AQUELLAS TARDES CON LUIS CARLOS EN LA CALLE ALCALÁ, 21
A veces iba a preguntarte cosas a tu mesa y a todas
sabías responderme. Detrás se observaban por la ventana las monumentales cuadrigas del edifico que
antes ocupaba el Banco Bilbao y ahora la Comunidad de Madrid. Daba gusto
escuchar tus enseñanzas, la perfecta modulación, dicción y timbre de tu voz y
tu acertada expresión oral en castellano. “Qué
bonito y ameno es cuando hay sintonía entre profesor y alumno”, pensaba servidor.
Algunas atardecidas salíamos juntos del hermoso edificio
Vitalicio de la calle Alcalá 21, la cruzábamos para tomar la de Sevilla que nos
llevaba a la plaza de José Canalejas, luego cogíamos la calle Príncipe que nos subía
a la plaza de Santa Ana, solíamos tomar algo en las tabernas taurinas Alemana y Viña P. Caminábamos hablando de los teatros cercanos, las
entrañables librerías, las tiendas de coloniales, las tascas típicas del lugar,
los edificios emblemáticos de la zona, las casas de los toreros... Era otoño o invierno
en Madrid y entonces no nos dábamos cuenta, pero ya íbamos cimentando esta
sincera relación.
Anochecía poco a poco, como sin querer, éramos errabundos
noctívagos sin prisas. Parecíamos aquellos personajes bohemios y dieciochescos de
las novelas de Valle, Baroja, Galdós... pululando por el barrio de Las Letras de
aquel Madrid irrepetible. A veces tomábamos la calle de la Cruz y te mostraba
la tradicional taberna La Venencia. Te
contaba que al terminar las corridas de toros de San Isidro iba a analizarlas
allí, junto al periodista de Diario 16 Jorge Laverón, los hermanos burgaleses Luis
y Carmelo de Lózar que editaban la revista taurina “El Percal”. En “El Percal”, por
mediación de Carmelo, publiqué mis primeros escrititos de toros. Con él sintonicé
inmediatamente. Nos enrollábamos tanto que a veces sólo me quedaba tiempo para
tomar una ducha, cambiarme de ropa e ir a trabajar. A veces acompañaba al grupo
una chica malagueña aficionada taurina que cumplía años en mayo. Le regalábamos
su flor favorita, la biznaga malagueña (jazmín) y bajaba la vista sonriendo
emocionada... Hoy sé que en aquellos momentos fui feliz andando y comentando
estas cosas a tu vera.
Una tarde primaveral me recomendaste que visitara Berceo y San Millán de la Cogolla (Logroño), donde nació el primer poeta castellano del mester de clerecía, Gonzalo de Berceo (“...me encontré en un prado verde, intacto, bien poblado de muchas flores, un lugar codiciable para el hombre cansado”). El pasado verano fui con Paloma a visitarlos y quedamos sorprendidos por su belleza. Pasamos por los monasterios de Yuso y Suso donde Berceo ejerció como clérigo secular y después como sacerdote. Toda la zona estaba inundada, impregnada, por la paz de la Naturaleza, de su poesía y de su humildad.
Amigo Luis: En ocasiones me vienen estos recuerdos y comprendo que ya son inolvidables. Y lo son gracias a ti, Luis Carlos Ruiz Trijueque. Mi agradecimiento y mi admiración para mi maestro, mi compañero y mi amigo; de esos que decía Miguel Hernández que son del alma y se despedía de ellos poéticamente: “Adiós compañeros, hermanos, amigos, despedirme del sol y de los trigales…”
Miguel MORENO GONZÁLEZ
Buenos días Pedro muy Bonito tener todo Bueno con los maestro yo tuve una relación fabulosa y nos queríamos mucho
ResponderEliminarAurora Ferrera Ruiz
Yo os daba el Principe de Asturias ahora mismo.
ResponderEliminarA. Acuña
Con buenos maestros bien se aprende y si aparte eres buen alumno. Tú enseñaras bien a los de más
ResponderEliminarJesús López Moreno
👏👏👏... muyyyy bonita historia real, como siempre amigo.
ResponderEliminarJosé A. Álvarez G. de Guzmán
Qué decir del escrito, aparte de que como todos es magnífico, si el protagonista es casi tan cercano a mi como a ti, aunque coincidimos menos tiempo. Pera colmo aparezco en la foto final lo que me enorgullece. Un abrazo.
ResponderEliminarPepe Vázquez
Preciosos recuerdos y palabras!! Pasaron muchos compañeros por tu larga carrera profesional, yo estuve en tu última etapa. Fue un verdadero placer trabajar y estar a tu lado. Aprendí mucho de ti y contigo.Siempre en mi recuerdo, Miguel:
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