ResponderEliminarDos toros en Cenicientos
Como dos locomotoras
lanzadas sin maquinista,
dos toros sobre la pista
del albero atronadoras.
Las cabezas agresoras
de dos toros encastados,
se embistieron desmandados
en ruedo de Cenicientos,
y estremecieron cimientos
los cornúpetos astados.
Saturnino Caraballo Díaz
El poeta de Cenicientos
LA DESCOMUNAL CABEZA DEL TORO
ResponderEliminar(La estatua al toro de Cenicientos)
La descomunal cabeza
con las astas desplegadas,
dispuestas a dar cornadas
transmite su fortaleza.
Son astas de la pureza
que no admite tocamientos
ni de emplastos fraudulentos,
que por plazas proliferan;
y a la fiesta la amaneran
no caben en Cenicientos.
EL MIEDO INSUPERABLE DEL TORERILLO
ResponderEliminarA Ángel María de Lera y sus "Clarines del miedo"
Un torerillo en la plaza,
en la plaza de madera
que estaba en la corredera
desesperado se emplaza.
Asido por la tenaza
del refugio en la barrera,
y gritos:de fuera, fuera,
frena el pavor y atenaza.
Aferrado al burladero
con la angustia en la mirada,
con el toro en el anillo.
vio su momento postrero
y su carrera frustrada,
amargado y amarillo.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
AURELIO CALATAYUD
ResponderEliminarEN CENICIENTOS CON LA GARROCHA
Principios de los sesenta:
os refresco la memoria
en Corredera de gloria
sorteaba a la osamenta.
Al toro y su cornamenta
le abría sendero y trocha
a res apretada y brocha,
y la citaba de largo
salvándonos del letargo
Aurelio con su garrocha.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
ARTIMAÑA TAURINA OCURRIDA EN CENICIENTOS
ResponderEliminarToro encerrado en toril
aguardando la corrida,
le observaba un alguacil
a la llama de un candil
preludio de amanecida.
Aquel acto presenció
el empresario fullero,
y al pronto se le ocurrió
en algo que le inspiró
poder ganar más dinero.
Y abordó a un ganapán
que se hallaba a su servicio:
-Las estrellas luz no dan
y los coruchos no están;
de este hacemos beneficio.
-Me ayudas y entre los dos
le tiramos al toril,
y pagará todo dios
cual corderitos en pos
a ver muerto al alguacil.
Pasados del dicho al hecho
al alguacil agarraron
por las piernas por el pecho,
y con giba y contrahecho
del susto le enderezaron.
-No resistas, condenado,
y en el pueblo habrá un desfile
por verte bien corneado
junto al cornúpeto astado
que te ha dado matarile.
El alguacil aterrado,
les propinó un empujón
y corriendo desalado
a aquel dúo desalmado
el pueblo tiró al pilón
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
ALELUYAS TAURINAS DE LOS CORUCHOS
ResponderEliminarEntrada de los toros
llevo en la mano,
¡que alegría tan grande,
torito bravo!
¡Aleluya!
Colmada está la plaza
de espectadores,
en el sol y la sombra,
Virgen del Roble
¡Aleluya!
Torito, te persiguen
en otros lares,
y aquí culto te damos,
coruchos graves,
¡Aleluya!
Bota de vino al hombro
la llevo llena,
de una viña que tengo
por la Chorrera.
¡Aleluya!
Olés y pasodobles,
bellas faenas,
y aplausos del tendido
que el viento lleva.
¡Aleluya!
Las mulillas arrastran
la res postrera,
y en casa nos aguarda
merienda y cena.
¡Aleluya!
Saturnino Caraballo Díaz
El apoeta Corucho
LOS HIJOS DE MORENITO EN LA CORREDERA
ResponderEliminarDos eran los hijos de Morenito,
José Luis mayor, precede a Gabriel
pálido Gabriel, José oscura piel
que en Cenicientos marcaron un hito.
Vibrante un clarín, vuela al infinito
se entreabre el portón, que angosto es él,
y asoma un eral del umbral aquel,
encastado y bravo y comienza el rito.
Se abren las capas sobre el pardo suelo,
en la dura tierra huérfana de albero
la voz que aconseja es la de un torero
Morenito padre atrapada al vuelo
de una fina loza hecha en Talavera
que durante años vio la Corredera.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho
LOS MULILLEROS EN LA CORREDERA
ResponderEliminarLas mulas enjaezadas
con bandas y banderines
y vistosos collarines,
¡helas aquí preparadas!
Mulas de trillas y aradas
traían los mulilleros,
herradas por los aceros
de los herrajes coruchos,
que arrastraban los moruchos
toros, muertos por toreros.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho