Gaviotas, por tierra, mar y aire
Es otro día, la playa sigue estando vacía, la gente parece
no querer disfrutar del airecillo fresco y del calor suave que cada día
proporciona la estancia en este bello lugar de Cádiz.
Es tarde, el sol calienta bastante menos y en unas horas
desaparecerá por el horizonte marino, parece que se hundiera en el mar y que
las aguas que arrastran las olas se tiñeran con el color amarillo que
desprenden sus rayos, para más tarde irse convirtiendo en un rojo anaranjado
que inunda todo y convierte el lugar en una imagen de enorme belleza
paisajista.
Pero esto será más tarde, ahora son protagonistas las
gaviotas, esos animales tan esquivos que apenas se dejan acercar, y que siempre
acompañan a los bañistas en todas las playas de nuestra querida España y en los
puertos pesqueros donde la distancia no las incomoda y donde se dejan dar hasta
de comer, curioso. Es siempre o casi
siempre al atardecer, cuando ya el sol se comienza a desdibujar en el
horizonte, cuando el calor es mucho más suave y delicado, y la playa se queda
vacía de gentes y sombrillas, de ruidos y olores a broceados y quisquillas,
cuando las gaviotas comienzan a aparecer. Al principio lo hacen sobrevolando
longitudinalmente la orilla, sin apenas posarse, pero observando desde allí
arriba cada lugar milimétricamente, son hábiles y observadoras, todo lo ven y
todo lo comprueban antes de planear y dejarse caer sobre la arena.
Hace rato que las vengo observando en la lejanía de esta
inmensa playa, creo que ahora es el momento de acercarse e intentar que se
acostumbren a mi presencia, tal vez extraña para ellas, aunque no creo que
mucho, saben de nosotros los seres humanos bastante más que nosotros de ellas.
Poco a poco la distancia se hace más corta, ellas corretean
por la arena y despegan en vuelo rasante para dar un enorme rodeo y volver a
posarse, yo apenas me muevo, las espero y disparo una y otra vez, es tan maravillosa
esta situación, que por momentos me parece estar dentro de la bandada, vuelo
con ellas, inicio el vuelo y junto a ellas recorro la playa para volver a
dejarme caer hasta el suelo, siento la arena y el revoloteo junto a mi, es como
si me rodearan, pero no, yo estoy al lado, separado por una pequeña distancia
que es la idónea para que ellas no se sientan agobiadas, vigiladas y en
peligro.
En la arena, en pleno vuelo o casi rozando el agua, estas
palmípedas de plumaje blanco y ceniciento, provistas de un pico ganchudo que
las sirve para cazar peces en el mar, me tienen embobado y absorto ante tanto
espectáculo aéreo que no me doy cuenta que
ya el sol se está poniendo, que la playa está quedando más vacía de lo que ya estaba y
que tengo que recoger y despedirme de mis amigas de la costa para volver al
hotel.
No recuerdo cuanto tiempo paso así, una hora o tal vez dos,
el tiempo pasa siempre muy rápido cuando estás disfrutando de algo, y yo ahora
mismo estoy gozoso y divirtiéndome con esta situación que me retiene sin apenas
darme cuenta y me tiene enganchado.
Una última mirada me sirve para darme cuenta que todavía
algunas siguen ahí, pero la mayoría ya van remontando el vuelo y en enormes
bandadas retirándose a sus lugares de reposo nocturno.
Mañana seguirán aquí disfrutando de la playa, yo también
seguiré mirando sus frenéticos y acrobáticos vuelos sobre el mar y la arena,
pero mañana he decidido que mi vista se deleite con la puesta de sol, así lo
haré y dejaré constancia con tantas fotos como sean necesarias, y luego cuando
el sol haya desaparecido ocultándose bajo la línea del mar y las gaviotas se hayan retirado a
pasar la noche, yo también seguiré el mismo camino, el que cada día me lleva a
la noche y al calor del hotel.
Zorro Corredero
Fotos: Archivo Fotográfico Pedro Alfonso
Gran relato con esas gaviotas que parecen estar ahí.
ResponderEliminarMariano
ResponderEliminarDe nuevo muchas gracias Mariano.
Un saludo
Pedro