martes, 27 de agosto de 2013

Sensaciones en Rota. Cádiz (II)

    
     Gaviotas, por tierra, mar y aire




Es otro día, la playa sigue estando vacía, la gente parece no querer disfrutar del airecillo fresco y del calor suave que cada día proporciona la estancia en este bello lugar de Cádiz.
Es tarde, el sol calienta bastante menos y en unas horas desaparecerá por el horizonte marino, parece que se hundiera en el mar y que las aguas que arrastran las olas se tiñeran con el color amarillo que desprenden sus rayos, para más tarde irse convirtiendo en un rojo anaranjado que inunda todo y convierte el lugar en una imagen de enorme belleza paisajista.



Pero esto será más tarde, ahora son protagonistas las gaviotas, esos animales tan esquivos que apenas se dejan acercar, y que siempre acompañan a los bañistas en todas las playas de nuestra querida España y en los puertos pesqueros donde la distancia no las incomoda y donde se dejan dar hasta de comer, curioso.  Es siempre o casi siempre al atardecer, cuando ya el sol se comienza a desdibujar en el horizonte, cuando el calor es mucho más suave y delicado, y la playa se queda vacía de gentes y sombrillas, de ruidos y olores a broceados y quisquillas, cuando las gaviotas comienzan a aparecer. Al principio lo hacen sobrevolando longitudinalmente la orilla, sin apenas posarse, pero observando desde allí arriba cada lugar milimétricamente, son hábiles y observadoras, todo lo ven y todo lo comprueban antes de planear y dejarse caer sobre la arena.




Hace rato que las vengo observando en la lejanía de esta inmensa playa, creo que ahora es el momento de acercarse e intentar que se acostumbren a mi presencia, tal vez extraña para ellas, aunque no creo que mucho, saben de nosotros los seres humanos bastante más que nosotros de ellas.




Poco a poco la distancia se hace más corta, ellas corretean por la arena y despegan en vuelo rasante para dar un enorme rodeo y volver a posarse, yo apenas me muevo, las espero y disparo una y otra vez, es tan maravillosa esta situación, que por momentos me parece estar dentro de la bandada, vuelo con ellas, inicio el vuelo y junto a ellas recorro la playa para volver a dejarme caer hasta el suelo, siento la arena y el revoloteo junto a mi, es como si me rodearan, pero no, yo estoy al lado, separado por una pequeña distancia que es la idónea para que ellas no se sientan agobiadas, vigiladas y en peligro.


En la arena, en pleno vuelo o casi rozando el agua, estas palmípedas de plumaje blanco y ceniciento, provistas de un pico ganchudo que las sirve para cazar peces en el mar, me tienen embobado y absorto ante tanto espectáculo aéreo que no me doy cuenta  que ya el sol se está poniendo, que la playa está  quedando más vacía de lo que ya estaba y que tengo que recoger y despedirme de mis amigas de la costa para volver al hotel.




No recuerdo cuanto tiempo paso así, una hora o tal vez dos, el tiempo pasa siempre muy rápido cuando estás disfrutando de algo, y yo ahora mismo estoy gozoso y divirtiéndome con esta situación que me retiene sin apenas darme cuenta y me tiene enganchado.

 

Una última mirada me sirve para darme cuenta que todavía algunas siguen ahí, pero la mayoría ya van remontando el vuelo y en enormes bandadas retirándose a sus lugares de reposo nocturno.

Mañana seguirán aquí disfrutando de la playa, yo también seguiré mirando sus frenéticos y acrobáticos vuelos sobre el mar y la arena, pero mañana he decidido que mi vista se deleite con la puesta de sol, así lo haré y dejaré constancia con tantas fotos como sean necesarias, y luego cuando el sol haya desaparecido ocultándose bajo la línea del mar y las gaviotas se hayan retirado a pasar la noche, yo también seguiré el mismo camino, el que cada día me lleva a la noche y al calor del hotel.

 

Zorro Corredero
Fotos: Archivo Fotográfico Pedro Alfonso


2 comentarios:

  1. Gran relato con esas gaviotas que parecen estar ahí.

    Mariano

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  2. De nuevo muchas gracias Mariano.

    Un saludo
    Pedro

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