EL CHOZO DE LA PELUQUERA
Una
mañana del último verano pidió que su madre le pusiera uno de los uniformes que
le habíamos traído de Torremolinos. A su hermano Daniel le dormía la abuela
Paloma después de habernos sonreído -a sus tres meses- de forma ostensible y
feliz. Nosotros nos fuimos a pasear mientras "Moqui" y "Chula" nos ladraban reclamando la
atención del niño Moisés.
Fuimos al pinar que hay junto a su casa, debajo del depósito del agua. Allí nos llevaban de excursión las tardes encantadoras de primavera los maestros: Don Enrique, Don Manolo, Don Eugenio… Le mostré el valle de Tórtolas: Su pequeña presa, la carretera, los atajos, El Mirador, Rozas, El Lagar... Y le dije: "Mira Moisés, ahí abajo, en La Peluquera, cerca de la fuente del mismo nombre, tenía mi abuelo paterno un huerto florido con una noria de la que sacaba el agua en cangilones “Juanita” dando vueltas alrededor de ella. Se vertía en un recipiente metálico marrón que iba a parar a un estanque cuadrado. Algunas tardes montábamos en las borricas y me llevaba con él a regar y recoger sus frutos: tomates, judías verdes, pimientos, lechugas... Todo sabía buenísimo en aquellos veranos eternos que parecían durar todo el año, igual que eterna parece la vida cuando eres joven. En la parte alta del huerto mi abuelo, mis tíos y mi padre levantaron un chozo para que se resguardaran los pastores mientras sus ovejas estercolaban el pensil durante aquellos inviernos durísimos.
Fui con mi abuelo y mi padre un atardecer navideño a llevarles la cena de Nochebuena que les habían preparado mi abuela paterna y mis tías. Los pastores estaban dentro fumando, escuchando una radio pequeña y calentándose en la lumbre. Removieron satisfechos el ascuarrir y situaron el puchero y la cacerola al lado de las ascuas para calentar las patatas cocidas con bacalao y el magro de cerdo. Mi padre también les llevó unos gallitos de mazapán. Se les veía humildemente felices y hablaban animadamente. Sentí al salir por aquella puerta entreabierta y rudimentaria de ramas y palos cómo se colaba el olor saludable a tierra mojada, a corderos, a fría nostalgia y a silencio…"
Ambos
mirábamos absortos hacia abajo aquello que ya nunca olvidaremos ninguno de los
dos. De repente, como él me siente
dichoso recordando, Moisés va y me pregunta: "Abuelo, ¿por qué ya no vas con él?" Porque tu tatarabuelo paterno
ya se murió. Yo también moriré y lo único que quedará vivo de mí estará en tu
recuerdo y en el de tu hermano Daniel... Aún seguimos un rato más caminando entre
los pinos, las piedras, "las hierbas
que pinchan", mis recuerdos, su futuro y un gato blanquiazul que
vislumbró el niño tumbado a la sombra de un pequeño árbol medio seco... Al
oírnos, el felino salió huyendo y yo sentí entonces la melancolía del tiempo
vivido y ya perdido. Y en ese momento sentí el corazón triste y el espíritu
alegre.
MIGUEL MORENO GONZÁLEZ
Qué historia tan bonita, real como cuenta Miguel, cuando antes era otra vida, quizá mejor ?
ResponderEliminarChelo Villarin Recio
Buenos días Pedro!!! 😘
ResponderEliminarChelo Villarin Recio
Buenos días feliz jueves Pedro un saludo
ResponderEliminarAurora Ferrera
Si señor, buen relato y buenas fotos
ResponderEliminarMariano
Precioso ... Miguel, ya quedan pocos chozos .Me acuerdo de la fuente de la peluquera, cuando iba a coger higos a la marra, siempre bebía agua al terminar.
ResponderEliminarVicente
Es precioso todo lo q cuentas, y la pura realidad de aquella epoca, nos haces recordar cosas muy bonitas, Gracias
ResponderEliminarTrini Martin
Pues que decir, como siempre despertando emociones con tu sensibilidad al contar recuerdos, y estados de ánimo con un aura de melancolía.
ResponderEliminarPepe Vázquez
Que bellos recuerdos,amigo Miguel.Es un placer leerte.
ResponderEliminarJorge Laverón
El huerto de la peluquera, el de la Vía el del pinar, el del arroyo moro han sacado a esta familia adelante
ResponderEliminarJesús López Moreno
Muchas gracias a todos por tan cariñosos comentarios. No hace mucho que vivíamos esas experiencias narradas y, sin embargo, parece que forman parte de la prehistoria. Avanza todo tan deprisa...
ResponderEliminarPuede entederse un mundo sin ayuda de los recuerdos..?
ResponderEliminar¡Que bonito y que nostálgico Miguel!
ResponderEliminarYo veo una cosa muy buena, y es que Moisés en ese paseo ha ido al cole con su maestro a aprender sin darse cuenta y disfrutando.
¡Que importante es eso!
Fco. Gabriel
Contigo también he aprendido y compartido que la felicidad tiene ribetes de melancolía, que los mejores recuerdos traen también lágrimas y que todo merece la pena si se hace con honradez, con integridad, con bondad y sin olvidar que una sonrisa vale más que mil disgustos.
ResponderEliminarElena
Cuánto material tenía pendiente de leer. Tus recuerdos nos invitan a volver a los nuestros que, desgraciadamente, solemos tener olvidados en algún rincón de nosotros como un libro ya leído que pasa a dormir en una estantería durante años.
ResponderEliminarComo abuelos tenemos la obligación de transmitir a los nietos la memoria del pasado que, a fin de cuentas, es su propia historia.
Precioso escrito.
Un fuerte abrazo.
Antes todo era mejor,con menos teníamos más
ResponderEliminarRosa Foncuberta López