El otoño siempre ha sido una estación rica en frutos del campo, unos salvajes y otros donde la mano del hombre ha sido necesaria. Entre estos últimos se encuentran las castañas y las manzanas, abundantes en esta época del año y proporcionándonos el placer de comer y disfrutar de unos calbotes ( castañas asadas en la zona), de unas castañas cocidas con anís, o simplemente crudas que también están muy buenas.
Las manzanas en este caso son de la variedad reineta y golden, las primeras son idóneas para asar con un poquito de azúcar o miel, también como parte de la cocción de la lombarda, donde una manzana entera junto a la lombarda le dará un suavidad impresionante, haced la prueba.
La castaña es un fruto de gran atracción no sólo para los humanos, también para los animales que durante estos días de otoño buscan bajo los castaños estos apreciados frutos, unos como los jabalíes se las comerán ahí mismo y otros como las "jardas" (ardillas) y ratones de campo optarán por recolectarlas y llevarlas a sus refugios de invierno donde las degustarán más tarde. Bueno, también están esos otros animales, esta vez humanos, que las recolectan porque según ellos no son de nadie y se las llevan no en una bolsita, que va, en cajas y grandes.
La mazana golden, llamada así por su color, golden significa dorada en inglés, es probablemente la mejor manzana que podamos comer en crudo, su piel suave y sabor intenso inunda la boca y nos llena de aromas.
Coger una cesta de estas apreciadas manzanas es todo un placer, observar ese color amarillo verdoso a veces moteado de pintitas grises, y allí mismo bajo el árbol llevarse una a la boca es algo que te llena y te anima a seguir cuidando de estos escasos árboles en nuestro pueblo.
También las manzanas son fruto de la rapiña animal y humana, unos porque lo necesitan y desde siempre ha formado parte de su dieta, los otros porque también forma parte de su condición humana, pero esto es inevitable.
Que belleza poder ver, recolectar y comer estos frutos otoñales que la naturaleza nos ofrece, que suerte tenemos todavía de que estos árboles existan cuando muchos de ellos ya han desaparecido por el paulatino abandono de nuestro campo, que sensación de paz y amistad compartir con amigos su recolección y posterior preparación en casa junto al fuego y con un buen vino de albillo, que suerte vivir y sentir.
Zorro Corredero
Fotos: Archivo Fotográfico Pedro Alfonso
Que bien te cuidas, tu ta las comes y a nosotros nos pones las fotos, eso si es saber.
ResponderEliminarMariano
Ya sabes que también hay unas pocas para ti, sólo tienes que pedirlas.
ResponderEliminarUn saludo
Pedro
Preciosas fotos.
ResponderEliminarInés
Esas preciosas manzanas, no son muy desconocidas para mí, más de una vez ayudé a tu padre coger las cestas del motocultor, que con tanto cariño y orgullo subía de Tórtolas, y, como vecino de la viña y de la Corredera, alguna me comí. EMI.
ResponderEliminarRicos productos de la época. Las castañas cocidas con anís tendré que probarlas no las he hecho nunca de esta manera, como tampoco la manzana junto a la lombarda. Las castañas si las he asado este año, unas que me han traido unos amigos de la zona de las Hurdes. Las manzanas muy buenas tanto las golden como la de reineta, a mi me gustan mucho la verde doncella.
ResponderEliminarLA CALBOTÁ
ResponderEliminarLa sartén con agujeros
lista para la ocasión,
entreactos lisonjeros
de coruchos castañeros
teniendo a mano al porrón,
Con ascuas rojas la lumbre
y contención en la espera
y no sentir pesadumbre
y si tercia hasta una azumbre
de la cepa coruchera.
Pues aunque fuera incorrecta
la educación imperante
de política correcta,
entonces era perfecta
en mesa el vaso delante.
Con vino nos destetaban
a los infantes coruchos,
y alcohólicos se daban
no más que se encontraban
en fondas y en cafetuchos.
Oíamos los chasquidos
de castañas al asarse
y eran música y latidos
despertando los sentidos
de castañas al tostarse.
Y el tenue golpe a la tapa
y ver la mano que mece
y el primor cuando destapa
y el placer que al niño atrapa
y papilas humedece.
Y el humeo que desprenden
las doraditas castañas
sensaciones que se prenden
y es algo que bien comprenden
las brisas de las montañas.
Y en la noche de difuntos
plagada de sentimientos
la Calbotá y sus conjuntos
aunaban a todos juntos
familias a Cenicientos.
Saturnino Caraballo Díaz
El Poeta Corucho