La mañana estaba fría, hacia sólo unos días que la nieve
había hecho acto de presencia en Cadalso, pero tras una nevada que blanqueó
todo el término, la lluvia llegó rozando el ocaso y desdibujando el blanco de
esas pinceladas que la naturaleza tan sabiamente sabe proporcionarnos.
Habría elegido un camino cualquiera de Cadalso, siempre me
da igual este o aquel, todos los caminos te llevan a lugares cargados de
sentimiento que a veces pueden producir pena por la ausencia de las personas
queridas, pero también siempre todos estos caminos te llevan a la grandeza y la
belleza, que muchas veces nos proporcionan una cierta armonía que nos inspira
admiración y deleite.
Pero esta vez, pensando que tal vez habría nieve,
tomé rumbo a la carretera de las Rozas y elegí un bello camino que pasado el
Chorrillo asciende ladera arriba, dejando a los lados viejas y cuidadas viñas
que con el fondo del Valle del Tórtolas y la cima, esta si nevada, del Cerro
Casillas, nos pueden hacer sentir en todo momento el placer de disfrutar de un
excelente paisaje que se pierde en el horizonte nevado, y que más arriba da
paso al ahora pelado castañar.
Sólo en las umbrías se ha conservado la nieve, que parece
querer resaltar las cepas con su color, umbrías donde apenas llega el sol, pero
que con el vecino arbolado sirve para evitar esas heladas nocturnas de invierno
con a veces consecuencias terribles para estas altas cepas.
Hace años, cada mes de junio, cuando el sol ya ha había
coloreado las rojas guindas y su sabor se encontraba en su mejor momento para
comerlas, solía subir por este camino arriba hasta llegar a unos enormes
guindos que pertenecían a segundo "El Chiqui", y que cada año se
llenaban de rojos frutos de apreciado sabor. Subíamos andando con las cestas y
una vez allí, bajo los dos grandes guindos, llenábamos nuestras cestas y regresábamos
con ellas una vez tapadas con ramas de helecho. Pasaron algunos años y ante la
dificultad de Segundo para ascender a tal elevados guindos, lo hacíamos en
coche, luego la edad y todo lo que ello acarrea, fue suficiente para abandonar
esta costumbre. Hoy los guindos apenas dan frutos y el abandono va haciendo
mella en ellos, tanta que apenas en unos años habrán desaparecido.
Viejas paredes, construidas por manos de cadalseños,
delimitan algunas de las viñas que encontramos, son los últimos vestigios de un
pueblo entregado a la agricultura, son el pasado de años de esplendor y trabajo,
y son hoy unas bellas estampas que nos han dejado aquellos hombres y mujeres de
ayer para que todavía nosotros podamos disfrutarlo. Pero si todo sigue así,
llegará el día en el que paredes, cepas, pozos y guindos habrán desaparecido,
aunque es cierto que siempre nos quedará eso fondo del paisaje, con las montañas
nevadas de Casillas y el más cercano Valle del Tórtolas acompañando a nuestra sierra
de Lancharrasa.
Es facil llegar hasta aquí, es aconsejable hacerlo porque merece la pena y es todo un placer sentir el encanto de este paraje de montaña, donde las cepas se hermanan con los pinos, robles y castaños.
Zorro Corredero
Fotos: Archivo Fotográfico Pedro Alfonso
Con que belleza sentimental describes la hermosura de nuestra tierra. No te falta ese poso de melancolía que lo hace todo más real, más conmovedor, más efímero, más triste... "¡Tanto penar para morirse uno!" Sentenció un tocayo.
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ResponderEliminarCon que conocimiento y sensibilidad por lo nuestro documentas cada imagen.
Infinitamente gracias.
Inés
Cuando uno ama lo que le rodea y siente como suyo la vida que fluye alrededor, es fácil dejarse llevar y hacer las cosas sencillamente bellas.
ResponderEliminarMuchas gracias Miguel e Inés.
Un abrazo.
Pedro
Bonitos paisajes. Da gusto da ver estas viñas trabajadas, por desgracia veo cantidad de ellas avandonadas en otros lugares.
ResponderEliminarSaludos
Es cierto Ángela que se agradece mucho ver las viñas arregladas, y aunque se han abandonado muchas, noto últimamente como si volviera a renacer una parte de este campo.
ResponderEliminarUn saludo.
Pedro