El Tour, la infancia y los sueños por llegar
Acaba de terminar
el Curso, segundo de Bachillerato, con "todo aprobado" y,
privilegiado, mis padres, siempre tan generosos, me querían recompensar por el
trabajo, cómo era mi obligación, bien realizado.
El Tour, una de mis pasiones de siempre, estaba ya casi mediado y ése año un
ciclista, hasta entonces para mí desconocido, belga y de nombre Eddy Merckx
arrasaba día tras día, daba igual si era montaña, etapa llana o contrareloj, su
figura majestuosa, poderosa, esforzada, inconfundible, alzaba victoriosa los
brazos cuando la pancarta de meta se hacía presente en el televisor. Cautivado
por éste "monstruo", como cariñosamente le apodaron, mi ya añeja
pasión ciclista se fué acrecentando y, no podía ser de otra manera, soñaba con
emular las gestas del gran Merckx camino de Rozas, Cenicientos, Entrepinos o El
Venero subido en una bici, como la de mi ídolo, de "carreras".
La ocasión era, como he comentado al principio, la idónea para que mis sueños de infancia se hicieran verdad y un viaje inesperado a la capital, el momento para que lo imaginado se convirtiera en real. La noche anterior no se acababa nunca y el amanecer parecía que, como los ciclistas, se había descolgado y no terminaba de alcanzar la meta. Impaciente, la cama parecía un carrusel, vueltas y más vueltas, abajo, arriba, los ojos como platos y la mente, agotada, viajaba sin parar, Cenicientos, Rozas, El Venero, Campamento, Almorox…uff, qué agotamiento. Rendido caí en brazos de Morfeo y al iniciar en sueños la cuesta de Tórtolas, un mito entonces y siempre, la voz siempre oportuna y cariñosa de mi madre, acariciando mi nombre…”Balta, Balta, hijo que ya han pasado las burras de leche, que padre ha terminado del horno y cuando almuerce nos vamos para Madrid”. Una exhalación, eso fui yo cuando escuché la palabra Madrid. Por fin, ya había llegado, ya era el día, por cierto caluroso, brillante y típico del Julio madrileño. Tras una, para mí, interminable mañana de “gestiones”( Peñagrande, Vallecas, Moratines), aliviada con la lectura de un, ya legendario, Especial Tour del “AS Color” que, por cierto, aún hoy recuerdo y echo de menos, con un Eddy Merckx, cómo no, victorioso en portada y ataviado del Molteni , que daba paso a un resumen magistral de cada edición de la Grand Boucle desde sus orígenes , con abundantes fotografías, repleta de “mitos” en estado puro, de curiosidades y anécdotas que, grabadas a fuego, perviven en mi memoria.
Con la emoción por las nubes, latiendo fuerte mi corazón por fin en la calle de Segovia , muy cerca del Viaducto, vimos “el cielo” con el nombre de OTERO que, altanero, lucía su escaparate con una maravillosa Zeus que, curiosamente, era como la de nuestro ídolo local, el bueno de Julio Jiménez. Unos metros más abajo, muy cerca del majestuoso puente, pudo aparcar el coche (un4 L ) mi padre, él sí, dispuesto
y convencido. Junto con mi madre, cada vez más reticente, nos dirigimos a la
“mágica morada” que, amable y complaciente, atendía Enrique Otero. Cegado por
los nervios, la ilusión y, sobretodo, la emoción, de las dos que tenía elegí,
incauto, la que había que encintar el manillar y así, por elegir color, por
cierto azul, di tiempo a que mi pobre madre, nublada por el miedo e incluso por
el pánico, cogiese calle abajo sin atender razón , no queriendo ser cómplice,
pensaba, de la tragedia ciclista por llegar y, tras ella nosotros, desesperado
yo, dejando al pobre Enrique plantado con su bici , en su tienda y con la cinta
que acababa de enrollar.
La ocasión era, como he comentado al principio, la idónea para que mis sueños de infancia se hicieran verdad y un viaje inesperado a la capital, el momento para que lo imaginado se convirtiera en real. La noche anterior no se acababa nunca y el amanecer parecía que, como los ciclistas, se había descolgado y no terminaba de alcanzar la meta. Impaciente, la cama parecía un carrusel, vueltas y más vueltas, abajo, arriba, los ojos como platos y la mente, agotada, viajaba sin parar, Cenicientos, Rozas, El Venero, Campamento, Almorox…uff, qué agotamiento. Rendido caí en brazos de Morfeo y al iniciar en sueños la cuesta de Tórtolas, un mito entonces y siempre, la voz siempre oportuna y cariñosa de mi madre, acariciando mi nombre…”Balta, Balta, hijo que ya han pasado las burras de leche, que padre ha terminado del horno y cuando almuerce nos vamos para Madrid”. Una exhalación, eso fui yo cuando escuché la palabra Madrid. Por fin, ya había llegado, ya era el día, por cierto caluroso, brillante y típico del Julio madrileño. Tras una, para mí, interminable mañana de “gestiones”( Peñagrande, Vallecas, Moratines), aliviada con la lectura de un, ya legendario, Especial Tour del “AS Color” que, por cierto, aún hoy recuerdo y echo de menos, con un Eddy Merckx, cómo no, victorioso en portada y ataviado del Molteni , que daba paso a un resumen magistral de cada edición de la Grand Boucle desde sus orígenes , con abundantes fotografías, repleta de “mitos” en estado puro, de curiosidades y anécdotas que, grabadas a fuego, perviven en mi memoria.
