jueves, 29 de febrero de 2024

"Los libros de las ciudades se leen con los pies" GRAN VÍA MADRILEÑA EN LA TRANSICIÓN, por Miguel Moreno.

GRAN VÍA MADRILEÑA EN LA TRANSICIÓN

Llegué a Madrid a trabajar en julio de 1973. Enseguida descubrí la satisfacción de pasear por la Gran Vía. En ocasiones lo hacía montado en un autobús que circulaba lento y así poder mirar a diestro y siniestro aquella exhibición deslumbrante de luces de neones y parejas enamoradas abrazadas y sonrientes. Si la recorría a pie comenzaba desde la Plaza de España y abría mis ojos y mi pecho a lo que iba descubriendo. Llamaban mucho mi atención los cines (Azul, Avenida, Callao, Capitol, Coliseum, Gran Vía, Imperial, Palacio de la Música, Palacio de la Prensa, Rex, Rialto...) y los enormes cartelones que pendían de sus fachadas anunciando películas inmortales.

 Eran lienzos gigantescos, pintados llamativamente con los actores y actrices en primer plano, ante mi vista aquella belleza rutilante cobraba vida. Sólo contemplarlos ya te daban ganas de volar y entrar a ver la película. Más tarde supe quiénes eran algunos de aquellos memorables artistas que denominaban cartelistas y que ejercían de pintores de ilusiones, hazañas y sueños. Podéis imaginar lo que sentía observando aquellos cartelones desde la acera de enfrente; parado, petrificado, como si se me hubiera olvidado andar. Anselmo Ballester, Franco Fiorenzi, "Jano", Saúl Bass, Struzan,... fueron algunos de ellos. Ahora mismo giran en mi mente muchas de sus obras inmarchitables, representando decenas de aquellas películas inolvidables. Esas que nos descubrieron que uno podía tener -sin saberlo- más de una vida sin ni siquiera abandonar la propia.

Mirando aquel espectáculo, hacia lo alto, descubría los ornamentos arquitectónicos que coronaban aquellos edificios monumentales: águilas, carruajes, dioses, efebos, ninfas, solariums... Un placer para la vista y los sentidos difícil de igualar y que me animaba a mirar hacia arriba para no perder ripio de aquellas obras de arte, a pesar del dolor de cuello. En cambio, a ras de suelo había algo que siempre llamó mi atención y que en la Gran Vía sentía colmadas todas mis expectativas: ¡los kioscos! ¡Qué extraña sensación placentera sentía ante ellos! Aquellos kioscos enormes ejercían en servidor una atracción irresistible. Me paraba ante ellos y me pasaba un buen rato observando su contenido de papel. Periódicos y revistas eran capaces -ellos solos- de trasladarme y mostrarme todos los mundos de mi imaginación: Animales, cine, coches, deportes, historia, humor, Naturaleza, toros, viajes, fascículos coleccionables de todo tipo,... Mi economía nunca ha sido boyante y menos entonces, por eso tenía que conformarme con comprar mi periódico favorito: PUEBLO, que leía con profusión diariamente, y algunos semanarios de actualidad (Cambio16, Tiempo…) o taurinos (Aplausos, Dígame, El Ruedo, El Mundo de los Toros...) Recuerdo que durante La Transición sentía un alborozo y rubor indefinible observando las revistas de destape que en esos años proliferaban como hongos (Bocaccio, Clímax, Interviú, Lib...) Solía comprar semanalmente Lib e Interviú. Hasta entonces estuvieron prohibidas, como ahora prohíben otras cosas. Pero siempre había alguien que nos las enseñaban a escondidas para impagable satisfacción pecaminosa nuestra, para qué nos vamos a engañar...

Hace tiempo que pienso que nada es comparable a aquella época fascinante. Un país nuevo nacía, todo estaba por descubrir, por estrenar, por vivir, por amar... Parecía inexplicable que después de tantos años pasara eso en España. Muchos no nos lo podíamos explicar ni falta que nos hacía. Lo que se puede explicar pierde su encanto, su magia, su hechizo. Así fue aquel tiempo sugestivo de cines, miradas y kioscos en la Gran Vía. Ocurrió en esos años en los que reinaba una alegría desconocida y contagiosa que me hacía pensar que todos los días eran festivos, aunque no fuésemos aviados (que también) con la ropa de los domingos.

Años después El Poder (no importa su color, se contagian) volvió a lo suyo: A coartar lo que no le interesaba para controlarnos. Y del que no se dejaba controlar decían de él que tenía un carácter difícil. Pero eso ya es otro cantar… Ya nada es comparable a aquellos años inigualables. Incluso la Gran Vía ya no me parece la misma sin cines…     

                                                                Miguel MORENO GONZÁLEZ         

7 comentarios:

  1. Así es, todo ha cambiado muchísimo. Yo también siento un poco de nostalgia de tiempos atrás en los que todo era un poco más auténtico. Sin tanto postureo como ahora abunda. Que gracia me has hecho con lo de la revista Interviu, recuerdo escuchar que era la revista más comprada por los hombres, y la verdad es que tenía unos reportajes estupendos.
    Bonito retrato, te visualizo con las detalladas descripciones que haces, paseando por La Gran Vía.

    Muchas gracias Miguel!

    ResponderEliminar
  2. 👏👏👏👏👏.... muyyyy bonitos recuerdos de Madrid. Yo llegué allí con 18 años y viví un año cerca de la Plaza de España, me encantaba subir y bajar por la Gran Vía y comerme algún "Perrito caliente" en Callao. Muchas gracias amigo, me he emocionado mucho, al ver tu escrito de hoy. Ahh, y a los pocos meses, a la Mili de voluntario.... porque mi padre veía que no hacía nada y sólo le sabía pedir dinero... jeje....es la vida buen amigo...un abrazo.
    José A. Álvarez G. de Guzmán

    ResponderEliminar
  3. Coincido contigo, sin los cines, con las pantallas gigantes en el exterior en los pocos que quedan, las franquicias, ya ni bares ni cafeterías de las de antes, ya no parece la Gran Vía.
    También coincido en que fue una época difícilmente repetible en las sensaciones que en aquellos años teníamos los jóvenes y los que como yo corríamos delante de los guardias en la universitaria y por las mañanas trabajaba en el Ministerio del Aíre. Precioso escrito Miguel, que recuerdos.......
    Pepe Vázquez

    ResponderEliminar
  4. Pues hoy abres los ojos y no ves más que musicales. Ya no queda ni un cine. 😥

    Vidal Fermosell Jimenez

    ResponderEliminar
  5. Y hace un siglo la gente diría ya no ves mas que cines. No queda ningún teatro. 😉
    Asi es la evolución de los tiempos.

    Miguel Angel Flores Flores

    ResponderEliminar
  6. y dentro de un siglo con la tecnología que hay, ni eso.

    Vidal Fermosell Jimenez

    ResponderEliminar
  7. Hermosos escritos como siempre, Miguel. Con el paso de los años vamos perdiendo los lugares vividos y la Gran Vía es uno de ellos. La de ahora no es mi Gran Vía, es otra. Menos mal que nos queda la memoria y quienes, como tú, os ocupáis de revivirla de vez en cuando.
    Gracias, Maestro.
    Luis C. Trijueque

    ResponderEliminar