POR TUS
BUENOS DÍAS, SUSANA
Cada mañana te asomabas a mi mesa y a mi
café como quien se asoma a la vida: “-Buenos
días, Miguel”. Buenos días te respondía yo mirando amanecer por la ventana
que da a la calle Concepción Jerónima, unas veces optimista, otras un poco como
tú ya sabes, como corresponde a las personas ciclotímicas, dolencia del alma
que me diagnosticó Maribel, la mujer de Rafael, una mañana que le llamó a él y,
de paso, “pegamos un poco la hebra”.
Lo hicimos sin prisa, taponando seguramente alguna herida reciente que tendría
yo abierta en canal. Ya conoces que casi siempre estoy herido por la daga de
los afectos truncados; las más veces por mi causa, las demás por la ajena y
todas por mi pena. Nada nuevo, la verdad, es la misma historia de muchos seres
anónimos y anodinos. Por eso y por esas otras cosas que yo todavía no alcanzo a
explicarme, aprovecho para pedirte
disculpas como lo haría Don
Quijote: “-Excusadme, porque
traigo alborotado y trastornado el juicio, pensamientos y sucesos tristes me
hacen parecer descortés.”
Estas mañanas
otoñales, cuando ya casi no quedan hojas sobre los árboles, cuando los
inexplicables colores del día te llenan de plenitud y te animan a seguir,
cuando los enamorados se arrullan junto a la lumbre mientras resbala perezosa
la lluvia por los cristales, es cuando yo recuerdo entristecido con un nudo en
el alma y otro en la música mis amores de siempre. Quiero que sepas que echo de
menos tus “Buenos días”: tan
sosegados, tan generosos, tan sonrientes, como si quisieras ofrecerme un pedazo
de todo ese cariño que atesoras en tu corazón. Y es que, de un “Buenos días” bien dicho, se puede
esperar y decir lo mismo que del amor se dice y se espera: que todas las cosas
que acaricia las iguala en belleza.
Todos los lugares
-y sus pobladores- que recorro se me quedan dentro para siempre, al igual que
yo siempre permanezco en ellos, flotando, suspendido sobre mi aliento. En
realidad, yo he viajado mucho, conozco innumerables parajes inolvidables por su
encanto, que nadie conoce. Tu sabes muy bien que como más cómodo se viaja es
sobre el vehículo de los sueños. En esos trayectos me acompaña siempre lo
mejor, lo poco bueno que poseo, ¿para qué más? Cuando los visito de verdad; es
decir, con el cuerpo y el sentimiento, percibo que ya los conocía, que ya los
viví, que ya había estado en anteriores ocasiones. Y es verdad que me ocurre
así, créeme, te soy sincero.
Cuando vayas despacio por la Plaza Mayor
sabrás de mí, de nosotros, de nuestros “Buenos
días”, porque muchos de sus rincones mantienen nuestra huella más
entrañable. Pasarás por esas zonas y te dirás callada para sí: “-Por aquí estuvo fulanito o menganito, compañeros
míos; es más, siguen estando, porque veo a lo lejos su caminar lento e
inconfundible, silenciosos y absortos en la emoción interior y algo melancólica
de sus vidas”. Y entonces, suavemente, notarás por tus adentros que te
circula como un cosquilleo, algo muy parecido a una cosa que los seres humanos
de todas las épocas han llamado: FELICIDAD. Y a su abrigo, te detendrás
emocionada, te apoyarás sobre una columna de granito y mirando a lo lejos, a
ese horizonte infinito y conmovedor de la vida, nos volverás a recordar. Y nos
saludarás con ese “Buenos días”, que
yo no puedo olvidar…
Muchas gracias Miguel! Me has dado una grata sorpresa. Si, fue un verdadero placer trabajar contigo, lado a lado. Nunca lo olvidaré. Aprendí mucho y también nos reímos bastante. Siempre hay algún detalle que me hace recordarte.
ResponderEliminarMil gracias por acordarte de mi!!
👏👏👏👏🌹🌹🌹🌹... Una historia real y por supuesto, dulce y emotiva, se notan los años de trabajo juntos... Enhorabuena amigo.. ❤️❤️❤️❤️.
ResponderEliminarJosé A. Álvarez G. de Guzmán
Gracia, Miguel, por la cita.. Es bonito hablar de los que ya no están, para que así se nos vayan menos.. Deberíamos practicarlo más. Un fuerte abrazo, compañero.
ResponderEliminarRafael
Bonito gesto hacia esa compañera con este relato de lo vivido con ella. ¡¡Feliz Jueves!!
ResponderEliminarLuis M. González
Qué suerte tenemos los que hemos tenido la ocasión de compartir tiempo trabajando codo con codo, porque si algo bueno teníamos tú te has encargado de airearlo ensalzando las posibles virtudes a la enésima potencia y haciéndonos sentir mejores de lo que somos en realidad. Gracias Miguel.
ResponderEliminarPepe Vázquez