Con la emoción por las nubes, latiendo fuerte mi corazón por fin en la calle de Segovia , muy cerca del Viaducto, vimos “el cielo” con el nombre de OTERO que, altanero, lucía su escaparate con una maravillosa Zeus que, curiosamente, era como la de nuestro ídolo local, el bueno de Julio Jiménez. Unos metros más abajo, muy cerca del majestuoso puente, pudo aparcar el coche (un
La vuelta, podéis imaginar, casi un funeral, silencio, silencios, miradas,
impotencia, vacío y ganas …de llorar. Ahí acabo mi sueño, Merckx tendría que
esperar, Rozas, Entrepinos, El Venero o Cenicientos “solo” me verían “pasear”,
impotente, a lomos de una BH azul …de paseo, de Torrijos y nada parecida a las
de “carreras” de verdad.
Gracias queridos padres; el tiempo, como siempre, os deja en vuestro lugar,
llenando el corazón, el recuerdo y los vacíos de un, entonces, niño caprichoso,
antojadizo e irracional. que os recuerda, os quiere y añora cada día más.
Con agradecimiento, a la memoria de mis PADRES.
Baltasar Villarín
Muchas gracias, Pedrito, por traer a tu estupendo Blog, este desahogo sentimental del año 2008 surgido en una etapa anímica dificil en la que escribir de mis recuerdos se convirtió en una especie de diván de psicología.
ResponderEliminarHoy, como entonces, me he emocionado al volver sobre todos esos recuerdos y vivencias, lejanas pero muy, muy, vigentes en mi.
Un abrazo fuerte. Balta
Leyéndote me doy cuenta de lo similares que eran las infancias de todos los niños de nuestra época. Un querer y no poder, un no llegar y empezar de nuevo, un quizá o un tal vez... Es parecido a la leyenda esa de Sísifo...
ResponderEliminarLa de veces que nos pasaba lo que tú tan emotivamente has contado. Estar esperando esos momentos que habíamos imaginado sublimes e irrepetibles y, de repente, esfumarse como por arte de magia dejándote una sensación de impotencia, de melancolía... que al poco volvíamos a sustituir por otra ilusión nueva. Como Sísifo hemos vivido, seguimos viviendo, sin aparcar nunca esa admiración por nuestros padres. Ellos sí que podían decir con mayor razón que los de ahora aquello de Miguel Hernández: "...Tanto penar para morirse uno."
¡Una bici! Yo es que hasta los 37 años no tuve una bici de carreras. Ello nunca fue óbice para pedalear junto a estos "gigantes de la ruta inmersos en la serpiente multicolor". Gracias Balta, siempre embelleces nuestros recuerdos.
Si a los demás nos parece bello el relato de tus vivencias, me puedo imaginar lo que pasa por tu cabeza cuando recuerdas cosas como esta.
ResponderEliminarEspero que haya más cosas que puedes compartir, esos momentos son muy agradables aunque lleven la tristeza impresa.
Un abrazo "juerte"
¡Qué tiempos aquellos que los ciclistas se dopaban con fabada!
ResponderEliminarQuerido Baltita, tus recuerdos son mis recuerdos, como también lo vienen siendo nuestras alegrías y nuestras penas, hemos pasado tanto tiempo juntos y son tantas las emociones e ilusiones que hemos compartido desde aquellos años de los 60 cuando nuestras vidas comenzaban a formarse hasta hoy, que podría decirse que formamos una sola historia, una misma biografía de lo que ha sido nuestra vida.
ResponderEliminarLa amistad dura lo que el tiempo y las personas desean, la nuestra se mantiene fuerte y sana, ahora sólo nos hace falta que el tiempo nos la respete.
Un abrazo amigo.
Pedro
Soy muy afortunado al poseer el privilegio de vuestra amistad, Miguel, Tony y Pedro, palabras como las vuestras nos hacen más fácil el compartir emociones y sentimientos de nuestra vida.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte. Balta.